La definición de non-judgmentalism. La petición de abstenerse de emitir juicios de valor acerca de la conducta y los actos de otros. El reclamo de «No me juzgues».

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Significado de non-Judgmentalism

Uno de los conceptos comunes de la época presente, non-judgmentalism es una noción que debe examinarse —lo que hago en lo que sigue.

Traducida al español, la expresión significa no juzgar, no emitir opiniones. Muy especialmente en lo que se refiere a la solicitud para abstenerse de críticas y observaciones que se interpreten negativamente.

Es una petición que por causas de buena educación reclama ausencia de juicios de valor —posiblemente suponiendo que esa es una manera de mostrar respeto, amabilidad y ausencia de prejuicios.

Sin derecho a juzgar

El non-judgmentalism puede ser, por tanto, entendido como un reclamo que se exige a otros pidiendo que se abstengan de juzgar a la persona que lo solicita.

La base del reclamo es la suposición de que nadie tiene el derecho para juzgar a los demás. La persona A no puede juzgar a la persona B, ni esta última a la persona A.

Más todavía, pues en su base, la petición de no juzgar a los demás adjudica ciertos rasgos a quien se atreve a hacerlo.

Quienes emiten opiniones y juicios tienen prejuicios, odian, no son caritativos, no son comprensivos, no respetan a los demás. Mientras que quienes no emiten juicios sobre otros son lo opuesto, amables y respetuosos, libres de prejuicios.

Lo anterior permite tener una buena idea del significado de la frase en inglés y que no es mucho más que una petición de «no me juzgues».

No me digas tu opinión

Llego así a un punto en el que es posible profundizar en algunos de los rasgos del reclamo de «no me juzgues», del non-judgmentalism.

Es muy claro que se trata de una modalidad del valor de la tolerancia interpretada aquí como censura. Los demás no tienen derecho a opinar sobre lo que hago. Si lo hacen violan mis derechos.

Supone que no existe ningún principio moral absoluto ni objetivo que pueda usarse para emitir un juicio sobre actos humanos. Ninguno, excepto el de obligar a otros a no emitir juicio alguno.

Si condena la acción de que la persona A juzgue críticamente a la persona B, el «no me juzgues» cae en una contradicción: la persona B también está juzgando críticamente a A.

Si condena al acto cometido sucede lo mismo. Si la persona A reprueba la acción cometida por la persona B, y la persona B pide no ser juzgada, tendrá que admitir que esa petición es también un juicio de la acción cometida por la persona A. Se contradice a sí misma.

Como se ha expresado en otra parte:

«Si es malo juzgar como malas a las acciones de otro, entonces no hay base para juzgar como malo el acto de juzgar malas a las acciones de otro. Si es malo juzgar a otra persona entonces no hay base para juzgar a la persona que juzga».

Otras precisiones

📌 Todo lo que queda entonces en el reclamo de no querer ser juzgado es una petición de no querer escuchar el juicio de otros. Esto es alejarse del resto argumentando no desear estar expuesto a opiniones que contradicen a la persona. Una solicitud de soledad y aislamiento.

La petición de no ser juzgado no distingue dos elementos fundamentales y diferentes —a la persona y a sus acciones. Juzgar a una acción como mala no es igual a calificar a la persona como mala. Este error es cometido con mucha frecuencia.

También, la petición de no juzgar niega el amor y la preocupación por el bien de los demás. Si, por ejemplo, un hijo consume drogas, resultará lógico y justificado que sus padres emitan un juicio sobre esa conducta y hagan lo posible para remediar la situación.

Reclamar que los padres se abstengan de juzgar como mala la conducta del hijo significaría pedirles que lo dejaran de querer —algo que va en contra de la más profunda naturaleza humana.

Si las personas en lo individual tienen ideas acerca de lo que es bueno y es malo para ellas mismas, resulta al menos llamativo que no tengan también ideas acerca de lo que es bueno y malo para los demás.

Si acaso no puedo juzgar como malo el acto de otro, deberé aceptar que es lógico que tampoco me juzgue a mí mismo —terminando todo en un ambiente en el que nada puede ser juzgado.

«No, no me juzgues»

Es uno de los trucos más sucios al tomar una palabra que tenga connotaciones buenas. Y, poco a poco, estirarla hasta que signifique lo que uno quiera. Al final, lo que se logra es dar connotaciones loables a lo que uno quiere que las tenga. Por ejemplo, la palabra ‘tolerancia’.

