Las causas del fracaso de diálogos y discusiones. Las razones por las que se falla al tratar de llegar a acuerdos en conversaciones y debates. Un análisis de razones y motivos.

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Introducción: ¿por qué fallan diálogos y discusiones?

Una buena cantidad de intentos de llegar a acuerdos mutuos falla cuando existía una razonable probabilidad de llegar a conclusiones compartidas y cambios de opinión. ¿Por qué?

Lo que sigue es una lista parcial de las causas por las que se tienen diálogos improductivos que son un fracaso, cuando podían hacer sido exitosos. Presento una lista de causas sin orden de importancia.

1. Asimetría de carga de pruebas y evidencias

Las discusiones fracasan, en buena parte, por la diferencia de obligaciones de mostrar pruebas en cada parte. Esto funciona así:

  • La persona A emite el juicio m
  • La persona B emite un juicio opuesto
  • A pide a B que explique sus razones.
  • B presenta pruebas y evidencias que confirman m
  • A dice que no son satisfactorias las razones de B
  • A concluye que entonces su juicio m es verdadero

Las fallas son evidentes en esta discusión. Primero, A no ha proporcionado sus pruebas a B para que esta las valorara. Segundo, aunque B presentara malos argumentos, eso no significa que A tenga la razón. Ambos pueden estar equivocados.

Esta situación se presenta con frecuencia al usar argumentos erróneos como la falacia del motivo cuestionable, la falacia del insulto: ad-hominem, la falacia de la disyuntiva falsa, o similares.

2. Argumento de la demostración no mostrada

Esto sucede cuando alguien dice cosas como «está demostrado», o «los expertos están de acuerdo en que…». Y a continuación desecha toda lo argumentado en su contra sin que sienta necesidad de mostrar la demostración de su argumento.

El remedio es solicitar evidencias detalladas: estudios, libros, artículos, investigaciones, que demuestren eso.

Incluyo aquí el argumento de los expertos que es abusado. Suele ignorarse que en la mayoría de las ocasiones los expertos no tienen una opinión única y entre ellos existen diferencias notables de opinión.

Otra de las causas del fracaso de diálogos es esta «opinión de expertos» y a la de «todo el mundo sabe». Suelen ser pruebas basadas en repetición exhaustiva o en la celebridad de expertos o intelectuales fuera de su campo de especialidad.

3. Simplificación extrema de argumentos y tema

Esto convierte en argumentos a simples frases y eslóganes repetidos. Por ejemplo, quienes defienden el aborto suelen hablar de «el cuerpo de la mujer es suyo y puede hacer con él lo que quiera», una afirmación discutible pero que se convierte en un argumento contundente.

Es un fenómeno curioso y consiste en presentar como argumento absoluto una afirmación rotunda, como «el neoliberalismo significa corrupción», o «la ciencia y la religión siempre han estado en oposición» pensando que eso es prueba suficiente que justifica su opinión.

Así, se cierra toda posibilidad de análisis. Las cosas suelen ser más complicadas y no admiten fácilmente generalizaciones precipitadas.

4. Uso de textos incomprensibles

Más refinada y menos común entre la gente normal, pero frecuente en círculos académicos, es el uso de textos que son incomprensibles. Esto da un aire de respeto y un escudo protector a las opiniones más alocadas.

Este es el material que muchos alumnos universitarios absorben: la ilegibilidad como evidencia de verdad. Otra buena causa por la que fracasan los intentos de diálogo.

Plato and Aristotle

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5. La argumentación sentimental y emocional

Es el uso de sentimientos y emociones que descarta la utilización de razonamientos pruebas y evidencias.

Muchas personas usan esto cuando al ser expuestas a opiniones contrarias a las suyas, se declaran lastimadas y dañadas en sus sentimientos, arguyendo que se les ha hecho sentir amenazadas.

O bien argumentan sentimientos de compasión que justifican solamente intenciones. Entonces quien ha expresado la opinión opuesta pasa a ser colocado en la posición simplificada de villano que ha lastimado los sentimientos ajenos.

Esta otra causa del fracaso de diálogos y conversaciones merece una cierta amplitud de tratamiento.

📌 Si a casi cualquiera se le pidiera decir qué es lo opuesto a una conversación, de seguro diría que es el silencio. En realidad, lo puesto a un diálogo entre personas es el uso de argumentos ideológicos.

Primero, una conversación entre personas necesita un conocimiento razonable del lenguaje, un vocabulario más o menos rico, que pueda expresar sus ideas y las sutilezas que ellas puedas poseer.
Segundo, una conversación necesita que las personas tengan un conocimiento razonable de ciertas reglas de lógica. Quizá pueda decirse que tengan sentido común, el suficiente como para reconocer fallas y errores en su razonamiento.
Tercero, el más importante de los factores: una actitud que lleve a las personas a escucharse entre sí, puesto que sin escuchar no existe conversación alguna y el diálogo fracasará.

Fallas adicionales

Puede pensarse de la falta de un vocabulario adecuado: quien no entiende lo que el otro dice no tiene posibilidad de responder y tenderá a sostener su propio punto de vista sin aceptar lo que el otro afirma.

El fracaso del diálogo puede imputarse de la falta de conocimiento de reglas mínimas de lógica, que impide la comprensión de los errores y aciertos en el razonar de quienes participan. Quien no entiende, por ejemplo, la falla de alguna falacia, tenderá a mantener su posición sin entender la otra.

Puede derivarse, también, de una tercera condición, que es la que más me interesa en esta breve exploración, la ideología. Una actitud viciosa que rechaza los más sólidos razonamientos y las más claras evidencias para mantener una posición u opinión propia.

La falla ideológica

Sostengo que lo que más causa esa falla es lo que se llama ideología: una serie o conjunto de creencias que una persona usa para explicar la realidad, la forma en la que ella puede explicar al mundo.

Nada negativo existe en poseer creencias, pero cuando ellas son convertidas en una explicación universal absoluta que no admite discusión, se convierte en el rechazo absoluto a toda opinión opuesta.

Esta situación es la de un rechazo consciente y abierto, que la persona realiza cuando enfrenta puntos de vista opuestos a su ideología. No acepta pruebas o las niega, argumenta débilmente, pero consciente de lo que hace y dice, por erróneo que pueda parecer al observador objetivo.

Grandes problemas se padecen cuando la ideología es más bien un paradigma o marco mental del que no se da cuenta la persona. Posee ella uno o más instrumentos de interpretación de la realidad que la limitan notablemente en su comprensión del mundo.

El ejemplo más diáfano en el que puedo pensar, de esa cerrazón ideológica involuntaria, de la que poca consciencia se tiene, es la de la división social en grupos en conflicto, muy identificable en los remanentes que deja la idea de la lucha de clases.

Quien posee ese marco mental, sin darse cuenta de él, conforma un enemigo de la conversación y el diálogo. Será imposible hacerle ver otras posibilidades que no representan conflictos de clases o grupos. Para esta persona, toda la realidad es explicable por medio de una estructura simple de dos grupos enemigos.

Norte contra sur, desarrollado contra subdesarrollados, proletarios contra burgueses, capitalistas contra trabajadores. Este tipo de marco mental es el más temible porque no es reconocido por la persona —salir de él implicaría dar un brinco sustancial a lo hasta ahora incomprensible y desconocido.

Son estos sesgos ideológicos una gran causa del fracaso de los intentos de diálogo. Una conversación razonable solo puede estar alimentada por una idea en común de todas las partes, el de su interés en encontrar la verdad.

No tiene una conversación el objetivo de ganar una discusión convenciendo al otro, aunque puede suceder. El objetivo es terminarla con un sentimiento de enriquecimiento personal: saber más de lo que antes se sabía.

7. Diálogos convertidos en monólogos

Esta otra causa que hace fracasar a debates y diálogos es la conversión de ellos en un monólogo por alguna de las partes. Esto sucede cuando (1) solo una de las partes expone sus juicios y (2) ella no escucha a la otra o lo niega la oportunidad de exponer su posición.

