Es Dios quien nos ha creado, el pastor que ha dado la vida por nosotros, la piedra sobre la que enteramente nos sostenemos. Sin esa piedra nos caeremos. Sin ese pastor nos perderemos, dicen las lecturas del 4 Domingo Pascua (ciclo B).

Evangelio

El evangelio de este 4 Domingo Pascua (ciclo B), de S. Juan (10, 11-18) contiene la poderosa imagen del buen pastor, el que da la vida por sus ovejas. Toda la lectura consiste en palabras de Jesús. Dice,

«Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; no como el jornalero que ni es verdadero pastor ni propietario de las ovejas».

Y es que el «jornalero cuando ve venir al lobo, las abandona y huye; y el lobo las arrebata y las dispersa. El jornalero se porta así, porque trabaja únicamente por el sueldo y no tiene interés por las ovejas».

En cambio, Jesús dice,

«Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí; lo mismo que mi Padre me conoce a mí, yo lo conozco a él y doy mi vida por las ovejas».

Pero a esto añade otra idea, la de las ovejas que no son parte de su rebaño y a las que debe atraer hacia sí. Dice,

«Pero tengo otras ovejas que no están en este rebaño; también a éstas tengo que atraerlas, para que escuchen mi voz. Entonces se formará un rebaño único, bajo la guía de un solo pastor».

Primera lectura

A la imagen del buen pastor, la primera lectura (Hechos 4, 8-12 ) agrega otra fuerte imagen, la de la piedra angular.

En este 4 Domingo Pascua (ciclo B), ahora es Pedro quien habla «lleno del Espíritu Santo» y dice

«Jesucristo Nazareno, a quienes ustedes crucificaron, y a quien Dios ha resucitado de entre los muertos. El es la piedra rechazada por ustedes, los constructores, que se ha convertido en piedra fundamental».

A lo que añade la idea de nuestra salvación: «Nadie más que él puede salvarnos, pues sólo a través de él nos concede Dios a los hombres la salvación sobre la tierra».

Segunda lectura

La segunda lectura por su parte (I Juan 3, 1-2) inicia pidiendo que consideremos «el amor tan grande que nos ha demostrado el Padre; hasta el punto de llamarnos hijos de Dios; y en verdad lo somos».

En este 4 Domingo Pascua (ciclo B), ya no es una imagen la que se expresa en esta epístola, sino una realidad. Somos hijos de Dios, del buen pastor, de la piedra que fue desechada y que es la angular.

En conjunto

Las tres lecturas, colocadas juntas, tienen una conclusión que expresa el salmo responsorial de este 4 Domingo Pascua (ciclo B):

«Mejor es refugiarse en el Señor que confiar en el hombre; mejor es refugiarse en el Señor que confiar en los poderosos… Tú eres mi Dios, yo te doy gracias, Dios mío, yo te glorifico. Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterno su amor».

¿En quién debemos confiar sino en ese buen pastor, en la piedra angular, en el Padre que nos ama?

Es Dios quien nos ha creado, el pastor que ha dado la vida por nosotros, la piedra sobre la que enteramente nos sostenemos. Sin esa piedra nos caeremos. Sin ese pastor nos perderemos.

Comprender esto es una posible forma de abrir nuestro entendimiento: Jesucristo es el cimiento en el que descansamos, es el pastor que nos cuida. Dios es el Padre que nos ha creado por amor. Es natural que sea el camino de nuestra salvación.