¿Es posible pasar del «ser» al «deber ser»? Es preguntar si hay posibilidad de derivar algo prescriptivo de lo descriptivo. Si es que hay una manera de concluir un mandato moral teniendo como base un dato real.

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Introducción

El problema es complejo. Reconocerlo es un adelanto. No es que los hechos no importen, sino que no tienen la capacidad obvia de derivar principios morales. ¿O sí?


La idea fue encontrada en Baggini, Julian, The Duck That Won the Lottery: 100 New Experiments for the Armchair Philosopher. Plume, Capítulo 78, «It´s Only Natural».


Pero allí no queda el asunto, hay otra idea opuesta, la de MacIntyre, Alasdair C. 1998. The MacIntyre Reader. Univ of Notre Dame Press.

Punto de partida

El autor, Baggini, comienza hablando de la caza de zorros en el Reino Unido, un tema de controversia de clases sociales. Sobre bases morales se argumentó la prohibición de esa caza por razones del daño animal.

Y, sin embargo, el Royal College of Veterinary Surgeons dijo que la caza de zorros usando perros es el sistema más humanista que puede usarse para controlar la población de zorros y otras especies como venados y liebres.

Esto sirve al autor para introducir el tema. ¿Es la afirmación de que sea un método natural algo que da peso a los partidarios de mantener la caza de zorros?

David Hume

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Pasar del ser al deber ser: no se puede

La realidad, dice Baggini, es que algo que es natural es solamente eso, un hecho, o algo que se piensa es un hecho, una verdad.

Lo natural, esa realidad, no es un «veredicto acerca de lo moralmente deseable» acerca de la caza de zorros.

Por ejemplo, parece más natural no ser anestesiado que serlo, pero eso no permite concluir que una cirugía deba ser moralmente superior cuando se realiza sin anestesia.

El punto central es el de David Hume (1711-1776) en su Tratado de la Naturaleza Humana. La brecha entre el «es» y «el deber ser» y el no poder pasar de uno a otro.

Por ejemplo, patear a otros produce dolor, eso es un hecho, algo natural. Pero no hay allí nada que permita concluir que es moralmente preferible no patear a otros.

Únicamente puede obtenerse esa conclusión cuando se introduce otro elemento, algo que puede llamarse preceptos de valores. Por ejemplo, «producir dolor en otros es malo, si no existe una razón buena».

📌 La idea es sencilla: lo real, los hechos, lo natural, no puede generar afirmaciones sobre el deber ser. No puede pasarse del ser al deber ser.

Para obtener valores deben introducirse valores; para hablar del deber ser tiene primero que existir un deber ser.

Esta idea es un debate filosófico con buen grado de refinamiento. Algunos alegan que la brecha entre el ser y el deber ser puede cerrarse. Puede eso hacerse siempre que eso pueda demostrarse, que el brinco se justifique.

Nuestros tiempos

En nuestros días, dice el autor, hacer de lado a la brecha entre el ser y el deber ser es algo que sucede a menudo cuando se habla de conducta humana.

Por ejemplo, se afirma que la monogamia es antinatural, o bien que es natural que los hombres sean promiscuos. Supóngase que eso que se afirma es real. Entonces la siguiente pregunta es ¿y qué con eso de tener un ADN igual al de algunos simios? No puede derivarse de allí el precepto de que es moralmente buena la infidelidad matrimonial.

Otro caso, el de quienes afirman que los humanos hemos evolucionado colocando un mayor interés en el bienestar de parientes que en el resto. ¿Y qué? Aunque eso sea cierto, de esa realidad no puede concluirse que sea moralmente malo seleccionar a un extraño por encima de un pariente cuando hace una solicitud de trabajo.

No se trata de descartar del todo a los hechos, a la realidad. La brecha entre hechos y valores no significa algo absolutamente estricto pues «muchos hechos son moralmente pertinentes».

Si, por ejemplo, se acepta el que todos los humanos pertenecemos a la misma especie, eso será un gran freno a opiniones racistas. «Los hechos pueden importar a los valores, pero los valores no pueden simplemente ser inferidos de ellos».

