El gran tema de las lecturas de este 5 Domingo Ordinario (ciclo A) está contenido con claridad en el salmo responsorial (Sal 111). Dice, «El justo brilla como una luz en las tinieblas». Y la definición de justo que da el salmo está contenida en sus palabras. El justo es «clemente y compasivo… llevan honradamente su negocio… Al pobre da limosna, obra siempre conforme a la justicia… no vacilará… No temerá malas noticias».

Primera lectura

En la primera lectura de este 5 Domingo Ordinario (ciclo A), Isaías (58, 7-10) añade elementos a la personalidad del justo: «Comparte tu pan con el hambriento, abre tu casa al pobre sin techo, viste al desnudo y no des la espalda a tu propio hermano».

Y, más aún, continúa, con, «cuando renuncies a oprimir a los demás y destierres de ti el gesto amenazador y la palabra ofensiva, cuando… sacies la necesidad del humillado brillará tu luz en las tinieblas…»

Con solo leer estos textos es perfectamente posible darnos cuenta de lo que en ellas nos quiere decir Dios. Si nos comportamos así, como nos dice el Padre, brillaremos, seremos como luz en las tinieblas.

Todo muy bien y comprensible, pero a esto el Evangelio añade el elemento más importante de todos.

Evangelio

Este 5 Domingo Ordinario (ciclo A), reproduce el Evangelio de Mateo (5, 13-16) las palabras de Jesucristo:

«Ustedes son la sal de la tierra… Ustedes son la luz del mundo… cuando se enciende una vela no se pone debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa».

Otra vez esa idea de la luz, pero ahora muy claramente colocada como una responsabilidad propia nuestra, de cada uno en lo individual.

Hasta aquí se tiene una idea concreta de lo que dicen las escrituras. Los justos, quienes se comportan de acuerdo a los mandamientos de Dios son luces y estamos para ser luces.

Es una obligación serlo porque, dice el evangelio, «Que de igual manera que brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre que está en los cielos».

Esto último redondea la idea. Jesús habla de nosotros, de volvernos luces actuando como justos y con ello podremos hacer que otros vean las buenas obras realizadas. Es literalmente convertirnos en sus apóstoles. Que es lo que narra San Pablo.

Segunda lectura

La segunda lectura, en primera carta a los corintios (2, 1-5) habla del apostolado que Pablo hacía. Dice esta lectura del 5 Domingo Ordinario (ciclo A):

«… para anunciarles el Evangelio, no busqué hacerlo por la elocuencia del lenguaje o la sabiduría humana, sino que resolví no hablarles sino de Jesucristo, más aún de Jesucristo crucificado… no quise convencerlos con palabras de hombre sabio; al contrario, los convencí por medio del Espíritu y del poder de Dios…»

En conjunto

Al comportarnos de acuerdo con los mandatos de Dios estaremos, por ese simple hecho, siendo apóstoles suyos. Nos convertiremos en luz que guía a otros.

No necesitamos ser sabios, ni conocedores; basta actuar así para ser ayuda a los demás. Más aún, Jesús establece que esto es una obligación, que lo debemos hacer pues somos la sal del mundo.

Si esto fuera un partido de fútbol, diríamos que Jesús nos da un pase para que metamos gol. Podemos hacerlo si lo deseamos, es responsabilidad nuestra. No nos obligará a hacerlo. Sencillamente nos dice allí está la oportunidad.

Si nos comportamos como el justo, brillaremos y con eso ayudaremos a otros a ver a Dios. Es decir, las buenas obras no ayudan únicamente a quien recibe nuestra ayuda, sino que quien las conoce también es iluminado.

No significa eso que debamos andar presumiendo las buenas obras que hagamos. Con hacerlas basta, que ellas solas se encargarán de ser contagiosas para el resto. Tampoco es una cuestión de que nos vean a nosotros y nuestras obras, porque no nos verán, sino que verán a Dios actuando en nosotros.

En otras palabras, podemos ser santos. Sí, la santidad no está solamente reservada a unos pocos, pues ello sería ajeno a la voluntad de Dios.

Literalmente, dice Jesús que somos la luz del mundo, que lo podemos ser, que si lo deseamos lo seremos. Es la luz de la santidad la que podemos tener si nos decidimos. La santidad no es la excepción sino la regla.