Es esta quizá la manera humana por la que podemos reconocer a Dios, la manera del amor y todo lo que de esa palabra emana. Nuestra vida en este instante es un acto de amor de Dios por nosotros, una oportunidad del amor para devolverlo a nuestra escala hacia él, según nos recuerdan las lecturas del 21 Domingo Ordinario (ciclo A).

Segunda lectura

En este 21 Domingo Ordinario (ciclo A), la segunda lectura de la carta de San Pablo sienta el tema del resto de las lecturas (Romanos, 11, 33-36).

Inicia hablando de la inmensidad y riqueza de la sabiduría de Dios, de lo impenetrable de sus designios y lo incomprensible de sus caminos. A esto añade preguntas que el apóstol se planeta desde nuestra posición humana.

«¿Quién ha conocido jamás el pensamiento del Señor o ha llegado a ser su consejero? ¿Quién ha podido darle algo primero, para que Dios se lo tenga que pagar?»

Pablo mismo obtiene la conclusión, «… todo proviene de Dios, todo ha sido hecho por él y todo está orientado a él».

Puede ser este un punto de partida de nuestras creencias. Todo ha sido hecho por Dios. Nuestra existencia misma en este momento es voluntad de Dios.

El nos ha dado antes que nosotros siquiera lo reconociésemos. Y tal vez sea este el llamado que nos hace, el de reconocerle incluso a pesar de no entenderle completamente.

Evangelio

Eso mismo es lo que narra el evangelio de hoy (Mateo 16, 13-20). Jesús pregunta «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?». Es la pregunta central de este 21 Domingo Ordinario (ciclo A).

Las respuestas son varias y ninguna de ellas, exacta. Pero Pedro es el que responde directamente,

«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Ante lo que Jesús exclama, “Dichoso tú, Simón… porque eso no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre…»

Después de esa exclamación, Jesús establece a Pedro como la piedra sobre la que edificará su iglesia y, más aún, dice,

«Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que tú ates en la tierra quedará atado en el cielo y todo lo que tú desates en la tierra quedará desatado en el cielo».

Primera lectura

En este 21 Domingo Ordinario (ciclo A), esas son palabras que siguen muy de cerca las de la primera lectura (Isaías 22, 19-23), cuando Dios habla de Eleacín, diciendo «Pondré la llave del palacio de David sobre su hombro. Lo que él abra nadie lo cerrará; lo que él cierre, nadie lo abrirá».

En conjunto

Las lecturas del 21 Domingo Ordinario (ciclo A) tienen en común dos ideas, la del reconocimiento de Dios por nuestra parte, que es el papel que juega Pedro en el evangelio.

Es simplemente decir que Dios existe y que lo reconocemos, a lo que puede agregarse la idea de Pablo: nuestro conocimiento y nuestra capacidad no puede comprenderlo totalmente.

Es una combinación de ideas que implica humildad, como dice el salmo de hoy en una de sus partes, «Se complace el Señor en los humildes y rechaza al engreído».

Reconocerle en una acción de humildad y sumisión, incompatible con el orgullo. Es saber que nos ha creado, que todo lo debemos, que vivimos por él y que por naturaleza estamos orientados a él, como dice Pablo.

Y que lo aceptamos sin poderle entender cabalmente, pues su grandeza es tal que rebasa nuestra capacidad. Pero en todo esto hay un elemento que sí podemos comprender y que está en el salmo de hoy que dice, «Señor, tu amor perdura eternamente».

Es esta quizá la manera humana por la que podemos reconocer a Dios, la manera del amor y todo lo que de esa palabra emana. Nuestra vida en este instante es un acto de amor de Dios por nosotros, una oportunidad del amor para devolverlo a nuestra escala hacia él.