Jesús nos habla siempre y las lecturas del Domingo de Ramos (ciclo A) nos lo recuerdan con un suceso, el más importante de todos los tiempos, lo que lleva a concluir muy lógicamente que escuchar las palabras de Jesús es lo más importante que nosotros debemos hacer en nuestras vidas.

Primera lectura

En este Domingo de Ramos (ciclo A), la primera lectura (Isaías, 50, 4-7) dice, «… el Señor me ha hecho oír sus palabras y yo no he puesto resistencia…»

Hagamos eso, escuchar las palabras de Dios y para eso está el evangelio de este domingo.

Isaías continúa en la primera lectura con una ilustración anticipada de la Pasión, «Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos».

Es un texto que se complementa con una parte del Salmo Responsorial, la que dice, «Los malvados se acercan por doquiera… Mis manos y mis pies han taladrado y se pueden contar todos mis huesos. Reparten entre sí mis vestiduras y se juegan mi túnica a los dados».

Evangelio

El evangelio de este Domingo de Ramos (ciclo A), de Mateo (26, 14-27, 66) narra la Pasión de Nuestro Señor. Es un texto en el que es posible destacar las palabras de Jesús.

«Mi hora ya está cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos…», dice en el inicio del texto.

Durante la cena dice, «Tomen y coman. Este es mi cuerpo… Beban todos de ella, porque ésta es mi sangre…»

A lo que luego añade,

«Todos ustedes se van a escandalizar de mí esta noche, porque está escrito: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño». Pero después que yo resucite, iré delante de ustedes a Galilea».

Son palabras que pueden verse como preparatorias. Él nos deja su cuerpo y su sangre, se alejará de nosotros, pero habrá una resurrección futura.

Antes de los terribles acontecimientos, dice, «…voy a orar… Mi alma está llena de tristeza».

Más tarde, «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad… ya está aquí el que me va a entregar…»

Y se entrega mansamente, incluso regañando al que ha usado la violencia; el cáliz va a ser bebido, «… todo esto ha sucedido para que se cumplieran las predicciones de los profetas».

Ante el sumo sacerdote que le interroga sobre si es el Hijo de Dios, responde, «Tú lo has dicho». Poncio Pilato le pregunta si es el rey de los judíos y obtiene la misma respuesta, «Tú lo has dicho».

Y en el texto de Mateo no vuelve a hablar hasta que en la cruz exclama, «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» El cáliz ha sido bebido, las escrituras se han realizado. Dios mismo en forma humana se ha sacrificado por nosotros.

No hay en la vida humana suceso más importante que este. El Creador, nuestro Creador, ha sido sacrificado por nosotros.

Segunda lectura

San Pablo, en la segunda lectura de este Domingo de Ramos (ciclo A), redondea el tema poniéndolo en perspectiva íntegra.

Dios nuestro creador se humilló voluntariamente para nuestro bien. «Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo y se hizo semejante a los hombres».

Y ese Dios hecho hombre, «… por obediencia aceptó la muerte y una muerte de cruz».

A lo que Pablo añade palabras que nos hacen entender mejor. Dice,

«Por eso, Dios lo exaltó sobre todas las cosas… para que el nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para la gloria de Dios Padre».

En conjunto

Isaías en el inicio nos invita a oír las palabras de Dios, esas que están en la lectura de Mateo y Pablo, para reafirmar las cosas, nos dice lo que debemos hacer, doblar la rodilla ante Jesús y reconocerlo públicamente.

No podemos ignorar esto. El mensaje es claro. No podemos ponerlo de lado. Está allí en esas lecturas y es claro y reiterado.

Más aún, la oración colecta del día añade algo. Al doblar la rodilla ante Jesucristo y reconocerle estamos haciendo una oración, la de «… vivir según las enseñanzas de su pasión, para participar con él, un día, de su gloriosa resurrección».

Este es el propósito último de la Pasión, de las palabras que nos ha dejado Jesucristo, la promesa de que, como se dice en Mateo, «después que yo resucite, iré delante de ustedes a Galilea».

Ese camino, el de Jesús, da comienzo con un acto de nuestra parte, oigámosle, escuchémosle.

Jesús nos habla siempre y las lecturas de hoy nos lo recuerdan con ese suceso, el más importante de todos los tiempos, lo que lleva a concluir muy lógicamente que escuchar las palabras de Jesús es lo más importante que nosotros debemos hacer en nuestras vidas.

Nada, absolutamente nada es más importante que eso en nuestra existencia terrenal.