Reuniendo a las lecturas de este 4 domingo adviento (ciclo B) puede verse un común denominador: Dios está cerca de nosotros, tan cerca que envía a su propio hijo en cumplimiento de la palabra dada.

Primera lectura

En este 4 domingo adviento (ciclo B), la primera de las lecturas (II Samuel 7, 1-5. 8b-11. 14.16), el último previo a la Natividad, se tiene un aviso de lo que vendrá: «El reino de David permanecerá para siempre en presencia del Señor».

La lectura termina con una promesa del Señor:

«Además, yo, el Señor, te hago saber que te daré una dinastía; y cuando tus días se hayan cumplido y descanses para siempre con tus padres, engrandeceré a tu hijo, sangre de tu sangre, y consolidaré su reino. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí, y tu trono será estable eternamente».

Evangelio

El evangelio de este 4 domingo adviento (ciclo B) de Lucas (1, 26-38) es la pieza que nos hace entender la lectura de Samuel.

Dice el ángel a María:

«No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin».

La situación narrada por San Lucas es en verdad preciosa:

«En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María. Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”».

Podemos imaginar la reacción de María ante la situación tan extraña que se le presenta repentínamente y que el evangelista describe así: «Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo». Es entonces cuando el ángel le dice eso: «No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios…»

Sigue María sin entender lo que sucede: «María le dijo entonces al ángel: «¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?»» El ángel le contestó:

«El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios».

Y es ahora que viene la reacción final de María, que es una perla: «María contestó:»Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho». Y el ángel se retiró de su presencia».

Se cumple así eso dicho por el Señor a David: «Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí, y tu trono será estable eternamente».

Salmo

El texto del salmo responsorial de este domingo ayuda a entender lo que en común tienen esas lecturas, al decir: “

«… el Señor ha dicho: «Mi amor es para siempre y mi lealtad, más firme que los cielos… Un juramento hice a David, mi servidor, una alianza pacté con mi elegido: Consolidaré tu dinastía para siempre y afianzaré tu trono eternamente. El me podrá decir: Tú eres mi Padre, el Dios que me protege y que me salva. Yo jamás le retiraré mi amor, ni violaré el juramento que le hice»».

Segunda lectura

En este 4 domingo adviento (ciclo B), la segunda lectura, la carta de San Pablo (Romanos 16, 25-27) contiene la misma idea, la de la palabra cumplida:

«… ahora, en cumplimiento del designio eterno de Dios, ha quedado manifestado por las Sagradas Escrituras, para atraer a todas las naciones a la obediencia de la fe, al Dios único, infinitamente sabio, démosle gloria, por Jesucristo, para siempre».

En conjunto

Reuniendo a las lecturas de este 4 domingo adviento (ciclo B) puede verse un común denominador: Dios está cerca de nosotros, tan cerca que envía a su propio hijo en cumplimiento de la palabra dada.

La llegada de Jesús a nuestro mundo es muestra de un Dios cercano, leal y, por eso, amoroso. Nos ama de tal manera que viene él mismo a nosotros, lo que en las palabras de Pablo de este día es dicho así: «Aquél que puede darles fuerzas para cumplir el Evangelio… para atraer a todas las naciones a la obediencia de la fe, al Dios único, infinitamente sabio, démosle gloria, por Jesucristo, para siempre».

Jesucristo es la prueba de la cercanía de Dios. Si no fuera él Dios mismo, ello significaría que Dios se encuentra a gran distancia nuestra. Pero sucede lo opuesto y nos da una idea muy clara de quién es Dios y la manera humana de expresarlo, es decir, que es amor, que nos ama.

Se justifican así los llamados a alegría y júbilo de los domingos anteriores. Nuestro creador viene a nosotros y la alegría que sentimos es natural, la mayor de todas las que puede sentir el ser humano.

El mensaje navideño es ese, el del arribo de nuestro creador y por eso mismo comprenderle mejor correspondiendo con lo mismo: amor hacia él, de lo que todo lo demás se deriva.

Viene él a todos nosotros, a todas las naciones y, por eso mismo, la respuesta lógica de nuestra parte es amarle y convertirnos en esa persona que proclamará «sin cesar la misericordia del Señor».

Y al final tener ante Dios la misma reacción de María al decir «Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho».