Definición de un término colectivo vago y resbaladizo. Posee grandes efectos en la política y es de mucho provecho en la retórica populista. El pueblo, ¿qué es y que diferencia tiene con la turba?

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¿Qué es realmente el pueblo?

Es un vocablo que puede acomodarse a cualquier definición, la que más convenga a la persona que lo emplea.

Por eso es parte de la propaganda política y sus estrategias. Cada gobernante busca la definición de pueblo como la que más le conviene, es decir, tiende a creer que el pueblo real es el grupo de sus seguidores. Y, por supuesto, quien no lo apoya no es pueblo.

Pueblo y democracia

Es una palabra que es determinante en una democracia. Si por pueblo se designa a toda las personas dentro de un país, entonces se da entrada a ideas como la soberanía popular y la legitimidad de gobiernos.

Definiendo a la democracia como un régimen político que coloca la soberanía en la gente y propone que el gobierno obedezca el mandato de ella, el concepto es inevitable. La soberanía radica en el pueblo, se dice. O bien, se habla de la voluntad del pueblo.

El problema, por supuesto, es que nadie sabe bien a bien quién y qué es. A lo máximo que llega la democracia es a medir las preferencias populares mediante las elecciones, especialmente para tener cambios pacíficos de gobierno.

📌 Esto plantea a la identificación de ‘pueblo’ con la mayoría de las personas dentro de un país. Una definición llena de vaguedad y que tienen a dar prioridad al principio de mayoría con el consecuente desprecio de la minoría y crea el riesgo de la mayoría como un peligro de opresión.

El pueblo, aclaraciones

En su intención original, suponía que designaba a las personas que tenían la capacidad de votar en asuntos públicos, un real privilegio.

Eran los tiempos, por ejemplo, en los que solo votaban hombres, de cierta edad y propietarios de tierras. El supuesto de esta limitación era uno de preparación, interés y conocimiento.

Los votantes fueron ampliándose para incluir a no propietarios, a mujeres e incluso a jóvenes muy jóvenes. Se trataba de ser incluyente y de respetar eso de la representatividad. El efecto neto del aumento del número de votantes, su definición fue ante todo ese, una cantidad de personas mucho mayor.

Pero no solo eso. Es obvio que aumentó la variedad de opiniones y se redujo la calidad del votante (educación formal, conocimiento, experiencia, interés).

📌 El pueblo es ahora una entidad más compleja, diversa y no necesariamente más preparada para ejercer un voto pensado y meditado (seguramente lo opuesto). La democracia necesita opinión pública y «el pueblo» no parece satisfacer esa condición.

Todas las personas son pueblo, pero hay algunas que son más pueblo que otras.

Ahora un segmento mayoritario especial

Hubo otra complicación en este proceso, la introducción de una connotación particular que cambió su significado en algunas partes. Bajo esta perspectiva, se volvió una noción selectiva.

No todas las personas son pueblo, sino solamente unas, las que están en los ingresos más bajos, los menos educados, los miserables y pobres. Esta reducción de la idea es notable, por ejemplo, en México, donde ser pueblo es más o menos igual a ser pobre, poco educado, «vulnerable» en el idioma político de moda.

No puede ya ser pueblo, el de clase media, el educado, mucho menos el de ingresos altos, el propietario.

Un cambio importante

El giro es de unos 180 grados. Antes era definido como votante, estaba formado por los preparados, propietarios, con ingresos altos. Y, en general, más tarde se refería a todos sin excepción.

Ahora el es entendido como lo opuesto, el pobre, con ingresos bajos, de baja educación. El profesionista exitoso ya no puede ser pueblo, ni el empresario, ni el ejecutivo.

Cierto que todos votan, o pueden hacerlo, pero esta nueva connotación ha cambiado a la democracia. Y ha dado entrada al populismo.

«La voluntad del pueblo»

Si se pensaba que el gobierno, antes, obedecía el mandato del pueblo mediante el mecanismo del voto, ahora la cosa cambia.

