Existen cosas que no vale la pena saber de ellas. Y otras cosas que es realmente importante conocer. No toda curiosidad es buena. La buena curiosidad intelectual es selectiva y se dirige a las cosas que vale la pena conocer.

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¿Qué es curiosidad intelectual?

«La curiosidad es cualquier comportamiento inquisitivo natural, evidente por la observación en muchas especies animales […] engendra la exploración, la investigación y el aprendizaje [tiene] el efecto de impulsar a los individuos, humanos y no humanos, a buscar la información y la interacción con su ambiente natural y con otros seres a su alrededor». es.wikipedia.org. Mi énfasis.

Es, entonces, una búsqueda de información y conocimiento que es natural en los humanos. Pero hay una pregunta que no se hace abiertamente. ¿Qué cosas merecen conocerse? Indirectamente se responde que la que merece investigación, la que genera aprendizaje.

Pero, aún así, ¿qué es lo que merece investigación y produce aprendizaje? Esta es la gran idea de Santo Tomás de Aquino. La curiosidad intelectual selectiva.


El libro usado para esta columna fue el de Vost, Kevin. How to Think Like Aquinas: The Sure Way to Perfect Your Mental Powers. Sophia Institute Press. Kindle Edition.


La distinción clave: dos tipos de curiosidad

Todo comienza con la diferencia entre dos conceptos, la curiosidad y el estudio. No son lo mismo. Como lo explica un autor:

«[Santo Tomás] proporciona un contraste fascinante entre la virtud del estudio [studiositas] y su vicio contrario de curiositas (curiosidad). El estudio modera el deseo humano natural de saber, porque hay mucho en este mundo que no vale la pena conocer, que alimenta nuestros deseos más bajos y nos desvía de las cosas más elevadas». Vost, Kevin. How to Think Like Aquinas: The Sure Way to Perfect Your Mental Powers. Sophia Institute Press. Kindle Edition.

St Thomas Aquinas

«Santo Tomás de Aquino» by Lawrence OP is licensed under CC BY-NC-ND 2.0

Estudio y curiosidad

Lo que apunta Vost, en su análisis de Aquino, es la distinción entre la curiosidad (curiositas, en Latín) y el estudio (studiositas). Las personas tienen inquietud por conocer y saber. Y, podemos concluir, la buena curiosidad intelectual es selectiva y produce conocimiento.

El estudio es la curiosidad intelectual selectiva, algo que tiene una fuerza moderadora en esa inquietud general por conocer. Contiene la idea de que hay cosas que no tienen valor que justifique su conocimiento o estudio.

Cosas sin valor que distraen de cosas más altas e importantes. El estudio es una curiosidad intelectual selectiva, virtuosa, que al final persigue a la sabiduría. Muestra que la buena curiosidad es selectiva porque distingue entre lo que merece ser conocido y lo que no.

La curiosidad no selectiva, por el contrario, es un vicio, un deseo de saber eso que es mejor dejar de lado. La curiosidad que se nutre del aburrimiento, la que ocupa tiempo que sería mejor dedicar a cosas mejores.

📌 Visto de otra manera, el estudio impone mesura a la curiosidad desbocada. Es una actitud prudente que lleva a preferir conocer aquello que es importante y más alto. Es una virtud que atempera y aconseja preferir a eso que realmente tiene valor para ser merecer conocimiento. El estudio es lo que impone prudencia a la curiosidad.

El deseo y el ansia de conocer y de saber es una tendencia humana natural que como todo instinto, necesita un sano yugo. Sin esa prudencia, se convierte en un vicio: la curiosidad sin freno y el desperdicio de la inquietud por conocer más.


«Curiosidad: impulso humano que oscila entre lo grosero y lo sublime. Lleva a escuchar detrás de las puertas o a descubrir América».

José María Eça de Queirós 

«Ten menos curiosidad por la gente y más curiosidad por las ideas».

Marie Curie 

La resistencia natural al esfuerzo

El estudio, studiositas, implica la virtud del dominio sobre uno mismo para evitar la inclinación natural al menor esfuerzo posible. Crea la disciplina del esfuerzo y la atención que requiere el conocimiento de eso que produce sabiduría.

La curiosidad, curiositas, satisface la inclinación natural a saber más con el menor esfuerzo posible y se encauza a lo que no tiene valor ni importancia. Es un desperdicio, una oportunidad perdida, algo que usualmente conduce a satisfacer instintos y bajezas.

Ejemplos

El autor usa ejemplos actuales para ilustrar la idea de Aquino. Hay curiosidad no selectiva en casos como estos.

  • La persona que usando el control remoto de su televisor va de un canal a otro sin rumbo.
  • Quien en su tiempo libre va a una computadora a navegar sin dirección.
  • Los alumnos que prefieren ver los mensajes en sus móviles durante clase.

Podrían añadirse otros ejemplos, como el de quienes conocen las intimidades de las celebridades a lo que dedican gran tiempo. O los que se sienten perdidos si no están conectados a Internet.


En resumen, ¿qué tan buena es la curiosidad?

La gran idea de Santo Tomás de Aquino, como la explica Vost, es reconocer que las personas tenemos un deseo natural de conocer y saber más.

Eso no está mal en sí mismo, pero puede irse por caminos erróneos, los de la curiosidad que persigue saber lo que no tiene valor.

Es mejor la alternativa de la studiositas, del estudio de lo que es más alto y mejor, de lo que produce sabiduría.


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