Podemos ver en las lecturas del 6 Domingo de Pascua (ciclo C), por tanto, este mundo como la ausencia de Jesús, pero la estancia del Espíritu Santo, el encargado de cuidarnos y recordarnos lo que Jesús ha dicho. En todo esto hay una gran lección, mostrada en los Hechos de los Apóstoles: entre los hombres van a surgir inevitables altercados y violentas discusiones. Ante eso podemos hacer dos cosas.

Evangelio

El Evangelio (Juan 14, 23-29) de este 6 Domingo de Pascua (ciclo C) contiene un mensaje de despedida de Jesús.

Dice Él, «… Les he hablado… ahora que estoy con ustedes; pero… el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñara todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho…»

Son las palabras de quien dice adiós. Y esto es sin duda triste, como todas las despedidas y con mayor razón esta. Pero si ponemos atención en sus palabras, no se trata de una despedida.

Dice Jesús, «… No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: «Me voy pero volveré a su lado»».

En realidad no dice adiós, sino hasta luego, prometiendo que volverá. La primera impresión es, por tanto, la de una ausencia temporal. Jesús ya no estará con nosotros sino hasta el fin del mundo.

Eso, desde luego, nos puede causar desazón, sintiéndonos abandonados. Pero no, no nos deja solos. Sería absurdo que quien nos ama nos dejara abandonados. Nos deja con el Espíritu Santo para que nos enseñe y recuerde lo que Jesús ha dicho.

Primera lectura

La primera lectura (Ac 15, 1-2.22-29) ilustra muy bien qué tanto necesitamos al Espíritu Santo.

Se narra allí «un altercado y una violenta discusión» sobre uno de los preceptos de la ley de Moisés acerca de la circuncisión.

El episodio es profundamente humano y hasta sentimental, pues en los elementales inicios del apostolado cristiano somos testigos de discrepancias en lo que diferentes personas piensan que dijo Jesús.

No en balde Jesús previó la imperiosa necesidad de dejarnos al Espíritu Santo, para recordarnos sus enseñanzas e interpretarlas en esos casos en los que no hay aplicación obvia y única.

Es irrebatible la necesidad que tenemos de un guía, de alguien a quien acudir en esos casos de desacuerdos. Y lo que se hizo en ese caso, es natural, se juzgó «.. oportuno elegir algunos y enviarlos…» con Pablo y Bernabé para dirimir esa controversia.

La respuesta de Pablo y Bernabé es clara, dice en parte, «el Espíritu Santo y nosotros hemos decidido…». De nuevo, está allí en Espíritu Santo.

Dios que sigue con nosotros y nos mantiene viva la palabra de Jesús, ayudándonos en las ocasiones en las que las dudas nos asaltan.

Segunda lectura

Por su parte, la segunda lectura (Ap. 21, 10-14.22-23) del 6 Domingo de Pascua (ciclo C) nos pinta con los ojos humanos de la visión de Juan, el regreso de Jesús, con «…Jerusalén, la ciudad santa, que descendía del cielo, resplandeciente con la gloria de Dios…»

Es eso de lo que nos habla el Evangelio de hoy, con las palabras de Jesús, «Me voy pero volveré a su lado».

En conjunto

Podemos ver en las lecturas del 6 Domingo de Pascua (ciclo C), por tanto, este mundo como la ausencia de Jesús, pero la estancia del Espíritu Santo, el encargado de cuidarnos y recordarnos lo que Jesús ha dicho.

En todo esto hay una gran lección, mostrada en los Hechos de los Apóstoles: entre los hombres van a surgir inevitables altercados y violentas discusiones. Ante eso podemos hacer dos cosas.

Una de ellas es el camino correcto, el hacer lo mismo que los de Antioquia, con humildad acudir a quien tiene autoridad y posee la luz del Espíritu Santo para remediar los desacuerdos.

Es esa la lección clara que está en ese libro sagrado y que debe de servirnos de guía. Porque es posible que hagamos otra cosa, pecando de altanería e insolencia.

Podemos intentar solucionar las discusiones humanas acerca de nuestra religión sin escuchar al Espíritu Santo, sin acudir a los apóstoles de nuestros días y proponer como mejores a nuestras propias visiones o apoyar las de otros, dando origen a confusiones que nacen de la arrogancia de no querer escuchar al Espíritu Santo.

No es esto un caso remoto, ni aislado, sino real, sucedido y narrado en esa lectura inmediatamente después de la partida de Jesús. Y repetido mil veces en nuestra historia.

Los hombres empezamos de inmediato a discutir sobre la interpretación de las enseñanzas de Jesús. ¿Qué hacer en estos casos? Pocas dudas puede haber y nos lo dice sin el menor asomo de duda un texto inspirado por el mismo Espíritu Santo.

Debemos acudir a Él, que es quien ha sido dejado con nosotros para recordarnos la palabra de Jesús. La lección es muy clara para todo católico: es su iglesia a la que debe seguir, aún en medio de tentadoras ofertas y opiniones distintas, así sean ellas bien intencionadas.

Porque, al final, lo que dijo Jesús en su despedida apoya eso mismo. Nos envía del Padre al Espíritu Santo «en mi nombre». Son palabras claras y sencillas, sin interpretación doble.

Es esto importante de reconocer en momentos en los que hay voces que piden reformas y revoluciones, cuando lo que Dios está pidiendo no es otra cosa que santidad.