Sí, todos podemos ser santos y para serlo basta con escuchar el llamado de Jesús y seguirle, sin dudas, sin titubeos, como Eliseo. Más aún, ese llamado es imperativo y fuerte. Debemos seguirle renunciando a las posesiones terrenales, a los bienes temporales, nos dicen las lecuras del 13 Domingo Ordinario (ciclo C).

Primera lectura

La primera de las lecturas del 13 Domingo Ordinario (ciclo C), del libro de los Reyes (19, 16.19-21) describe la historia de quien a la primera escucha, reconoce y obedece el llamado de Dios, sin vacilación alguna.

Elías recibe una instrucción de Dios, la de ungir a Eliseo y eso hace, sin duda alguna. Y cuando él ve a Eliseo, no habla siquiera, echa sobre él su manto y el mismo Eliseo comprende de inmediato lo que sucede.

Las únicas palabras que expresa son sus deseos de despedirse de su familia. Siguió a Elías sin duda alguna. Sin vacilación.

Evangelio

En el evangelio del 13 Domingo Ordinario (ciclo C) (Lc. 9, 51-62), el mismo tema de la primera lectura se hace presente.

En el camino a Jerusalén, alguien le dice a Jesús «Te seguiré dondequiera que vayas», a lo que Jesús responde describiendo el camino que hay que recorrer con él.

Dice, «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza». Nos está diciendo con esas palabras que seguirle no será un camino placentero, que habrá dificultades.

Más adelante, en el mismo camino, se relata una escena similar. Fue Jesús el que ahora habló con alguien y le dijo sencillamente, «Sígueme», a lo que esa persona respondió diciendo que deseaba primero enterrar a su padre.

La respuesta de Jesús fue directa, «Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú, ve y anuncia el Reino de Dios».

Bajo las mismas circunstancias, por tercera vez sucede algo equivalente. Otro más se dirigió a Jesús y le dijo que lo quería seguir, pero que primero deseaba despedirse de su familia. Esta era la misma petición que hizo Eliseo a Elías y a la que el profeta accedió.

Pero Jesús hace otra cosa, responde, «El que empuña el arado y ve hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios».

Poniendo esas dos lecturas juntas, es obvio que de una manera u otra Dios nos llama y que de eso podemos estar totalmente seguros. Nos llama a Él, a seguirle por un camino que no es fácil.

Un camino en el que no hay lugar para reclinar la cabeza. Un camino en el que no se puede volver la cabeza hacia atrás. En el que nada de lo terrenal debe atarnos. Jesús reclama para sí todo lo que somos, todo.

Segunda lectura

La segunda lectura del 13 Domingo Ordinario (ciclo C), la carta de Pablo a los Gálatas de este domingo (5, 1.13-18) añade una descripción de ese camino por el que seguimos a Jesús.

Es el camino de la libertad en el que dejamos de ser esclavos. Más aún, la libertad es nuestra vocación, pero nos advierte que esa libertad podemos interpretarla como una forma de satisfacer nuestro egoísmo y que eso es lo contrario de la libertad.

Lo que Pablo hace es ampliar el significado del camino por el que seguimos a Jesús. Es el camino de la libertad. La libertad es lo contrario de egoísmo. Ella es amar a tu prójimo como a ti mismo. Y si eso hacemos, seremos libres.

La libertad, insiste el apóstol, es no dejarse «arrastrar por el desorden egoísta…». Porque sucumbir a eso «…impide hacer eso que ustedes quieren hacer…»

En conjunto

El salmo responsorial de hoy hace un ruego a Dios, le pide que nos muestre el camino de la vida y en él se resume muy bien la idea principal de las tres lecturas de hoy.

Hay un camino solo para nosotros, un camino natural que es vocación humana y ese es el camino de Cristo. Estamos todos llamados a seguirle, lo que nos brinda una conclusión maravillosa, la de que todos estamos llamados a la santidad.

Sí, todos podemos ser santos y para serlo basta con escuchar el llamado de Jesús y seguirle, sin dudas, sin titubeos, como Eliseo. Más aún, ese llamado es imperativo y fuerte. Debemos seguirle renunciando a las posesiones terrenales, a los bienes temporales.

Jesús está por encima de todo y seguirle requiere eso mismo, dejar todo, sacrificarlo todo por Él. No será un camino sencillo, pero la promesa final es la eterna felicidad. Seguirle es ser libres, realmente libres, despegados de todo egoísmo, de todo apego a lo indebido.

¿Cómo seguir a Jesús en nuestra vida diaria? Con cada pequeño detalle, con cada acto que realicemos. Con un trabajo bien hecho, con un buen consejo que demos, con la llamada de atención a los hijos cuando hagan algo indebido, con el saludo amable que demos a otros… es decir, en cada acto que realicemos está la oportunidad de seguir a Jesús.

Le seguimos cuando cedemos el paso a un peatón en la calle, cuando visitamos a nuestros padres, cuando sonreímos a los demás. Literalmente no hay momento del día en el que no haya oportunidad de seguir a Jesús si es que actuamos amando a los demás como a nosotros mismos.