Colocando a las tres lecturas de este 1 Domingo Cuaresma (ciclo B) juntas es posible entender a Dios, primeramente, como cercano a nosotros, tan cercano y tan lleno de amor, que aún después de manifestar su alianza después del diluvio viene a nosotros en Jesucristo a renovar la alianza y llamarnos de nuevo a la conversión, a creer en la buena nueva.

Primera lectura

En este 1 Domingo Cuaresma (ciclo B), la primera lectura (Génesis 9, 8-15) de este domingo contiene la idea de una alianza establecida por Dios.

El texto nos da las palabras de Dios, son los términos de una relación entre Él y nosotros.

«Voy a establecer mi alianza con ustedes, con sus descendientes y con todos los seres vivos que los han acompañado… Esta es mi alianza con ustedes: ningún ser vivo volverá a ser exterminado por las aguas del diluvio, ni tendrá lugar otro diluvio que destruya la tierra… Esta es la señal de la alianza que establezco para siempre con ustedes y con todos los seres vivos que los han acompañado: pondré mi arco en las nubes; ésa será la señal de mi alianza con ustedes y con todos los vivientes de la tierra».

Necesaria consecuencia de esas palabras divinas es la de idea de que nuestro Creador no es indiferente a sus criaturas, al contrario. Nos da su alianza y promete que siempre estará con nosotros.

Y por esa alianza, por esa cercanía de Dios, es que tiene sentido el texto del salmo responsorial, en el que pedimos «Muéstrame, Señor, tus caminos». No podríamos elevar esa oración ante un Dios que se haya olvidado de nosotros.

Dice el salmo también,

«Acuérdate, Señor, de que tu ternura y tu amor son eternos; acuérdate de mí por tu amor, por tu bondad, Señor… El Señor es bueno y recto, señala el camino a los pecadores; guía por la senda del bien a los humildes, les enseña el camino».

Sin esa alianza prometida por Dios, nuestras oraciones no tendrían sentido, pues pasarían ignoradas.

Evangelio

El evangelio de este 1 Domingo Cuaresma (ciclo B), de Marcos (1, 12-15), por su parte, narra que,

«En aquel tiempo, el Espíritu impulsó a Jesús hacia el desierto, donde Satanás lo puso a prueba durante cuarenta días; estaba con las fieras y los ángeles lo servían. Después del arresto de Juan, Jesús se fue a Galilea, proclamando la buena noticia de Dios».

Por si hubiera dudas de la alianza, es ahora Dios mismo, Jesucristo quien llega a nosotros en forma humana y nos muestra el ejemplo de lo que debemos ser.

Pasa Jesús por las circunstancias mismas de los humanos en nuestras debilidades y tentaciones y como parte de su alianza nos vuelve a llamar diciendo, «el reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el Evangelio».

Otra manifestación de su alianza, de su amor por nosotros, de su gran cercanía.

Segunda lectura

En este 1 Domingo Cuaresma (ciclo B), la segunda lectura (I Pedro 3, 18-22) vuelve al tema del diluvio y nos lo hace entender como un símbolo del bautismo salvador.

Dice el apóstol,

«Cristo murió una sola vez por los pecadores, el inocente por los culpables, para conducirlos a Dios. En cuanto hombre sufrió la muerte, pero fue devuelto a la vida por el Espíritu, el cual le impulsó a proclamar el mensaje a los espíritus encarcelados, es decir, a aquellos que no quisieron creer cuando en los días de Noé Dios los soportaba pacientemente mientras se construía el arca en la que unos pocos –ocho personas– se salvaran navegando por el agua».

Y añade que,

«Aquello anunciaba anticipadamente el bautismo que ahora los salva y que no consiste en limpiar la suciedad corporal, sino en implorar de Dios una conciencia limpia en virtud de la resurrección de Cristo…»

En conjunto

Colocando a las tres lecturas de este 1 Domingo Cuaresma (ciclo B) juntas es posible entender a Dios, primeramente, como cercano a nosotros, tan cercano y tan lleno de amor, que aún después de manifestar su alianza después del diluvio viene a nosotros en Jesucristo a renovar la alianza y llamarnos de nuevo a la conversión, a creer en la buena nueva.

Tanto la primera lectura como el evangelio pueden ser vistos como llamados de Dios a nosotros. Una es una promesa de alianza y el otro una invitación a seguirle.

Son dos elementos que nos hacen entender a Dios como un ser amoroso, preocupado por nosotros y que está entre nosotros siempre. Dejándonos libres, nos pide que por voluntad propia nos acerquemos a él. La decisión es nuestra.