Las tres lecturas de este 5 Domingo Ordinario (ciclo C) en su conjunto nos presentan un camino a seguir, el de Dios. El salmo de este domingo usa palabras muy descriptivas que son una oración para nosotros: «Cuando te invocamos, Señor, nos escuchaste… Tu mano, Señor, nos pondrá a salvo, y así concluirás en nosotros tu obra».

Primera lectura

En este 5 Domingo Ordinario (ciclo C), la primera lectura (Isaías: 6, 1-2. 3-8) dice que,

«… vi al Señor, sentado sobre un trono muy alto y magnífico. La orla de su manto llenaba el templo. Había dos serafines junto a El, con seis alas cada uno, que se gritaban el uno al otro: «Santo, santo, santo es el Señor, Dios de los ejércitos; su gloria llena toda la tierra». Temblaban las puertas al clamor de su voz y el templo se llenaba de humo».

Ante tal visión, continúa Isaías diciendo que,

«Entonces exclamé: «¡Ay de mí!, estoy perdido, porque soy un hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, porque he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos». Después voló hacia mí uno de los serafines. Llevaba en la mano una brasa, que había tomado del altar con unas tenazas. Con la brasa me tocó la boca, diciéndome: «Mira: Esto ha tocado tus labios. Tu iniquidad ha sido quitada y tus pecados están perdonados»».

Y termina con una idea muy relacionada con las lecturas del domingo anterior:

«Escuché entonces la voz del Señor que decía: «¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte mía?». Yo le respondí: «Aquí estoy, Señor, envíame»».

Frente a Dios tenemos una misión, la de ser sus profetas, es decir, sus enviados, Más aún, las palabras de Isaías constituyen una breve y sustanciosa oración a Dios: aquí estoy, Señor, envíame.

Evangelio

En este 5 Domingo Ordinario (ciclo C), el evangelio (san Lucas: 5, 1-11) narra que Jesús predicaba a orillas del lago de Genesaret, subido en una barca desde la que enseñaba a las personas.

Continúa el evangelio diciendo que,

«Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar». Simón replicó: «Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra, echaré las redes»».

La situación es simple. Jesús pide a quienes no han pescado nada que lo vuelvan a intentar. Cualquiera en esa situación reaccionaria humanamente negándose a intentarlo de nuevo, pero Pedro reacciona de otra manera.

Acepta volver a echar las redes a pesar de lo sucedido antes. Es decir, confía en la palabra de Jesús.

»Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos. Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían».

La sorpresa debió haber sido mayúscula y nos hubiera gustado ver las caras de los pescadores.

Y sigue el evangelio diciendo que,

«Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: «¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!»Porque tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro al ver la pesca que habían conseguido… Entonces Jesús le dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Luego llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron».

Es un pasaje que nos indica claramente la confianza que debemos tener en Dios. No diferente a Isaías, en esta lectura, Jesús envía a los apóstoles a una misión que a ellos les puede parecer ya imposible.

Están desalentados. Han fracasado. Pero confiados en Jesús y su palabra, de nuevo lo intentan y los resultados son maravillosos. Y, al final, Jesús revela la misión: serán pescadores de hombres.

Segunda lectura

En este 5 Domingo Ordinario (ciclo C), la segunda lectura (corintios: 15, 1-11) contiene las palabras de san Pablo. Dice que Jesucristo

«… se me apareció también a mí, que soy como un aborto. Porque yo perseguí a la Iglesia de Dios y por eso soy el último de los apóstoles e indigno de llamarme apóstol. Sin embargo, por la gracia de Dios, soy lo que soy, y su gracia no ha sido estéril en mí; al contrario, he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios, que está conmigo. De cualquier manera, sea yo, sean ellos, esto es lo que nosotros predicamos y esto mismo lo que ustedes han creído».

Lo que se predica y lo que se cree es que »Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según estaba escrito…».

Es decir, san Pablo resume lo que nosotros debemos predicar, que Cristo murió por nosotros y que resucitó para mostrar que la muerte estaba vencida, que Él es el camino de nuestra salvación. Salvación incluso para Pablo, que fue un tremendo perseguidor de los creyentes.

En conjunto

Las tres lecturas de este 5 Domingo Ordinario (ciclo C) en su conjunto nos presentan un camino a seguir, el de Dios. El salmo de este domingo usa palabras muy descriptivas que son una oración para nosotros:

«Cuando te invocamos, Señor, nos escuchaste. De todo corazón te damos gracias, Señor, porque escuchaste nuestros ruegos… siempre que te invocamos nos oíste y nos llenaste de valor… Tu mano, Señor, nos pondrá a salvo, y así concluirás en nosotros tu obra».

Es real y existe, es el llamado de Dios directamente a nosotros, a cada uno por separado. Desea que le ayudemos en su obra, que seamos sus enviados.

La obra consiste en lo mostrado a Pedro, ser pescadores de hombres. Es traer a otros hacia Dios con ese mensaje que san Pablo resume: aceptar que Jesús es nuestra salvación.

No nos fuerza a aceptar su invitación. Eso es nuestra decisión. Podemos ignorar el llamado, podemos decir que no.

Pero si aceptamos, entonces sucede algo portentoso: Dios mismo será nuestro aliado y nos ayudará a realizar nuestra misión. Ninguna alegría puede ser mayor a la que se siente al saber esto.