El tema es complejo porque no hay claridad total acerca de los hechos que son pertinentes para los juicios morales. Por ejemplo, si se demostraran diferencias innatas entre los sexos, ¿podría eso modificar opiniones sobre discriminación sexual?

O bien, podría ayudar a justificar los argumentos en contra del racismo el mostrar que no existe diferencias humanas en cosas como el coeficiente intelectual, ¿o no?

El reto es complejo, pues algunos hechos son moralmente relevantes pero otros no. Muy bien, pero ¿cuáles lo son y cuáles no?

La dificultad de pasar del ser al deber ser

La muy breve explicación de Baggini de la idea de Hume tiene mérito: al menos prende un foco de peligro ante un error común en las discusiones morales.

La idea de que los humanos son naturalmente promiscuos, si se presupone como una realidad, suele producir una conclusión, la de que la monogamia en los humanos es indebida; incluso apoyada por el hecho de que,

«[…] la monogamia es una rareza entre los mamíferos. Solo entre el 3 y el 5% de todas las especies de mamíferos en la Tierra practican alguna forma de monogamia».

Concluir que si la monogamia es la excepción en el reino animal eso significa que la promiscuidad es moralmente aceptable entre humanos, es un non sequitur gigante.

Esa manera de pensar entraría en problemas si encontrara que es un hecho el sobrepeso en los humanos; que la mayoría tienen ese problema. Tendría que concluirse que es natural ser gordo y que es moralmente deseable el comer de más.

Pasar del ser al deber ser: se puede

Entonces, de acuerdo con lo anterior, hay una brecha insalvable entre los hechos y lo que debe ser. Según esto, es imposible sacar una conclusión de «deber ser» a partir de «ser».

¿Cierto? No realmente. Entra otra gran idea, una de Alasdair C. MacIntyre, y propone lo opuesto: es posible derivar ideas de lo que debe ser a partir de lo que es, de hechos y realidades.

La demostración del reloj

Todo comienza con un reloj que es muy inexacto; una realidad absoluta e innegable. A partir de ella es posible una conclusión: ese reloj es malo. O bien, un agricultor que año tras año obtiene cosechas con rendimiento superior por hectárea; claramente puede decirse que se trata de un buen agricultor.

Sustitúyase ahora a la palabra «reloj» con la palabra «hombre» y podrá verse que al hablar de un reloj existe la idea de qué es una buen reloj, es decir, uno que da la hora con exactitud. Al hablar del hombre igualmente se entiende que se tiene la idea de un buen hombre, uno que se comporta de cierta manera y no de otra.

Dentro del pensamiento aristotélico, dice MacIntyre, decir que X es bueno, equivale a decir que X es el tipo de cosa que alguien seleccionaría queriendo a X para el propósito por el que X es esencialmente querido.

Si a la X se le sustituye con «persona», por ejemplo, la naturaleza de ella entrará al juego permitiendo obtener conclusiones de «deber ser» a partir de «es».

Lo mismo sucede con otros conceptos funcionales, como el reloj o el agricultor; también con una ley, una política y otros.

A partir de allí, MacIntyre concluye que si desapareciera de la moral (deber ser) la idea de «propósitos humanos esenciales o funciones» se dificulta la posibilidad de tratar a afirmaciones factuales como juicios morales.

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Concluyendo

Se han presentado dos ideas centrales, la de que no es posible obtener conclusiones sobre el «deber ser» a partir de aseveraciones que muestran el «ser»; la famosa idea de D. Hume.

Y una idea contraria, la de Alasdair MacIntyre y que afirma que sí es posible obtener conclusiones sobre el «deber ser» a partir de «ser».

Con una adición vital, retirar de la naturaleza de las cosas funcionales su propósito y función impediría obtener afirmaciones morales objetivas. Esto soluciona el problema de poder o no pasar del ser al deber ser.


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[Actualización última: 2023-06]