La gran similitud del ADN humano y el de otros animales llega a querer entender a toda la naturaleza humana. Sin embargo, es obvio que no es así. Hay evidencias y razonamientos que lo impiden. ¿Determina la genética la conducta sexual humana?

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Genética y conducta sexual humana

Un libro reciente es merecedor de examinar — Sex at Dawn, C. Ryan y C. Jethá (2010) Harpers Collins.

Determino, primero, lo que sostiene la obra, después examino opiniones derivadas. Y termino con una idea adicional.

El breve, el libro opina que la monogamia no es natural a la especie humana, que la idea de la fidelidad matrimonial se opone a los genes humanos. La evolución del humano y de otras especies con ADN similar, dice, muestran las ventajas del sexo frecuente en comunidad.

Son argumentos arqueológicos, antropológicos, anatómicos y, en general, evidencias físicas históricas y presentes que van en una dirección.

La de probar, por medio del DNA, una naturaleza promiscua que sirve de explicación a las conocidas dificultades de mantener la fidelidad conyugal.

Consecuencias

Ahora, los efectos de las ideas del libro. Si la genética de los bonobos, un tipo de chimpancé, con muy similar ADN humano, hay conductas promiscuas, se concluye que tampoco nada antinatural puede existir en la promiscuidad humana.

Las hembras de los chimpancés copulan con todos los machos. Si hacen lo mismo los bonobos, entonces los humanos lo pueden hacer como algo que es natural.

Es la explicación natural es una competencia de espermas que resultan en supervivencia de la especie.

Consecuentemente, se argumenta, la monogamia humana va en contra de la especie y eso explica a la infidelidad matrimonial en todos los tiempos.

📌 El clímax es llegar a concluir que la monogamia va contra la naturaleza humana y que la fidelidad matrimonial es antinatural. Incluso está en contra de la forma de los genitales. Por genética sola los humanos deberían tener una conducta sexual similar a la de esos animales.

Las consecuencias y conclusiones son válidas y justificadas —bajo esta visión biológica/evolutiva no tiene sentido la monogamia. Sería ella antinatural y los miembros de una comunidad humana harían bien al llevar una vida promiscua.

Sin embargo hay más que debe examinarse en el tema, especialmente algo que pasa desapercibido.

La suposición oculta

Hay un problema en toda la base de la argumentación antes vista acerca de la determinación genética de la conducta sexual humana.

Supone ella una premisa que no hace explícita, la de que los humanos son una especie que no difiere de los primates en forma significativa.

Si el ADN humano tiene diferencias menores del 2% con respecto a chimpancés y bonobos, entonces se concluye, el humano debe comportarse como esos primates. De lo contrario, se concluye, los humanos actuarían contra su naturaleza.

📌 La justificación final de quien propone que la promiscuidad del chimpancé justifica la promiscuidad del ser humano está en esa mínima diferencia de ADN. Si el bonobo tiene el 98% del ADN humano, el humano debe comportarse 98% igual.

No hay más que eso en el argumento que justificaría la promiscuidad como lo más natural para el ser humano. Es un razonamiento que no tiene congruencia interna.

Si el ADN es justificación de la promiscuidad, también debería serlo de otras cosas que son propias de esos animales. Por ejemplo, andar desnudos, no tener escuela, no hacer construcciones, no escribir, ni leer.

O, incluso, podría argumentarse en sentido opuesto y preguntarse el por qué los bonobos no se comportan como los humanos —concluyendo que los chimpancés están actuando contra su naturaleza.

Otras precisiones

Es una falla del razonamiento que ilustro con una de las pruebas usadas.

El órgano masculino es grande en relación al cuerpo del macho y está diseñado de manera que retira semen de otros machos. Por su lado, la hembra puede copular continuamente, pero no el macho.

Entonces, la forma de los genitales tiene suficiente peso como evidencia para concluir que la promiscuidad es lo natural.

