El conjunto de las tres lecturas del 9 Domingo Ordinario (ciclo C) muestra la base absoluta del Evangelio que es único, la fe total en Jesucristo en un mensaje que va a todos en todas partes en todos los tiempos.

Evangelio

En este 9 Domingo Ordinario (ciclo C), el evangelio (Lucas, 7, 1-10) de este domingo narra la historia del oficial romano y su criado, que estaba enfermo.

Enterado de la presencia de Jesús en Cafarnaún, envió a otros sirvientes a buscarle. Le pedirían ir a atender al enfermo. Y eso hicieron. Jesús accedió y se dirigió a la casa del romano.

Pero antes de llegar, fue interceptado por otros sirvientes a quienes el oficial había enviado a decirle a Jesús.

«Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que entres en mi casa; por eso ni siquiera me atrevía a ir personalmente a verte. Basta que digas una sola palabra y mi criado quedará sano».

La expresión es de una fe extraordinaria. Jesús dice entonces, «Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande».

Al regresar a la caso del oficial, encontraron que el enfermo estaba curado.

Primera lectura

En este 9 Domingo Ordinario (ciclo C), la primera lectura (Reyes 8, 41-43) nos sitúa en Jerusalén, mucho tiempo antes. Salomón había construido el templo e hizo una oración dirigiéndose a Dios:

«Los extranjeros oirán hablar de tu gran nombre, de la fuerza de tu mano y de tu brazo protector. Cuando uno de ellos, no israelita, traído por la fama de tu nombre, venga de un país distante para orar, escúchalo tú desde el cielo, tu morada, y concédele todo lo que te pida».

La conexión con el pasaje del evangelio es de nuevo la fe. La fe del extranjero que acude a orar y al que por eso se le concederá lo pedido.

Pero hay más. En ambas lecturas se habla de extranjeros, gente que no pertenece a Israel, lo que deja ver la catolicidad, la universalidad de todo el mensaje.

Segunda lectura

En este 9 Domingo Ordinario (ciclo C), la segunda lectura (Gálatas 1, 1-2, 6-10), contiene palabras de san Pablo que redondean lo anterior. Les dice,

«Me extraña mucho que tan fácilmente hayan abandonado ustedes a Dios Padre, quien los llamó a vivir en la gracia de Cristo y que sigan otro Evangelio».

A lo que añade, «Si alguno les predica un Evangelio distinto del que ustedes han recibido, que sea maldito».

La idea es clara: «No es que exista otro Evangelio, lo que pasa es que hay algunos que los perturban a ustedes, tratando de cambiar el Evangelio de Cristo».

Pablo ha añadido una faceta vital. La fe en Cristo es para todos, como se apunta en las otras dos lecturas. Pero también es una sola, tomada de un sólo Evangelio, y que no es posible cambiar. No hay varios Evangelios según le parezca a cada quien, hay sólo uno.

En conjunto

El conjunto de las tres lecturas del 9 Domingo Ordinario (ciclo C) muestra la base absoluta del Evangelio que es único, la fe total en Jesucristo en un mensaje que va a todos en todas partes en todos los tiempos.

En la antífona de entrada (Sal. 24) se expresa la forma que debe tomar esa fe en nosotros:

«Tengo puestos los ojos en el Señor, porque él me libra de todo peligro. Mírame, Dios mío, y ten piedad de mí, que estoy sólo y afligido».

La belleza del salmo es grande: las miradas cruzadas entre el fiel y Jesús, viéndose uno a otro. Un sólo Jesús para todos. Eso es lo que entendió el oficial romano, lo que piensa el extranjero que ora en el templo de Jerusalén, lo que pide Pablo a los gálatas. Exactamente lo mismo que las lecturas nos piden hacer.