La aguda observación de los incentivos que mueven o no a esforzarse a los maestros. Y a los ministros religiosos a trabajar o dejarse llevar por la comodidad. Los incentivos funcionan también en educación y religión.

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Introducción

Smith, con gran brevedad, expone ideas que ayudan a entender el éxito de las nuevas religiones que se establecen en países donde existen religiones con mucho tiempo de establecidas.

Con estas ideas, las religiones establecidas pueden analizar las posibles causas de la pérdida de fieles.


📕 La obra de Adam Smith consultada para esta carta fue Smith, Adam (1993). Wealth of nations a selected edition, (Kathryn Sutherland). Oxford. Oxford university press, Book V, Chapter I, Part III, article 3d «Of the expence of the institutions for the instruction of people of all ages», pp. 436-440.


Punto de arranque

Entra Smith al tema diciendo que las instituciones para el aprendizaje de la gente de cualquier edad son las de instrucción religiosa (su obra fue publicada en 1776).

El objetivo de esas instituciones no es tanto producir buenos ciudadanos como preparar a esas personas para la vida futura. En esas instituciones, los ingresos de los maestros pueden venir de dos fuentes principales.

Una es la de las contribuciones que hagan los asistentes a esas escuelas. Otra es la de las mismas propiedades y fondos de la institución. También, incluso, puede haber subsidios que vienen de fondos del gobierno.

Los incentivos funcionan también aquí

Aquí da el autor su primer gran punto al establecer la relación de sentido común entre los esfuerzos de los instructores y la fuente de sus ingresos. Un asunto que permite demostrar que los incentivos funcionan también en educación y religión.

📌 Es natural que los maestros hagan más esfuerzos y tengan más celo en el caso de ser pagados por los propios asistentes a las escuelas. Se deduce que para los maestros pagados por el gobierno esos incentivos no funcionan y se esforzarán menos.

Por esta razón es que, al menos en su tiempo, Smith afirma que las nuevas religiones han estado en ventaja frente a las establecidas. Otra instancia de cómo funcionan de los incentivos.

Religiones establecidas y nuevas

Los clérigos de las religiones establecidas descansan en sus ingresos existentes. Ya no les funcionan los incentivos de cuando eran nueva su religión.

Se han tornado indolentes y son por eso incapaces de defender su credo. Sus ingresos no dependen del celo y del cuidado que den a la atención de sus feligreses y alumnos.

Los clérigos y ministros de una religión establecida que dispone de fondos propios se vuelven hombres cultos y elegantes, con las cualidades de los caballeros. Esa es una ganancia para ellos, pero la logran a cambio de una pérdida.

Pierden eso, bueno y malo, que son las aptitudes e incentivos que originalmente les sirvieron para ganar autoridad y respeto entre la gente. Extravían y olvidan eso que fue la razón y causa del éxito original de su religión.

Y sucede, según Smith, lo natural. Los ministros de las religiones establecidas sucumben a la opción de acudir a las autoridades políticas en busca de ayuda cuando sufren las embestidas de nuevas religiones. Las amenazas de las nuevas religiones son incentivos que funcionan para buscar protección estatal.

Solicitan ellos ese soporte y socorro oficial para enfrentar a ministros nuevos, entusiastas, populares y atrevidos, aunque ineptos e ignorantes.

Ante los ataques de esos nuevos ministros, los establecidos y reconocidos llaman al gobierno con el pretexto de hacer respetar el orden.

Las religiones que han gozado de algunos siglos de seguridad, por lo general se tornan incapaces de defenderse por si solas de ataques de nuevas religiones. Han perdido la habilidad para ganar nuevos adeptos.

Esa habilidad está ahora del lado de las nuevas religiones. Ellas tienen los incentivos que las funcionan para tener más adeptos.

Adam Smith

«Adam Smith» by Bernt Rostad is licensed under CC BY 2.0

El éxito de cada religión

Smith, al seguir con el mismo tema. Introduce ahora un nuevo elemento que permite explicar, al menos en parte, el éxito de las nuevas religiones. Dice que en toda sociedad civilizada existen al mismo tiempo dos esquemas de moral.

Un esquema es el estricto, austero y riguroso 

Este inflexible y áspero sistema lo sigue la gente común. Son hombres y mujeres que se apartan de excesos, pues le son imposibles o sus consecuencias les serían fatales.

Carecen de los recursos para cometer abusos e intemperancias y, si cayeran en ellos, sufrirían corolarios temibles.

Un esquema liberal, flexible e indulgente. 

Este esquema es propio de las personas que poseen más recursos y que, por tanto, pueden permitirse algunos excesos, lujos e intemperancias sin sufrir graves consecuencias.

Ellos pueden caer en desórdenes y desarreglos sin sufrir considerables resultados, ni secuelas terribles.

De nuevo, los incentivos funcionan

La distinción entre los dos esquemas de moral anteriores, sirve al autor para mencionar que las nuevas religiones tienen su eje en la moral severa.

Es un hecho que casi todas las nuevas religiones han tenido sus inicios con la gente común y de allí es que han obtenido a sus más numerosos seguidores.

Estas nuevas religiones han adoptado el esquema austero y estricto de moral, aunque hayan incluido algunos elementos nuevos o variaciones de otros.

Pero en su esencia las nuevas religiones son de moral austera y eso es lo que les ha valido el respeto de la gente común, que también sigue ese esquema de moral.

Profundizando más, Smith señala que las personas de más recursos son conocidas y dependen en mucho de lo que los demás piensen de ellas. Por eso es que se cuidan de no hacer nada que los desacredite en público.

Con el hombre común no sucede lo mismo. Si él vive en un pequeño poblado, habrá personas que lo conozcan y sentirá cierta obligación de cuidar su conducta pública.

Pero, si el hombre común vive en una gran ciudad, allí desaparece entre la gran masa. A nadie importan ya sus hábitos y es posible, por tanto, que no cuide su comportamiento y proceder, y caiga y sucumba en vicios y bajezas.

Pero, y este es un gran pero de Smith, ese hombre común en esa gran ciudad, sale de la oscuridad cuando se une a una pequeña nueva religión. Los incentivos funcionan ahora para seguir esa moral austera.

Sus correligionarios lo estarán observando, lo cuidarán y tratarán que nada malo haga. Además, sobre ese hombre pesa el castigo de la excomunión, si es que comete falta grave.

En resumen

Se concluye, por tanto, que las nuevas religiones tienen un atractivo natural al hombre común, pues coinciden con su moral austera. Y coinciden más en esto que con las iglesias establecidas.

Las nuevas religiones tienen elementos de esa moral austera y áspera que atrae a buena parte de la población. Pero contienen también nuevos elementos que pueden ser extraños, extremos y negativos.

Dice Smith que hay sencillos remedios para que sin violencia pueda corregirse eso de antisocial, o de extremo rigor que tienen las nuevas religiones que dividen a un país.

Primero, la promoción en la sociedad del estudio de la ciencia. El estudio de la ciencia es contrario a las supersticiones que pueden promover las nuevas religiones.

Si las clases superiores evitan las supersticiones que introducen las nuevas religiones, con eso, las clases inferiores estarán menos expuestas a ellas.

Segundo, la diversión y el entretenimiento públicos. Smith habla de teatro, pinturas, y otros eventos públicos que sirvan para disipar la melancolía que alimenta la superstición popular.

Es un gozo la habilidad tan aguda de S. Smith para observar las conductas de maestros y ministros religiosos de religiones establecidas y nuevas. En esa observación, claramente se constata que los incentivos funcionan. Sí, también en asuntos educativos y religiosos.


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[Actualización última: 2023-07]