La democracia es el gobierno que se asigna la función de hacer la voluntad del pueblo, en ese sentido reducido, y eso significa protegerlo, cuidarlo, cobijarlo de males sin fin.

Visto de manera simple. La «democracia popular» es un gobierno que tiene como función gobernar en su beneficio definido como los desprotegidos y vulnerables, no del resto. A los demás se ignora, o incluso se sacrifica en bien del pueblo redefinido.

De ser un sistema de gobierno universal, que considera y gobierna para todos, el nuevo gobierno popular gobierna para unos solamente. Para los definidos como tal y a quienes busca proteger de toda posible necesidad.

El gobierno democrático se volvió una agencia de trabajadores sociales, no de gobernantes en el sentido original.

Democracia redefinida por el pueblo

La democracia, entonces, no tiene ya esa naturaleza realmente universal, la de ser un gobierno republicano para todos. La democracia ahora es mucho más un gobierno que vende protección al segmento de votantes mayoritarios, al que llama pueblo.

Y deja de considerar que también existen otras personas. A ellas, en el mejor de los casos las olvida. En el peor, las sacrifica buscando medios para financiar los privilegios con los que persuade al pueblo de votar a su favor.

«Democracia. Antes, doctrina favorable a la intervención del pueblo en el Gobierno. Ahora, doctrina política favorable a la intervención del Gobierno en el pueblo».  Diccionario Políticamente Incorrecto de Carlos Rodríguez Braun, citado en rolvlog.blogspot.mx

El clisé, mito y recurso retórico

Es un clisé, de los más grandes. Tanto que es un mito que fascina a los que tienen el vicio de usar como sujetos de frases al «pueblo». Un libro lo expone muy bien. Inicia hablando de la Revolución Mexicana,

«hubo una vez un momento en que ‘el pueblo’ de México cobró conciencia de sí mismo y de la condición intolerable en que vivía, y tomó las armas masivamente contra sus opresores».

Es fascinante el uso del vocablo como un sujeto individualizado que actúa al unísono. Significaría el improbable hecho de que en esos tiempos, con 15 millones de habitantes, todos hubieran pensado lo mismo, al mismo tiempo y llegando a las mismas conclusiones.

Después de que el pueblo «cobró conciencia de sí mismo», de su condición insoportable y de tomar las armas en una lucha, al

«margen de las incidentales rencillas de sus caudillos; ‘el pueblo’ triunfó y se dio a sí mismo una Constitución admirable, justa, casi perfecta».

De nuevo ese sujeto mítico que ahora triunfa y no solo eso. También se otorga una ley suprema de excelencia. Pero, siempre hay un pero… «luego llegaron unos malos gobernantes y la traicionaron».

El elemento es obligado y establece al villano que lastima al pueblo. No se detiene allí, el villano enfrenta a un héroe, «gracias a Dios llegó un general bueno (Lázaro Cárdenas) que la cumplió, pero otros malos gobernantes volvieron a traicionarla».

Pero la victoria fue temporal, la Revolución «sigue, traicionada, en espera de que un nuevo líder la reivindique, o la violencia justiciera resurja, como en 1910».

[Los cinco entrecomillados anteriores son de Krauze, E. (2010). De Héroes y Mitos. Mexico D.F.: Tusquets Editores, p. 29.]

Un mito

Los usuarios del término pueblo-mito son los gobernantes mismos, especialmente aquellos que lo toman como bandera que guía sus actos.

Todo lo que hacen es por él y para él, dicen en sus discursos. Los sufridos, humildes, pobres, que, piensan, solo ellos entienden y, por tanto, pueden representar.

Igualmente, son usuarios del sujeto pueblo-mito, quienes en la academia explican así la historia nacional y universal. «El pueblo francés tuvo conciencia de su estado… Hidalgo tomó para sí los reclamos del pueblo… el pueblo venezolano pide una nueva revolución».