Bajo la misma línea de pensamiento, cualquier forma anatómica daría la justificación necesaria para lo que sea. El pulgar humano permite tomar un tronco y con él golpear al otro macho. Aunque yo argumentaría que ese pulgar le sirve para escribir y teclear un iPhone.

Es un argumento poco convincente de la influencia genética en la conducta humana. No es la única explicación y es criticable por su artificialidad reducida a unidireccionalidad.

Es más promisoria y realista otra visión más integral del ser humano. La que reconoce, por supuesto, esa similitud con otras especies, pero que apunta sobre todo a otras diferencias tremendas que colocan al ser humano a una distancia enorme de los primates.

Las diferencias de los humanos

Mientras que el libro mencionado pone su atención en la visión biológica/evolutiva y nada más que eso, olvida lo realmente digno de conocer —las diferencias entre humanos y animales.

Con el 98% del ADN humano, un bonobo no tiene capacidad para realizar sumas, ni dibujar un mapa, ni descubrir sobre su propio ADN.

Concluyendo, si se usa solo la visión biológica/evolutiva y del DNA del ser humano, resulta perfectamente lógico rechazar la moral que considera mala a la promiscuidad sexual.

Pero si se usa una visión integral del ser humano, esa conclusión no tienen esa lógica y sustento.

Globo de ideas afines

Varios conceptos vienen a la mente cuando se habla de la diferencia entre animales y humanos. Uno de ellos es el determinismo.

Otros son el del animal humano racional y la ventaja evolutiva.

Del otro lado, lleva a asuntos como la revolución sexual y el derecho al placer sexual.

Más el entendimiento del matrimonio y el significado humano de amar como una decisión.

Discusión sobre la genética y la conducta sexual humana

Ha sido y es tema frecuente el decir que poco o nada separa a los humanos del resto de los animales, especialmente de algunos primates. La genética es la que dicta a la conducta sexual humana.

¿Es cierto o no? Podemos comenzar señalado algo obvio, pero oculto. El mismo hecho de que usemos la palabra «humanos» indica que se reconoce que hay algo que nos diferencia, aunque no se admita.

Decir que «humanos» y «chimpancés» son iguales o casi, apunta que reconocemos que allí hay dos clases reconocidas y distintas a las que se intenta hacer similares o iguales. Acudamos ahora a una idea aristotélica muy útil.

Eso que diferencia del resto a un tipo de cosas, eso es precisamente lo que define a la naturaleza de ese tipo de cosas. No es complicado.

Es lo que nos permite distinguir a un perro de un gato; o a un árbol de una semilla. Quizá no lo podamos verbalizar con total claridad para explicarlo a otros, pero sabemos hacer esas distinciones.

En el caso de los humanos, podemos distinguirlos de plantas, de animales, de todo el resto de cosas. ¿Cómo? Descubriendo las características que son humanas y que no son del resto, es decir, las diferencias.

Las peculiaridades humanas

Las cosas que descubramos de esta manera serán las características que definan (y separen) a los humanos del resto.

Usted puede pensar ahora en alguna de ellas. Hágalo, es un buen ejercicio. Son esas cosas que van en contra de que la genética casi igual de un bonobo indica que la conducta humana debe ser igual o muy parecida.

Quizá descubra que solo los humanos pueden escribir música, pero no los bonobos, ni ningún otro animal. Y que ningún otro animal forma sindicatos de trabajadores que manifiestan en las veredas de una jungla.

Que no hay animal que conozcamos que pida crédito para gobernar dando pensiones a los otros animales de la manada.

Ningún animal se ha puesto a pensar y proponer qué es lo que lo diferencia del resto de las cosas. Tampoco ha escrito al respecto proponiendo una taxonomía de las cosas.

En otras palabras, en ninguna otra especie ni género animal ha existido un equivalente de Platón, o de Aristóteles.

