El llamado es total, es íntegro, es universal y no tiene excepciones. Es una real invitación a escuchar el llamado de Dios y hacer lo consecuente, reconocerle como tal, dicen las lecturas del 2 Domingo Ordinario (ciclo A).

Evangelio

En el Evangelio de este 2 Domingo Ordinario (ciclo A), Juan (1, 29-34) habla de un hecho vital, del reconocimiento de Jesucristo.

Juan el Bautista ve a Jesús que se acerca y dice, «Este es el Cordero de Dios». A lo que añade, «el que quita el pecado del mundo».

Pero el Bautista no se queda allí y va más allá en su reconocimiento de Jesús al exclamar que Jesús es ese «de quien yo he dicho, ‘»El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo»».

Todo lo que dice el Bautista se refiere a contestar la pregunta de quién es Jesús, en cuya contestación insiste al seguir diciendo, «Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel».

Es digno de notarse que diga eso de «yo no lo conocía», pero que ahora lo reconoce porque, «Vi al Espíritu descender… y posarse sobre él».

El Bautista repite esa idea,

«yo no lo conocía, pero él me envío a bautizar con agua y me dijo, «Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo». Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios».

Todo en este breve texto nos manda con harta insistencia un mensaje único, muy propio del inicio del año. El primer paso que debemos dar es reconocer a Jesús como el Hijo de Dios, como Dios mismo.

Segunda lectura

La segunda lectura del 2 Domingo Ordinario (ciclo A), la carta de San Pablo a los corintios (1, 1-3) redondea el mensaje del evangelio con un elemento universal,

«A todos ustedes», dice Pablo, «a quienes Dios santificó en Cristo Jesús… a todos aquellos que en cualquier lugar invocan el nombre de Cristo Jesús, Señor nuestro y Señor de ellos…»

Esto es algo así como el otro lado de la misma moneda. el Señor de todos en cualquier lugar, al que así debemos reconocer.

El llamado es total, es íntegro, es universal y no tiene excepciones. Es una real invitación a escuchar el llamado de Dios y hacer lo consecuente, reconocerle como tal.

Segunda lectura

Esta misma idea está en la primera lectura del 2 Domingo Ordinario (ciclo A), de Isaías (49, 3.5-6), al final, cuando dice «… te voy a convertir en luz de las naciones para que mi salvación llegue hasta los últimos rincones de la tierra».

De nuevo ese llamado para todos, en todo lugar y en todo tiempo.

En conjunto

Poca duda puede haber en el común denominador de estas lecturas del 2 Domingo Ordinario (ciclo A). Son ellas un llamado a entender a Dios como el ser supremo.

No un dios particular, sino un Dios universal, de hombres y mujeres cualquier lugar. Y ese Dios es el que, por medio de su Hijo, invita a hacer lo obvio, reconocerle como tal. En pocas palabras es pedirnos que creamos en él.

Un mensaje sencillo y simple, sin complicaciones y que significa el primero de nuestros pasos en el camino de la fe. Creer, sin duda en Dios, en Jesús, y todo lo que siga será consecuencia de esa creencia, que no es otra cosa que reconocimiento, el darse cuenta que Dios existe y que Jesucristo es Dios.

Las palabras de el Bautista pueden incluso verse como tercas y repetitivas. No quiere él dejar duda al respecto.

Dice dos veces que no lo conocía y con ello revela una faceta muy humana, similar seguramente a la nuestra; quizá no le conozcamos aún tan bien como debiéramos. Pero añade insistentemente que da testimonio de Jesús.

En el salmo responsorial, hay un par de palabras que resumen estas ideas, donde se le dice a Dios, «Aquí estoy» Más brevedad es imposible pedir y así puede resumirse una bella oración de reconocimiento al meditar durante esta misa esas palabras: Señor, aquí estoy.