Las tres lecturas de este 2 Domingo Ordinario (ciclo C) en conjunto nos muestran elementos claros. Dios, que ha sido anunciado, realmente llega hasta nosotros y lo hace con alegría, trayendo regalos, esos dones que nos ha dado, diferentes a cada uno.

Primera lectura

En este 2 Domingo Ordinario (ciclo C), la primera lectura (Isaías: 62,1-5) dice,

«Por amor a Sión no me callaré y por amor a Jerusalén no me daré reposo, hasta que surja en ella esplendoroso el justo y brille su salvación como una antorcha. Entonces las naciones verán tu justicia, y tu gloria todos los reyes…»

El texto continúa en este tono de aviso:

«Serás corona de gloria en la mano del Señor y diadema real en la palma de su mano… Como un joven se desposa con una doncella, se desposará contigo tu hacedor; como el esposo se alegra con la esposa, así se alegrará tu Dios contigo».

Son palabras que conforman un anuncio, el de un evento futuro que causa esperanza y gozo y que utiliza una imagen, la del amor de los esposos, que es precisamente a la situación a la que se refiere el evangelio de hoy.

Evangelio

En este 2 Domingo Ordinario (ciclo C), el evangelio (san Juan: 2, 1-11) narra el episodio de la boda de Caná, a la que asisten Jesús y María y donde «Como llegara a faltar el vino, María le dijo a Jesús: «Ya no tienen vino»».

Jesús le contestó: «Mujer, ¿qué podemos hacer tú y yo? Todavía no llega mi hora». Pero ella dijo a los que servían: «Hagan lo que él les diga».

Continúa la narración con las instrucciones de Jesús, las seis tinajas de piedra llenadas de agua hasta el borde, de las que se saca el líquido para ser llevado a la fiesta.

«Así lo hicieron, y en cuanto el encargado de la fiesta probó el agua convertida en vino, sin saber su procedencia, porque sólo los sirvientes la sabían, llamó al novio y le dijo: «Todo el mundo sirve primero el vino mejor, y cuando los invitados ya han bebido bastante, se sirve el corriente. Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora»».

El primero de los milagros de Jesús, precisamente en una boda. Es una señal llena de simbolismo, el anuncio del esposo que viene y que ofrece ese delicioso vino como muestra de su amor.

Es realmente una celebración, una fiesta, una ocasión de alegría y que el salmo exalta diciendo, «Cantemos la grandeza del Señor. Cantemos al Señor un nuevo canto, que le cante al Señor toda la tierra; cantemos al Señor y bendigámoslo».

El anuncio de la primera lectura se ha cumplido. El evangelio da sentido y perfección a Isaías: el esposo ha llegado y muestra su amor. Ya está entre nosotros y se ha manifestado en la celebración de una boda. Es una ocasión de canto y alegría.

Segunda lectura

En este 2 Domingo Ordinario (ciclo C), la segunda lectura (corintios: 12, 4-11), san Pablo habla de los dones. Dice,

«Hay diferentes dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diferentes servicios, pero el Señor es el mismo. Hay diferentes actividades, pero Dios, que hace todo en todos, es el mismo».

Hay una estrecha relación entre la carta y el evangelio. Jesús trae a nosotros diferentes dones o regalos, todos provienen de un mismo origen, Dios mismo.

Si en la boda Jesús obsequia un dulce vino, san Pablo nos recuerda de que

«En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Uno recibe el don de la sabiduría; otro, el don de la ciencia. A uno se le concede el don de la fe; a otro, la gracia de hacer curaciones, y a otro más, poderes milagrosos. Uno recibe el don de la profecía, y otro, el de discernir los espíritus. A uno se le concede el don de lenguas, y a otro, el de interpretarlas».

Ante lo que el apóstol insiste, «Pero es uno solo y el mismo Espíritu el que hace todo eso, distribuyendo a cada uno sus dones, según su voluntad».

Es decir, la multitud de dones tiene un origen único. Es Jesús quien nos da esos dones, regalos buenos y gozosos como el del vino.

En conjunto

Las tres lecturas de este 2 Domingo Ordinario (ciclo C) en conjunto nos muestran elementos claros. Dios, que ha sido anunciado, realmente llega hasta nosotros y lo hace con alegría, trayendo regalos, esos dones que nos ha dado, diferentes a cada uno.

Y en conjunto, eso provoca la reflexión lógica: somos amados por Dios nuestro creador y nada pueda haber mayor que eso, nada. Muestra de su amor son los dones que hemos recibido.

Esta última idea, a su vez, nos debe hacer pensar. La próxima vez que usemos alguna de nuestras habilidades con éxito, ella será ocasión de humildad, pues el logro ha sido posible gracias a los dones que Dios nos ha dado.

Y más aún, sabemos que tenemos obsequios de Dios; los tenemos a pesar de que nos hayamos dado cuenta y creamos que nuestras capacidades son logro nuestro solamente. No lo son. Son los dones que Dios nos ha dado.