Las tres lecturas del 9 Domingo Ordinario (ciclo B) muestran la luz que Jesucristo hace brillar. Luz que permite ahora ver el real sentido de su mandato central, el amarle, y lo que realmente significa y que está bien expresado en una parte del salmo responsorial: «No tendrás otro Dios, fuera de mí, ni adorarás a dioses extranjeros. Pues yo, el Señor, soy el Dios tuyo, el que te sacó de Egipto, tu destierro».

Primera lectura

La primera lectura (Deuteronomio, 5, 12-15) da palabras directas de Dios. Habla él y nos dice,

«Santifica el día sábado, como el Señor, tu Dios, te lo manda. Tienes seis días para trabajar y hacer tus quehaceres, pero el séptimo es día de descanso, dedicado al Señor, tu Dios».

Insiste Dios en la idea: «No harán trabajo alguno ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu buey, ni tu asno, ni tu ganado, ni el extranjero que hospedes en tu casa; tu esclavo y tu esclava descansarán igual que tú».

¿Por qué tal mandato? Las palabras de Dios nos dan la razón: «Recuerda que fuiste esclavo en Egipto y que te sacó de allá el Señor, tu Dios, con mano fuerte y brazo poderoso. Por eso te manda el Señor, tu Dios, guardar el día sábado».

Evangelio

El evangelio (Marcos, 2, 23-3, 6) inicia precisamente con una mención del sábado: «En sábado Jesús iba caminando entre los sembrados, y sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar».

La ocasión se presta a suspicacias. Viendo a los apóstoles arrancar espigas «los fariseos le preguntaron: ‘¿Por qué hacen tus discípulos algo que no está permitido hacer en sábado”».

El enfrentamiento es directo. El Deuteronomio en la primera lectura no puede ser más claro y sin embargo, Jesús mismo no reprueba lo que hacen sus discípulos.

Jesús les responde:

«¿No han leído acaso lo que hizo David una vez que tuvo necesidad y padecían hambre él y sus compañeros? Entró en la casa de Dios, en tiempos del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes sagrados, que sólo podían comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañero»..

La respuesta es válida, lo que dice la escritura en una parte y lo que dice en otra. La oposición es absoluta. ¿Como entender esto?

Jesús nos da la explicación: «El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado. Y el Hijo del hombre también es dueño del sábado».

La narración sigue y cuenta que Jesús entra ahora a una sinagoga. Una en la que está tendido un hombre. Tiene tullida una mano. Los fariseos lo siguen y espían. Quieren saber qué va a hacer en sábado. Jesús habla con el de la mano tullida. Le dice: «Levántate y ponte allí en medio».

Se vuelve ahora hacia los fariseos y es Jesús mismo quien les pregunta, «¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado, el bien o el mal? ¿Se le puede salvar la vida a un hombre en sábado o hay que dejarlo morir?».

No pueden ellos responder. Quedan mudos. Jesús los mira «con ira y con tristeza, porque no querían entender». Jesús se dirige ahora al tullido y le da otra orden, «Extiende tu mano». El tullido hace lo ordenado y es curado.Termina la narración diciendo, «Entonces se fueron los fariseos y comenzaron a hacer planes con los del partido de Heredes para matar a Jesús».

La primera lectura es ahora entendida realmente. La importancia verdadera del sábado como día del Señor no está en el detalle mínimo ni en la apariencia del dejar los quehaceres a un lado. Esa importancia verdadera está en dedicar ese día a Dios y no está esto en oposición a hacer el bien.

Sería ilógico que Dios decretara que un cierto día, en su honor, se dejara de lado amar a otros, hacer el bien, atender a lo bueno. Jesús con dureza explica las cosas, las hace nuevas. Ve, por eso, con ira y tristeza que no le han comprendido.

Segunda lectura

En la segunda lectura (corintios,  4′ 6-11) san Pablo complementa lo anterior:

«El mismo Dios que dijo: Brille la luz en medio de las tinieblas, es el que ha hecho brillar su luz en nuestros corazones, para dar a conocer el resplandor de la gloria de Dios, que se manifiesta en el rostro de Cristo».

La luz que ahora permite ver el verdadero significado del sábado, que es el amor a Dios y no el detalle minúsculo que puede oscurecer el real sentido.

Y nos pide entender nuestra existencia como un «continuo estar expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal».

En conjunto

Las tres lecturas en su conjunto muestran la luz que Jesucristo hace brillar. Luz que permite ahora ver el real sentido de su mandato central, el amarle, y lo que realmente significa y que está bien expresado en una parte del salmo responsorial: «No tendrás otro Dios, fuera de mí, ni adorarás a dioses extranjeros. Pues yo, el Señor, soy el Dios tuyo, el que te sacó de Egipto, tu destierro».

Si se trata de santificar el día del Señor, no puede haber mejor manera que entender la esencia del amor que le tenemos. Ese amor no puede ser pasivo, ni dejar de atender al que lo necesita, ni cortar espigas, ni suspender los actos buenos. Lejos de eso, el día del Señor es uno de intensa actividad, de amarle y hacer lo que de eso sigue.

Y no sólo eso. ¿Por qué sólo un día honrar a Dios? No sería lógico. Podemos y debemos honrarle todos los días. Jesús hizo el bien todos los días y con su luz, todos los días podemos hacerlo.

El sentido es claro. En la primera lectura puede perderse en verdadero sentido del día del Señor, que no es el dejar de hacer. Es lo contrario es hacer lo que el amor por Dios nos manda.