El tema central de las lecturas del Domingo Pentecostés (ciclo B) es el del Espíritu Santo, el que está entre nosotros, el que nos guía y acompaña. Dios no nos ha dejado solos y abandonados. Sí, Jesús una vez cumplido su sacrificio ascendió a los cielos, pero hubiera sido tremendamente contradictorio que nos abandonara.

Primera lectura

Las lecturas de hoy son una continuación lógica de las de la semana pasada. Jesús no nos ha dejado solos después de su Ascensión.

La lectura de este Domingo Pentecostés (ciclo B), Hechos 2,1-11, nos habla de que «Se llenaron todos de Espíritu Santo».

Dice en concreto,

«Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno».

Quizá podamos imaginar la situación. En ocasiones anteriores, reunidos los apóstoles, aparecía Jesús y ellos se llenaban de espanto.

No ahora, al menos no lo menciona la escritura. Inmediatamente después se dice que, «Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería».

Es esa continuación de las lecturas de la semana anterior. No nos ha dejado solos, tenemos al Espíritu Santo.

No hubo sorpresa en los apóstoles, pero sí en el resto. Narra la escritura que, «Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma».

La sorpresa continúa,

«Enormemente sorprendidos preguntaban: «¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? … y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua”».

Segunda lectura

La segunda lectura (Gálatas 5,16-25) reitera el tema de este Domingo Pentecostés (ciclo B). Nos exhorta San Pablo,

«Andad según el Espíritu y no realicéis los deseos de la carne; pues la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Hay entre ellos un antagonismo tal que no hacéis lo que quisierais. En cambio, si os guía el Espíritu, no estáis bajo el dominio de la ley».

Jesús nos ha dejado al Espíritu Santo como nuestra guía, quien nos eleva por encima de «Las obras de la carne». A lo que añade, «Y os prevengo, como ya os previne, que los que así obran no heredarán el reino de Dios».

Evangelio

Las dos lecturas anteriores son las lógicas, y que tienen su origen en las palabras del mismo Jesús. El evangelio de este Domingo Pentecostés (ciclo B) (Juan 15,26-27;16,12-15) contiene esas palabras de Jesús,

«Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo».

A lo que añade que

«Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará».

En conjunto

Así se explican la primera y la segunda lectura, por medio de esta promesa de Jesucristo. «os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí».

Pero no es otro, es Dios mismo ese Espíritu que está con nosotros, que Jesús ha dejado.

El tema central de las lecturas es el del Espíritu Santo, el que está entre nosotros, el que nos guía y acompaña. Dios no nos ha dejado solos y abandonados. Sí, Jesús una vez cumplido su sacrificio ascendió a los cielos, pero hubiera sido tremendamente contradictorio que nos abandonara.

Sigue con nosotros. No podía ser de otra manera. El que tanto nos ama no puede dejarnos solos. Es por eso que el día es uno de alegría extrema. Tenemos a Dios mismo entre nosotros en el Espíritu Santo y a él debemos seguir, tomándolo como el que nos guía en esta existencia.