Es la libertad la que nos pone cara a cara. Si queremos guardaremos esos mandatos. Pero antes de decidir hacerlo o no, conviene recordar su origen. Son de Dios. Las lecturas del 6 Domingo Ordinario (ciclo A).

Primera lectura

La primera lectura de este 6 Domingo Ordinario (ciclo A), del Eclesiástico (15,16-21) inicia diciendo, «Si quieres, guardarás los mandatos del Señor, porque es prudencia cumplir su voluntad».

Es decir, la decisión es nuestra, somos libres, si queremos podemos no respetar esos mandatos.

Y sigue el texto, «ante ti están puestos fuego y agua: echa mano a lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él escoja».

Otra manera de decir lo anterior. Frente a nosotros están las opciones y, más aún, recibiremos lo que hayamos seleccionado.

¿Podemos escapar de nuestras decisiones? No, no podemos. «… los ojos de Dios ven las acciones, él conoce todas las obras del hombre; no mandó pecar al hombre, ni deja impunes a los mentirosos».

El Salmo Responsorial (118) complementa lo anterior:

«Dichoso el que camina en la voluntad del Señor… el que, con vida intachable camina en la voluntad del Señor; dichoso el que, guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón».

Evangelio

El evangelio de ests 6 Domingo Ordinario (ciclo A), de Mateo (5,17-37) sigue con el tema de los mandatos de Dios. Son mandatos eternos,

Dice Jesús, «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley».

Pero, esos mandatos deben ser bien entendidos con ese esquema de «habéis oído-pero yo os digo».

No es un cambio en la ley, al contrario, es la continuación lógica de su significado:

– «Habéis oído que se dijo a los antiguos: «No matarás»… Pero yo os digo:… si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda».

– «Habéis oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno».

– «Está mandado: «El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio». Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio».

– «Habéis oído que se dijo a los antiguos: «No jurarás en falso» y «Cumplirás tus votos al Señor». Pues yo os digo que no juréis en absoluto, ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey».

Segunda lectura

En este 6 Domingo Ordinario (ciclo A), la segunda lectura (I Corintios 2,6-10) sirve a san Pablo para hablar de «una sabiduría que no es de este mundo, ni de los príncipes de este mundo, que quedan desvanecidos, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria».

El énfasis en una sabiduría no terrenal es repetido:

«Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria… Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu. El Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios».

En conjunto

Las tres lecturas tienen en común la idea de mandatos y que podemos o no seguir según nuestra voluntad. Pero antes de decidir seguirlos o no, conviene tener conocimiento sobre ellos.

Son mandatos que tienen un origen divino. No han sido establecido por los «príncipes de este mundo». Es Dios quien los ha creado y Jesucristo quien los ha explicado en su significado correcto.

Matar y su prohibición, no es solo eso, viene con ese mandato el lógico siguiente, el de tratar bien a otros. Igual para el amor del matrimonio. No es solo estar casado, también es actuar de una forma congruente.

Es una continuación natural del sermón de la montaña, de hace dos domingos, y del anterior, cuando Jesús habla de ser nosotros la sal de la tierra, la luz que alumbre a otros.

Una luz que se enciende con el entendimiento del origen de esos mandatos y la comprensión de su significado. Matar no es solo asesinar, es también haber lastimado al hermano.

En la primera lectura se dice «Si quieres, guardarás los mandatos del Señor, porque es prudencia cumplir su voluntad».

Es la libertad la que nos pone cara a cara. Si queremos guardaremos esos mandatos. Pero antes de decidir hacerlo o no, conviene recordar su origen. Son de Dios.