Las tres lecturas juntas del 19 Domingo Ordinario (ciclo B) nos envían un mensaje de gozo y de esperanza. Como Elías en medio de la desesperanza, la palabra de Dios nos da fortaleza.

Primera lectura

En este 19 Domingo Ordinario (ciclo B), la primera lectura (Reyes: 19, 4-8) presenta el tema de Dios, con su palabra sirviéndonos de alimento. Dice el texto,

«En aquellos tiempos, caminó Elías por el desierto un día entero y finalmente se sentó bajo un árbol de retama, sintió deseos de morir y dijo: «Basta ya, Señor. Quítame la vida, pues yo no valgo más que mis padres». Después se recostó y se quedó dormido».

Podemos imaginar la situación, de desesperación, soledad y abandono. Inmediatamente, se dice,

«Pero un ángel del Señor llegó a despertarlo y le dijo: «Levántate y come». Elías abrió los ojos y vio a su cabecera un pan cocido en las brasas y un jarro de agua. Después de comer y beber, se volvió a recostar y se durmió».

Y eso mismo se repite,

«Por segunda vez, el ángel del Señor lo despertó y le dijo: «Levántate y come, porque aún te queda un largo camino».Se levantó Elías. Comió y bebió. Y con la fuerza de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios».

La imagen inicial ahora se ve en su panorama total, Elías pasa por malos momentos y se da por vencido, pero Dios lo alimenta con la fuerza suficiente como para llegar a su destino.

El salmo de este domingo confirma esa idea con otras palabras, diciendo,

«Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. Confía en el Señor y saltarás de gusto, jamás te sentirás decepcionado, porque el Señor escucha el clamor de los pobres y los libra de todas sus angustias. Dichoso el hombre que se refugia en él».

Vemos ahora otro elemento, el de la confianza en Dios. Si acaso llegamos a una situación desoladora, como la de Elías, confiemos en que Dios nos escuchará, librándonos de angustias.

Evangelio

En el texto del evangelio (Jn 6, 51), la idea se perfecciona, ahora relatando un episodio.

Dice el evangelista en este 19 Domingo Ordinario (ciclo B),

«En aquel tiempo, los judíos murmuraban contra Jesús, porque había dicho: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo», y decían: «¿No es éste, Jesús, el hijo de José? ¿Acaso no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo nos dice ahora que ha bajado del cielo?»».

Jesús insiste,

«Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y, sin embargo, murieron. Éste es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida».

El tema principal es sin duda el del alimento.

Dios como el alimento, el real alimento, el que nos da vida, el que evita la muerte; «el que coma de este pan vivirá para siempre», dice Jesús, dando un paso más allá del texto del Antiguo Testamento. Pero, hay algo más.

No obliga Jesús a creer en su palabra. Dice «el que cree en mí, tiene vida eterna», sin obligación de creer en él. Ésa es decisión nuestra. Jamás una imposición.

Ver en Jesús a nuestro alimento es, por tanto, un resultado de nuestra libertad. Todo lo que ha sucedido es una invitación a seguir a Jesús.

Segunda lectura

La segunda lectura (Efesios: 4, 30-5, 2) es otra invitación al bien en el 19 Domingo Ordinario (ciclo B).

Dice San Pablo,

«Hermanos: No le causen tristeza al Espíritu Santo, con el que Dios los ha marcado para el día de la liberación final. Destierren de ustedes la aspereza, la ira, la indignación, los insultos, la maledicencia y toda clase de maldad. Sean buenos y comprensivos, y perdónense los unos a los otros, como Dios los perdonó por medio de Cristo. Imiten, pues, a Dios como hijos queridos. Vivan amando como Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y víctima de fragancia agradable a Dios».

El apóstol añade un elemento, el de las consecuencias que en nosotros operará el alimento divino.

Con ese alimento desterraremos «la aspereza, la ira, la indignación, los insultos, la maledicencia y toda clase de maldad» y seremos buenos y comprensivos, perdonándonos unos a otros. Tal es el efecto de la palabra de Dios que nos alimenta.

En conjunto

Las tres lecturas juntas del 19 Domingo Ordinario (ciclo B) nos envían un mensaje de gozo y de esperanza. Como Elías en medio de la desesperanza, la palabra de Dios nos da fortaleza.

Pero esa palabra debe ser aceptada libremente por cada uno de nosotros en una decisión personal, la de aceptar a Jesucristo en nuestra vida, para llegar a ser buenos.

Y, más aún, así se define a la real libertad, la de optar por voluntad propia seleccionado el alimento divino por encima de cualquier otro bien.