Reconocer y creer en este 4 Domingo Adviento (ciclo C). Si reconocemos a Jesús, si creemos en él, nos queda solo decir a continuación, «Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad».

Primera lectura

En este 4 Domingo Adviento (ciclo C), la primera lectura (Miqueas: 5, 1-4) dice,

«De ti, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel, cuyos orígenes se remontan a tiempos pasados, a los días más antiguos… Él se levantará para pastorear a su pueblo con la fuerza y la majestad del Señor, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque la grandeza del que ha de nacer llenará la tierra y El mismo será la paz».

Continúan en el Antiguo Testamento las visiones proféticas; es inequívoco el anuncio que se hace. «De ti, Belén… saldrá el jefe de Israel… porque la grandeza del que ha de nacer llenará la tierra y El mismo será la paz».

Las mismas nociones del domingo pasado, la paz del que viene, su luz.

Evangelio

El evangelio de este 4 Domingo Adviento (ciclo C) de san Lucas (1, 39-45) contiene el famoso pasaje:

«En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea y, entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la criatura saltó en su seno».

Es un reconocimiento a María y a su hijo, nuestro Señor Jesucristo. La descripción es tan breve como bella, el dar un brinco, el gozo, la alegría, todo lo que siente el que reconoce a Jesús.

Continúa el texto:

«Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor»».

De nuevo un reconocimiento, ahora el de Isabel, quien se da cuenta de quién está frente a ella.

Y más aún, al entender quien ha ido a visitarla, se humilla a sí misma por la gran alegría que siente. E insiste Isabel: «Dichosa tú, que has creído…» Otra vez ese elemento de reconocer y creer.

La oración colecta tiene también esa idea:

«Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que hemos conocido por el anuncio del ángel la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección».

Con lo que introduce un nuevo elemento, el de sacrificio y la gloria futura. La Navidad sería incomprensible sin la Pasión y la Resurrección.

Segunda lectura

En este 4 Domingo Adviento (ciclo C), la segunda lectura (hebreos: 10, 5-10) San Pablo redondea la idea:

«Al entrar al mundo Cristo dijo, conforme al salmo: «No quisiste víctimas ni ofrendas; en cambio, me has dado un cuerpo. No te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado; entonces dije -porque a mí se refiere la Escritura—: Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad”».

Comienza por decir: «No quisiste víctimas ni ofrendas, no te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado», siendo así que eso es lo que pedía la ley; y luego añade: «Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad».

En conjunto

Y quizá esto último sea el resumen de las ideas de reconocer y creer en este 4 Domingo Adviento (ciclo C). Si reconocemos a Jesús, si creemos en él, nos queda solo decir a continuación, «Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad».

Sería esto la culminación natural de la celebración de Navidad. Nace Jesús, lo que nos produce la mayor alegría posible y nos hace dejar atrás los temores y miedos —con él no hay posibilidad de temer a nada. Pero todo comienza con una acción nuestra.

La acción de reconocer y creer, para luego decir, «Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad».

La acción de humildad de Isabel, la humildad de «… Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá…» y por ende, la humildad nuestra que en los festejos de Navidad presenta una nueva oportunidad de entender lo que Dios ha hecho por nosotros, desde la ocasión que ahora se conmemora hasta la resurrección y la vida eterna.

No es un hecho aislado e independiente. La Navidad es una fecha para ser comprendida en relación con las demás que en su conjunto son la revelación de Dios a sus criaturas.