Las lecturas del 12 Domingo Ordinario (ciclo A) muestran un llamado a la fe que debemos tener en Dios, tanta que con ella estamos protegidos para enfrentar las situaciones de este mundo por medio de la fe, la que no debe quedarse solamente en una acción o creencia privadas, sino que debe ser también un acto delante de los demás.

Primera lectura

En la primera lectura de este 12 Domingo Ordinario (ciclo A) de Jeremías (20, 10-13) establece una situación en la que el profeta enfrenta a sus enemigos. Ellos esperan a que él caiga para ir sobre él y destruirlo.

Pero Jeremías ante ese conflicto visible piensa de esta manera; cree con firmeza que

«… El señor guerrero todopoderoso,está de mi lado; por eso mis perseguidores caerán por tierra y no podrán conmigo; quedarán avergonzados de su fracaso… porque a ti he encomendado mi causa».

En Jeremías se personifica e ilustra un ejemplo de confianza absoluta e incuestionable en Dios: los conflictos que se tienen en esta tierra, no importa lo grandes que sean, pueden ser enfrentados teniendo fe en Dios.

Es una cuestión de confianza y de fe, de tener certeza total de que Dios está de nuestro lado.

Es el mismo tema del canto que se hace en el Salmo Responsorial, cuando dice, «A ti, Señor, elevo mi plegaria, ven en mi ayuda pronto… Dios fiel en el socorro… porque el Señor jamás desoye al pobre, ni olvida al que se encuentra encadenado…»

Las lecturas de este domingo introducen así un común denominador en ellas, la confianza que debemos tener en Dios. Es lo que llamamos fe en su existencia y en que él nos oye y nos protege.

Evangelio

El evangelio de este 12 Domingo Ordinario (ciclo A) avanza en el mismo tema (Mateo, 10, 26-33) y nos hace escuchar las palabras de Jesús. «No teman a los hombres».

La misma idea central de Jeremías, de que no debemos tener miedo de otros cuando Dios mismo está de nuestro lado. Jesús insiste y dice, «No tengan miedo a los que matan al cuerpo, pero no pueden matar el alma…»

La prédica de Jesucristo profundiza en esa idea mucho más que Jeremías.

No debemos tener miedo a los hombres, a los que pueden lastimar nuestro cuerpo, pero en cambio, «Teman, más bien, a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo».

Es decir, con fe en Dios podemos sentirnos seguros y protegidos por nuestra fe en él, pero estaremos fuera de esa protección cuando dejemos de tener fe, que es precisamente cuando se verá amenazada nuestra alma.

Jesucristo usa una bella imagen entremezclada en sus palabras. Dice,

«¿No es verdad que se venden dos pajarillos por una moneda? Sin embargo, ni uno de ellos cae por tierra si no lo permite el Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados. Por tanto, no tengan miedo, porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo».

Se trata de otra referencia al temor y de una invitación a no tener miedo, pues si Dios mismo está al pendiente y da vida en cada instante a esos pequeños animales, cuánto más no hará por nosotros, a quienes conoce uno por uno.

Pero tener fe en Dios, tenerle confianza absoluta y creer en su protección no es un acto individual y personal. Jesús deja claro esto en el último párrafo del evangelio de hoy:

«A quien me reconoza delante de los hombres, yo también lo reconocerá ante mi Padre… pero al que me niegue delate de los hombres, yo también lo negaré ante el Padre…»

La confianza en Dios, por tanto, va más allá de lo privado y oculto. Es algo que necesariamente se muestra delante de otros y es así que pueda darse ejemplo a los demás de nuestra fe.

Segunda lectura

En este 12 Domingo Ordinario (ciclo A), la segunda lectura de San Pablo (Romanos, 5, 12-15) trata el tema del pecado en el mundo y cómo por él, la muerte entró, «aún sobre aquellos que no pecaron, como pecó Adán por desobedecer un mandato directo de Dios…»

Y es posible asociar esta lectura con la idea anterior cuando Pablo nos pide confiar en Dios, «pues si por el pecado de un solo hombre todos fueron castigados con la muerte, por el don de un solo hombre, Jesucristo, se ha desbordado sobre todos la abundancia de la vida y la gracia de Dios».

¿Cómo no tener confianza y fe absolutas en ése por cuyo sacrificio nos ha devuelto la vida? Dios, por medio de Jesucristo, ha confiado en nosotros y nos pone enfrente esa invitación a confiar en él en un acto de justa correspondencia y amor mutuo.

Confía Dios en nosotros y entendiendo nuestras limitaciones, nos hace esa invitación reiterada a no tener miedo depositando nuestra confianza en él.

En conjunto

Las lecturas de este 12 Domingo Ordinario (ciclo A), por tanto, muestran entre ellas un llamado a la fe que debemos tener en Dios, tanta que con ella estamos protegidos para enfrentar las situaciones de este mundo por medio de la fe, la que no debe quedarse solamente en una acción o creencia privadas, sino que debe ser también un acto delante de los demás.

Y además, esa confianza en el Padre puede ser acrecentada en nosotros orando con las palabras que nos da el salmo de hoy: «Por ti he sufrido oprobios y la vergüenza cubre mi semblante. Extraño soy y advenedizo aún para aquellos de mi propia sangre; pues me devora el celo de tu casa, el odio del que te odia en mi recae».