Antes de su exaltación, tenía un significado muy claro: soportar algo con lo que uno no está de acuerdo, aguantar lo que se piensa no debe ser. No es complicado.

Un ateo, por ejemplo, tolera el templo religioso que tiene frente a su casa. O la persona religiosa tolera que se exhiban películas que critican a su religión. O un mexicano tolera chistes sobre su país, o bien un natural de Galicia sobre los gallegos. Se tolera, aguanta y soporta, porque es una mejor opción que la opuesta.

«Tolérame, es decir, no me juzgues»

Pues bien, resulta ahora que la tolerancia no quiere decir eso, sino otra cosa. ¿Que es entonces la tolerancia? Se nos dice que la tolerancia debe cambiar su significado para querer decir la aceptación, el respeto y la valoración de las diferencias que con los demás se tienen.

Por ejemplo, que la tolerancia significa aceptar que lo que el otro dice tiene igual dignidad que lo que uno dice. No hay que juzgarlo, el non-judgmentalism en pleno.

En fin, un embrollo de palabras bonitas que intentan dar un nuevo significado a una palabra con connotaciones positivas. Tolerar necesariamente supone pensar que lo que el otro opina o hace es negativo, que no tiene igual valor que lo que uno opina.

Si alguien opina que, por ejemplo, uno y uno son tres, eso puede tolerarse, pero no obliga a tener que valorar con igual peso esa opinión que otras.

La contradicción del non-judgmentalism

Dicen que tolerar es non-judgmentalism, es decir, no juzgar a los demás, lo que se contradice. Tolerar es necesariamente juzgar que el otro está equivocado.

Si eso no se piensa, ya no tiene caso hablar de tolerancia, sino de otra cosa, como coincidencia o indiferencia… pienso igual, o no me importa lo que el otro diga o haga.

Si alguien dice que uno y uno son tres, esa opinión no es ni digna ni respetable, pero sí lo es su persona. No se le agarrará a golpes, pero sí se le juzgará equivocado.

Consecuencias del «no me juzgues»

Es obvio que produzca indiferencia. Falta de interés y apatía en las personas. Desapego de temas vitales. Hablo de tibieza y mediocridad en la gente.

Piense en esto. Una persona opina que Dios existe y otra que Dios no existe. Bajo el non-judgmentalism, el «no me juzgues», uno brinca de gusto ante esa diferencia de opiniones, se alegra y danza felizmente, pero hasta allí, sin importarla nada el asunto.

Nunca habrá una argumentación que defienda a uno o otro, que es lo que más valor tiene, de donde se aprende. De otra manera, no sucede nada para dilucidar el asunto.

Nuestros tiempos dan la impresión de ser miedosos frente a la verdad. Ella aterra a muchos y un buen truco para evitar hablar de ella es hacer esos llamados a valorar diferencias y aplicar el «no me juzgues»..

Quizá la equivocación de fondo esté en el confundir que la dignidad natural de cada persona puede trasladarse a todo lo que ella haga o diga.

Muchos están en desacuerdo con lo que opino. No los golpearé por eso, respeto a sus personas, pero eso no significa que lo que ellas digan o lo que yo diga deba tener la misma dignidad que poseemos como personas.

Pero hay algo que debe decirse

Y, sin embargo, hay una aclaración digna de hacerse, la de las personas que tienen el hábito de criticar continuamente a otros. Es la crítica sostenida que se dirige a los demás, con frecuencia insistente.

Ese hábito de juzgar y criticar en demasía y por cualquier motivo las conductas y opiniones de los otros, es reprobable.

En resumen

Termino apuntando que la posición del non-judgmentalism o «no me juzgues», entendida como un derecho a callar a los demás, es insostenible —un producto ilógico de la tolerancia redefinida.

Pero también señalando que no propongo una actitud imprudente de quienes van por la vida apuntando la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el suyo.

Pero sí apoyo la idea de que la preocupación por el bien ajeno debe significar apuntar a uno mismo y a otros las acciones malas.

Wesley J. Smith lo ha expresado muy bien:

«Como sociedad, sufrimos de un no me juzgues terminal. Excepto contra los fumadores somos incapaces de decir que somos capaces de emitir juicios»


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[Actualización última: 2023-06]