Poniendo las tres lecturas de este 15 Domingo Ordinario (ciclo B) juntas, ellas nos dicen algo más. Nos dicen que también nosotros tenemos esa misión evangelizadora. Ella es parte de nuestra conducta como creyentes. Quedarse sentados viendo como otros evangelizan es una omisión enorme. Todos tenemos el deber de hablar de Dios a otros. Todos.

Primera lectura

La primera lectura (Amós 7,12-15) narra las palabras que dice Amasías, un sacerdote, a Amós, en este 15 Domingo Ordinario (ciclo B):

«Vidente, vete y refúgiate en tierra de Judá; come allí tu pan y profetiza allí. No vuelvas a profetizar en Casa-de-Dios, porque es el santuario real, el templo del país».

Ante tal orden, Amós responde:

«No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: «Ve y profetiza a mi pueblo de Israel»».

Profetizar es hablar de Dios a otros, ser portador de la palabra de Dios. Es una misión evangelizadora. No sólo le ha dado esa misión a Amós, sino a muchos otros.

Son quienes llevan la palabra de Dios, como la que muestra el salmo responsorial:

«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos. La salvación está ya cerca de sus fieles y la gloria habitará en nuestra tierra… La justicia marchará ante él, a salvación seguirá sus pasos».

Evangelio

El evangelio de este 15 Domingo Ordinario (ciclo B), de S. Marcos (6,7-13) trata el mismo tema. En este caso, «llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos».

Es también una misión evangelizadora, para la que les dio instrucciones:

«Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto».

A lo que agregó:

«Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa».

Termina el evangelio narrando que «Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban».

Igual que en el caso de Amós, es parte de creer en Jesucristo el aceptar una misión evangelizadora.

Segunda lectura

En la segunda lectura, Pablo (Efesios 1,3-14) hace eso precisamente, evangeliza. Nos habla de Dios en este 15 Domingo Ordinario (ciclo B) quien

«nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya».

A lo que agrega, que

«Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad. Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra».

Lo que ha hecho San Pablo es hacer lo que acepta hacer Amós, lo que hacen los apóstoles que salen a predicar la conversión.

En conjunto

Pero poniendo las tres lecturas de este 15 Domingo Ordinario (ciclo B) juntas, ellas nos dicen algo más. Nos dicen que también nosotros tenemos esa misión evangelizadora. Ella es parte de nuestra conducta como creyentes. Quedarse sentados viendo como otros evangelizan es una omisión enorme. Todos tenemos el deber de hablar de Dios a otros. Todos.

En una primera reacción, que es comprensible, se percibe que Amós recibe instrucciones concretas de evangelizar; se percibe igualmente que Jesús instruye a los apóstoles para hacer lo mismo; y se contempla a San Pablo como el gran evangelizador, el incansable portador de la palabra de Dios. Pero hay más, mucho más.

Debemos ser imitadores de Pablo. A nuestro nivel, dentro de nuestras limitaciones, pero es obvio que Dios no nos dice «quédate cómodamente sentado y deja que otros hablen de mí». Nos dice que también en nosotros cae esa responsabilidad de estar en una misión toda la vida y que nunca acaba. ¿Cómo llevarla a cabo?

Eso lo decide cada quien, pero lo que lo que no hay duda es que tenemos una instrucción de Dios, un mandato de Jesús que nos dice, «sal, levántate, habla de mí a otros, muéstrales que soy el camino, la verdad y la vida, no te desanimes, usa los talentos que te di, no puedes quedarte sentado, te necesito, eres parte de mi plan como lo fue Amós, como lo fueros los apóstoles, como lo fue Pablo, tú eres como ellos también, ayúdame».