Figura del lenguaje

Es un error de uso del idioma, en realidad. El nombre técnico es sinécdoque y uno de sus tipos en el tipo de frases en el que el todo representa una parte.

Como cuando alguien dice, «China vendió textiles a México» y en realidad significa que algunos chinos vendieron telas a algunos mexicanos.

El problema surge por una confusión mental, muy similar a la que se comete cuando se dice que «la sociedad se dio a sí misma leyes justas». Es físicamente imposible, pero se acepta como un modo de hablar. El problema es creer que es real esa figura del lenguaje.

Por ejemplo, existen buenas evidencias en el sentido de que la Revolución Mexicana fue considerada por la mayoría de las personas como una calamidad y un desastre que alteró sus vidas con robos, matanzas y violaciones.

En realidad, nunca hubo eso de un pueblo que tomó conciencia de sí mismo y de sus condiciones. Casi cualquier libro de historia lo demuestra.

Otra interpretación de pueblo: la turba

La distinción es vital. Turba y gente son dos grupos de personas muy diferentes. Sus impactos en política son distintos.

«La turba es primariamente un grupo en el que el residuo de todas las clases está representado. Esto es lo que hace que sea muy fácil confundir a la turba con la gente, que también comprende a todos los estratos de la sociedad. Mientras que la gente en todas las grandes revoluciones pelea por una verdadera representación, la turba siempre gritará por el “hombre fuerte”, el “gran lider”». Hannah Arendt

Turba y gente

En el texto original en inglés, el primero es llamado mob, que es un equivalente de muchedumbre, masa, turbamulta. El segundo es llamado people, que es equivalente a gente, personas, pueblo, habitantes.

En cada grupo, la turba y la gente, hay estratos de la sociedad, personas de todas las clases. Esta característica hace que los dos conceptos puedan ser confundidos con facilidad porque están formados por elementos similares de toda la sociedad.

Un ejemplo de la acción de una turba

La turba busca un caudillo

Sin embargo, entre ellos hay una diferencia notable, al menos según Arendt. La turba es la que en situaciones de inquietud política se distingue por gritar inclinándose por la figura del adalid. La masa reclama la existencia del gran jefe, el caudillo que se necesita.

La solución del problema político para la turba o masa, es la elección de un hombre fuerte en quien se confíe para conducir a la nación.

Una vez encontrado, ese adalid debe tener el poder que sea necesario para gobernar según sus criterios. Es una solución simple de delegación total de poder hacia arriba, hasta ese gran líder.

La gente necesita instituciones

La solución del problema político para la gente es otro muy distinto. No es la elección del hombre fuerte que deba gobernar al país según su gran visión.

Es, en cambio, un problema de instituciones: el gobierno debe ser representativo de las personas y no una entidad separada. Las personas quieren representación; la turba quiere un super líder.

Concluyendo

La turba estará formada por esos que tienen sus esperanzas puestas en una persona a la que conciben como un salvador nacional.

Entiende la turba que el bien del país se alcanzará gracias a una solución simple: ese gran líder colocado en la máxima posición de poder. Eso es todo.

Es característica de la turba una fuerte tendencia al culto personal de su líder, a quien colocarán por encima de todo juicio y evaluación. No importa lo descabellado de sus ideas, ellas serán reinterpretadas hasta el punto de la aprobación incuestionable.

La realidad, para la turba, no existe, lo que permite al líder proponer proyectos nacionales que serán admirados hasta el éxtasis, sin que se examine su factibilidad.

Para la turba, las instituciones son un estorbo que impiden que su ídolo actúe y, por eso, está siempre dispuesta a actos violentos y protestas ilegales.

Nada existe que no deba sacrificarse para hacer posible la llegada al poder de su líder y una vez en el poder, actuará extralegalmente.

Las personas son lo opuesto a la turba. Ponen su énfasis en la ley y las instituciones. Desconfían de los personalismos políticos y ambicionan libertades dentro de un estado de derecho. Quieren democracia, pero sobre todo, república.


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[Actualización última: 2023-07]