Los valores de la democracia. La serie de creencias acerca de la persona humana y su naturaleza. Valores que le sirvan de guía para no caer en el totalitarismo.

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Introducción

La democracia ha sido exaltada en demasía. Se le considera el logro máximo al que pueda aspirar una nación en su desarrollo político.

Esa exaltación ha creado la idea de que la democracia funciona por sí misma. De que es un proceso que no requiere cimientos ni puntos de referencia. Esta mentalidad es peligrosa. Puede destruir al objeto de tanta adoración, a la democracia misma.

Sin embargo, para sobrevivir la democracia y la libertad necesitan de puntos de referencia, creencias en las que puedan basarse sus mecanismos, leyes y acciones. Sin esas creencias o guías el vacío que ellas dejan es llenado por el poder político y la imposición de la fuerza.


📕 Esta es la idea de George Weigel tratada aquí. Ella fue encontrada en La idea examinada aquí es de Weigel, George, The Truth Of Catholicism: Ten Controversies Explored. New York. Cliff Street Books, capítulo 9, «Is Catholicism safe for democracy?», pp. 157-160.


Los valores de la democracia

Weigel se adentra en el tema concreto: que es el de la democracia y los valores que necesita. Y señala dos posturas al respecto.

1. Democracia sin valores

Es la de quienes piensan que la democracia debe ser un sistema neutral en cuanto a valores. Algo ajeno a ellos y de los que no tiene necesidad.

Esta postura es la que prevalece en las democracias europeas, Australia, Norteamérica. También gana adeptos en las nuevas democracias de la Europa oriental. 

Es la posición de quien piensa en la democracia como un sistema o mecanismo político indiferente a los valores.

2. Democracia con valores

Están en esta postura quienes piensan lo opuesto, que ella no es neutral a los valores. Esta posición, que piensa lo opuesto a la anterior, requiere una cierta explicación. 

Ella se opone a la idea de aceptar la consecuencia de la neutralidad de valores y del escepticismo moral que eso implica. ¿Por qué?

📌 Porque para tener una democracia real se requiere un estado de derecho regido por leyes que tengan como origen un concepto correcto de la naturaleza humana.

Sin este concepto central que guíe a la democracia, se corre el riesgo de manipular a la sociedad sobre la base de otro concepto, el del poder.

Por tanto…

La diferencia entre ambas posiciones es clara.

Quienes rechazan la idea de una democracia que no tiene valores están señalando un grave riesgo de esa manera de pensar.

La falta de una base moral sólida, fundamentada en la naturaleza humana producirá otra base, la del poder por el poder. Concretamente, una democracia ajena a valores lleva al totalitarismo.

No lleva al totalitarismo conocido, como el nazismo o el comunismo, sino a uno más agudo y sutil, tanto que sería un nuevo tipo de totalitarismo. Más peligroso porque es menos tangible.

Es fácil ver soldados y prisiones. Pero es más complejo entender el peligro de la idea de una democracia cuyos mecanismos carecen de una guía o creencia esencial sobre la naturaleza humana y los valores que ella supone.

Democracia como un mero mecanismo

La democracia ha sido entendida como una máquina que se encarga de los asuntos políticos. También de las políticas públicas, de las leyes y la aplicación de justicia. Y hace todo esto sin necesidad de una creencia central, o sea, sin puntos de referencia.

Cuando la democracia carece de ideas que le den sustento, corre el peligro de fundamentarse solo en el poder. Quizá en el poder de las mayorías. Este peligro es real.

Si la democracia opera sin una base como la creencia en la dignidad de la persona, por pensar que esta idea es relativa o ajena al sistema, la única manera de resolver los conflictos que se presenten es la imposición por la fuerza.

Democracia sustentada en valores

En una democracia con una guía moral, los conflictos que se presenten tendrán una solución razonada. La que viene del principio central que la fundamenta, es decir, la dignidad de la naturaleza humana.

Si se descartara la existencia de ese valor, los conflictos ya no podrán tener ese tipo de solución, sino una impuesta por el poder.

Por ejemplo, un grupo dentro de la sociedad, bien organizado y activo, podría lograr la creación de una legislación cualquiera que impusiera sus creencias particulares en los demás.

El resto, en desacuerdo con esa legislación, se sentirían violados en sus derechos y al mantenerse situaciones como esta, la sociedad se resquebrajaría.

Todo por carecer de una base o valor central que evite el uso de la fuerza.

📌 Es decir, la democracia corre el riesgo cierto de destruirse a sí misma si se piensa que ella es un mecanismo automático que se encarga de la política. Un mecanismo que no requiere puntos de referencia moral que la guíen en la resolución de problemas.

Democracia e igualdad

El autor usa un ejemplo para ilustrar esta última idea. El caso de la igualdad como base democrática. Los ciudadanos son considerados por la ley como iguales y sin distinción.

Este punto de referencia, sin embargo, puede ser ignorado si se pone atención solo en la realidad de un enorme número de personas, todas diferentes en habilidades, talentos y aspectos físicos.

Una democracia que descarte la base de la igualdad esencial humana como punto de referencia corre el peligro de introducir desigualdades reales.

¿Cómo serían las relaciones interpersonales en caso de no existir una idea central acerca de la esencia humana?

Cuando las personas entienden que los demás son seres iguales a ellos, que deben ser respetados, sus conductas serán muy diferentes al caso opuesto.

Si las personas no tienen esa idea de dignidad igual en los demás, sus relaciones estarían llenas de conflictos únicamente posibles de resolver por las vías de tribunales.

En resumen

Lo que Wiegel sostiene es simple: una democracia necesita virtudes, valores. Normas que la guíen y que la protejan del abuso del poder.

Dentro de un sistema autocrático, el dictador puede ser virtuoso y quizá eso sea suficiente para tener un gobierno bueno. Pero en una democracia se necesita una masa crítica de ciudadanos virtuosos para que en realidad se respeten los derechos de todos.

Si la democracia cree que puede funcionar sin esas virtudes o creencias, el riesgo se hace presente de inmediato y el vacío que dejan esos valores es llenado por el poder impuesto.

El autor ha ido un gran paso más allá de lo que usualmente se trata al hablar de democracia. Las discusiones al respecto suelen limitarse a los mecanismos de gobierno, a lo político y a lo legal, pero no ponen atención en el aspecto de fondo, la cultura.

📌 La democracia que funciona está soportada por una cultura democrática. Por una masa crítica de ciudadanos con creencias básicas y esenciales que son los puntos de referencia.

La consecuencia de esta manera de pensar es profunda en extremo e invierte las cosas. Al hablar de democracia suele hablarse en primer lugar del gobierno. Lo que dice Wiegel es que del gobierno debe hablarse al último.

Los cimientos de la casa de la libertad, como le llama, son las virtudes de las personas, las que llevadas a su vida diaria forman una cultura democrática y, al último, forman un gobierno democrático.

Hacer de lado a las virtudes debilitan la casa. Y de hecho, afirma el autor, hablar de una democracia neutral a los valores es una contradicción en sí misma.

En otras palabras, las verdades morales son necesarias y la supuesta oposición entre moral y democracia es falsa.


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[La columna fue revisada en 2023-06]