La genética no explica toda a la conducta humana

Algo debe haber en los humanos que los separe del resto de los animales. Quizá sea el pensar, es decir, el hacerse preguntas y buscar respuestas. Llámele usted curiosidad intelectual.

Quizá como el ver a la luna y descubrir que tiene un ciclo; u observar que hay otro ciclo solar; y medirlos y usarlos.

La pregunta que sigue es la obvia. ¿Sigue siendo humano alguien que no llega a las alturas de Aristóteles?

La diferencia entre un chimpancé y Aristóteles es clara, pero queda por ver si existe esa diferencia entre el chimpancé y otros miembros del grupo humano (algunos de los que parecerían apoyar la idea de que no hay diferencias).

¿Las hay? Sí, sí las hay. Es humano todo aquel que pueda pensar, que sea capaz de hablar, leer, preguntar. Si esta es la esencia humana, de allí pueden obtenerse otras conclusiones que son llamativas.

Entre humanos sí hay diferencias

Una de ellas, la de las diferencias no esenciales. Es obvio que hay diferencias entre los humanos.

Diferencias físicas, mentales, de gustos, de opiniones. Diferencias que no los separan del grupo humano. Siguen siendo humanos a pesar de tener esas diferencias y eso significa que deben ser tratados como humanos, igual que el resto.

Por lógica que nos parezca la conclusión, ella no es fácil de alcanzar. Se necesita cierto refinamiento mental y, más aún, convencimiento propio.

Ni siquiera hoy en día se acepta universalmente esa igualdad esencial humana (si no me cree, vea al Estado Islámico y su modo de tratar a la libertad religiosa).

Hay otro problema, el de los casos en los que el ser humano no tiene capacidad para pensar. El del enfermo con algun padecimiento cerebral, por ejemplo. ¿Es humano? Hoy algunos dicen que no; al igual que dicen que no es humano un embrión en el vientre materno.

¿Ve lo que digo? La idea de la igualdad humana, en su esencia y que deriva en igual trato para todos, aún hoy tiene problemas.

Nos escandaliza el tratar a otra raza como inferior, en el apartheid, por ejemplo, pero al mismo tiempo se propone tratar como cosas sin valor humano a los bebés en el vientre materno.

Curiosa situación que muestra otra faceta esencial humana, la de pensar y razonar, lo que sin remedio significa poder encontrar la verdad, pero también sin remedio nos lleva a errores.

No creo que otro animal pueda llegar a esa misma posición, la de cometer errores de pensamiento y darse cuenta de ellos y corregirlos. Hay otras cosas además de la genética que explican a la naturaleza humana y su conducta.

En resumen

Quiero ser claro en lo que he dicho y ello tiene dos partes.

•Si se usa solo el punto de vista genético como explicación total de la conducta sexual ser humano, la promiscuidad es perfectamente admisible y loable. Los humanos harían bien en comportarse como un chimpancé.

• Si se aceptan otros puntos de vista, adicionales al biológico/evolutivo, las cosas cambian y la aceptación de la promiscuidad ya no es tan natural. Con facilidad podría ser considerada lo opuesto.

¿Deben aceptarse otros puntos de vista adicionales al biológico/evolutivo? Sin duda.

La visión biológica/evolutiva o genética pone su atención en las similitudes con otras especie y bajo su óptica predeciría que el ser humano tuviera una conducta prácticamente igual a la del chimpancé. Obviamente no la tiene.

La similitud en ADN entre primates y hombres se usa para justificar que la conducta del primate sería lo natural en el hombre. Pero insisto en un punto anterior.

¿Por qué no justificarlo en dirección contraria? La conducta del hombre sería lo natural en el primate y entonces el primate debería entender que debe ser monógamo.

La falla en la teoría de que con ADN casi igual el hombre debe ser tan promiscuo como los primates es un error común en las argumentaciones.

El error de congruencia interna de la teoría: debería explicar no solo sexualidad, sino toda la vida y costumbres del ser humano usando solo la vida del primate.


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[Actualización última: 2023-06]