Esquemáticamente esto puede verse así:

  • La persona A expone su posición y exige sea admitida o aprobada.
  • La persona B expone su posición y la argumenta.
  • A no atiende la argumentación de B.
  • A reitera su posición y vuelve a reclamar su aceptación total.

El problema se presenta con frecuencia en los foros de diálogo de temas políticos. Cada uno de los representantes de las diversas fuerzas políticas llega con una agenda más o menos desarrollada del tema y precauciones políticas electorales.

Cada uno se regodea y goza su participación, al que considera inapelable. Y las reuniones se convierten en una colección de discursos con una retórica insoportable y un contenido vago con propósitos electorales.

¿Diálogo, negociación, acuerdos? Por supuesto, nada de eso.

Las reuniones fueron una serie de discursos o monólogos considerados no negociables por sus autores. Si no se les hace caso en todo, se rasgarán las vestiduras y lanzarán acusaciones de fascismo, sordera, coerción y demás.

Para llegar a acuerdos, además, toda reunión aumenta su dificultad conforme se eleve la cantidad de asuntos, el número de personas que participen y el detalle de esos asuntos.

Un grupo grande solo podrá llegar a acuerdos reales si los puntos son pocos y generales. Más aún, cuando se separa la función de proponer de la de realizar, quien propone suele comportarse de manera idealista e impracticable.

No resulta en nada sorprendente que esos llamados a acuerdos nacionales y a diálogos políticos sean una pérdida de tiempo y que el problema que intentan resolver deje de ser atendido.

8. Terquedad a toda prueba

📌 Se le puede llamar «terquedad invencible». Es algo que no puede ser conquistado y produce el fracaso de diálogos y debates. Una especie de obcecación o empecinamiento extremo e inamovible. No hay forma de derrotarla.

Describe a esa persona a la que nada convence y nada persuade. Ni siquiera las más poderosas evidencias, ni los razonamientos más sólidos.

Es posible que sea la causa central de lo que impide que un gobierno corrija rumbos a pesar de ir por caminos que llevarán a despeñaderos.

En un diálogo real, las partes entran con una posición personal generalmente opuesta, que es ese diálogo expondrán con el ánimo de persuadir al otro. Pero hay algo que es distinto en un real diálogo: las partes entran animadas por la idea de aprender del otro, de entenderlo.

Esto ya es ganancia, pero aún hay más. Las partes entran animadas por otro elemento.

Todas las partes reconocen que van en pos de la verdad, de lo cierto y verdadero. Es lo que les anima a usar buenos argumentos, lógica sólida y evidencias fuertes. Esto les llevará a poder ser persuadidos siquiera en un pequeño grado.

Esta es la gran diferencia entre el diálogo real y el afectado por la terquedad invencible.

Conclusión

El fracaso de diálogos y discusiones puede ser explicado en buena parte por razones como las anteriores. La comprensión de la idea de un debate puede ayudar en el tema:

«El debate​ es un acto de comunicación en la que dos o más personas opinan acerca de uno o varios temas y en la que cada uno expone sus ideas y defiende sus opiniones e intereses. El que sea más completo se logra a medida que los argumentos expuestos vayan aumentando en cantidad y en solidez de sus motivos; al final de todos los argumentos expuestos por cada una de las personas, el intermediario deberá llegar a un acuerdo fijo». es.wikipedia.org

La probabilidad de fracaso de un diálogo, por tanto, disminuye cuando se dan condiciones como estas:

  1. La discusión se limita a un tema y no se permite salirse de él.
  2. Las partes exponen su posición y ofrecen argumentos que la apoyan o atacan la posición del otro.
  3. Las partes se escuchan y atienden una a otra.
  4. Hay un interés en aprender del otro y corrección de posiciones propias.

📌 Quizá la gran diferencia pueda verse claramente entre un diálogo en el que cada parte tienen la intención de ganar el argumento sin que importe mucho el llegar a la verdad y otro en el que las partes sí tienen interés en encontrarla.


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