La oposición de intereses entre grupos sociales de una comunidad. Una idea de conflicto entre el bien de unos y el de otros. La creencia de que lo que beneficia a un grupo produce un daño a otro. El conflicto de intereses en la sociedad.

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Punto de partida

Hay ideas que se quedan en la cabeza a pesar de haber sido leídas hace años. Pocos son los que las producen. Uno de esos fue Alexis de Tocqueville, el escritor de La Democracia en América.

Muy al principio de ese libro, habla de la democracia comparándola con la aristocracia. Dice que si una democracia

«será menos brillante que una aristocracia, también habrá en ella menos miserias. Los goces serán menos extremados y el bienestar más general; las ciencias serán menos magníficas y la ignorancia más rara; los sentimientos menos enérgicos, y los hábitos más moderados. Habrá menos vicios y menos crímenes».

Y añade algo que sorprende, dice que

«[…] como [en una democracia] cada hombre será igualmente débil, sentirá necesidad de sus semejantes, y al saber que no podrá conseguir apoyo sino con la condición de prestar ayuda, descubrirá fácilmente que para él el interés privado coincide con el interés público».

Tocqueville pone en tela de juicio uno de los clisés más populares de nuestros tiempos, el conflicto de intereses en la sociedad, la oposición de intereses dentro de una sociedad. El de la creencia en la existencia de intereses irreconciliables entre grupos de personas.

El pensamiento acostumbrado del conflicto de intereses

Estamos tan acostumbrados a escuchar que existe oposición entre el interés privado y el interés público que aceptamos eso sin siquiera pensarlo.

¿Qué pasa si en realidad los intereses personales no son contrarios a los públicos? ¿Qué pasa si lejos de eso, los intereses privados coinciden con los públicos?

Las preguntas son tan extremas que, primero, en ciertas mentes causarán la misma impresión de imaginar un mundo sin gravedad, en la que los objetos floten.

Tan atrevidas que son puestas de lado, ignoradas, para seguir viviendo en un mundo basado en lo contrario. De ser cierto que no existe tal oposición de intereses, caerían por tierra una buena cantidad de opiniones políticas.

No hay tal conflicto

Tocqueville no alaba a la democracia incondicionalmente como suele hacerse en nuestros días, muchas veces por parte de quienes menos democráticos son.

Simplemente la describe y al hacerlo, la descubre de tal manera que a nuestros ojos modernos parece algo totalmente nuevo. Y esto nuevo reta ideas establecidas, como el conflicto de intereses. No hay realmente lucha de intereses en la sociedad. Mucho menos una lucha de clases.

Piense usted en esto, sobre la idea de que los intereses particulares son contrarios a los intereses particulares se han construido teorías políticas enteras y se han erigido autoridades con planes de gobierno para remediar un problema que quizá no existe, o que es mucho menor a lo imaginado.

No hace muchos días en la radio se escuchó de nuevo. Un gobernante insistió en decir que su gobierno «ponía a los intereses sociales por encima de los particulares, a los de las mayorías por encima de los de las minorías”». Si esa oposición no existe, su gobierno dejaría de tener justificación.

Lo que Tocqueville dice es que el ciudadano

«al saber que no podrá conseguir apoyo sino con la condición de prestar ayuda, descubrirá fácilmente que para él el interés privado coincide con el interés público».

Si esto es cierto, el marxismo pasa a ser una nota académica y la experiencia de la URSS, China, Cuba, Venezuela se prueba como una tragedia de proporciones pandémicas.

¿Qué es el interés público?

📌 No puede ser nada más que la suma de intereses personales, pues es imposible que exista algo público que no tenga componentes personales. La única manera de encontrar oposición entre intereses, no hay otra, es dividir a la gente en grupos con intereses predefinidos como opuestos, es decir, los intereses se colectivizan.

Ya no hay personas, sino sectores, como entendió al mundo Lázaro Cárdenas en México, dejando una herencia de consecuencias terribles.

Pero si efectivamente existen personas, lo que es innegable, pueden ellas por sí mismas tener ese hallazgo sorprendente para tantos: el mismo interés privado coincide con el interés público, el general.

Y si eso se cree, la vida cambia porque no hay conflicto de intereses en la sociedad.

De la lucha y el conflicto, todo prefabricado, se pasa a la coordinación y la cooperación mutua. No será un mundo ideal, no uno carente de roces y desavenencias, pero existirá la idea de que hay una manera de armonizar las cosas, de coincidir en intereses.

Por supuesto, existen roces y conflictos de intereses entre personas dentro de toda sociedad, pero ellos son personales e individuales, no colectivos ni de grupo.

Saberlo ya es un adelanto que evita la erección de gobiernos sustentados en la creencia falsa de que su tarea es conciliar intereses sectoriales irremediablemente opuestos y que deben terminar con la victoria de un grupo sobre otro, que es la mentalidad estándar del gobernante.

Globo de ideas relacionadas

La noción de conflictos de interés se relaciona con ideas como la polarización social, el odio a los ricos y la explotación.

También con el tema de asuntos públicos y privados, de la mentalidad política simple y de interés público y social.

Más vida en sociedad.

Conclusión: maniqueísmo y los conflictos de intereses

Lo que se trata a continuación es la aplicación de maniqueísmo a la política y su conexión con la lucha de intereses en la sociedad. Eso que ha sido definido como,

«El maniqueísmo político es considerado como la actitud de ciertas personas, de dividir las ideas, o personas en dos grupos: los del bando bueno, y los del bando malo, en forma irreductible». significados.com

Para entenderlo mejor, se trata de una actitud en cualquier terreno y que se caracteriza por adoptar posiciones extremas sin puntos medios; de un lado están los buenos y del otro, los malos.

Una visión dual absoluta de la realidad, en la que no hay matices intermedios ni posibilidad de razonamiento o análisis. Todo se convierte en una lucha de intereses en la sociedad.

Puede usarse el ejemplo de quienes ven la realidad dual absoluta de la posición liberal y la conservadora, entre las que no hay matices intermedios, sino la equivalencia de un conflicto entre el bien y el mal. 

La «prensa fifí» conservadora de López Obrador en un ejemplo pues describe al enemigo contra el que tiene una lucha constante creyendo ser él un liberal (!). No es algo nuevo realmente. Forma parte del panorama político común.

El maniqueísmo político es, en pocas palabras, un juicio absoluto de división de la sociedad en grupos antagónicos que son colocados como equivalentes del bien y del mal absolutos. Entre los que hay intereses opuestos e irreconciliables.

El ejemplo más clásico es el de C. Marx, bien analizado por Schumpeter, de reducir a la sociedad a dos grupos opositores inevitables.

Otras maneras de maniqueísmo político son las dualidades reduccionistas de mujeres contra hombres o ricos contra pobres.

Y todas aquellas que evitan el uso de la razón y el diálogo, ya que, por ejemplo, para quien se considere liberal él está en el bien y los conservadores en el mal, por lo que ya no hay necesidad siquiera de argumentar entre sí.

El maniqueísmo político, es decir, la lucha de intereses en la sociedad, está bien ilustrado en la frase «lucha de clases» puesto que así entiende a la realidad social, como un escenario de pugnas irreconciliables entre dos grupos, uno bueno y otro malo.

Es al final de cuentas, una visión de lucha de grupos, sin cuartel, en la que la única solución es la opresión del otro.

Un escenario en el que no hay otra solución posible que el uso del poder y la violencia para derrotar al grupo opositor.


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[Actualización última: 2023-06]