No hay día más glorioso que este del 1 Domingo de Pascua (ciclo A). Es el día de la resurrección, del triunfo sobre la muerte y sobre el pecado. La alegría debe rebosarnos y confirmar nuestra fe en Jesús. Es literalmente el inicio de una nueva época, de los nuevos tiempos.

Evangelio

La lectura del Evangelio de la misa del 1 Domingo de Pascua (ciclo A) de Juan (20, 1-9) habla del hecho más importante de nuestras creencias, la Resurrección de Jesús.

Hay allí palabras que nos ayudan a entender el gran suceso. Dice San Juan,

«… Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos».

La clave de esas palabras está en la idea de que «hasta entonces» no habían entendido las Escrituras.

Es decir, en nuestra naturaleza humana el entendimiento del mensaje de Dios es gradual, lo vamos adquiriendo paso a paso y a veces, golpe a golpe… como sucedió con los apóstoles esa situación tan fuerte: el Maestro había sido muerto y enterrado, habían pasado muchas horas desde eso. La desolación no podía ser mayor entre ellos.

Hasta que llegó la inquietante noticia de María Magdalena, «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto». No solo muerto, sino ahora desaparecido el cuerpo.

Hasta que ellos entienden a las Escrituras: Jesús ha resucitado, lo que ven y lo creen sin asomo de duda. Ahora, todo tiene sentido.

Primera lectura

Para la misa del 1 Domingo de Pascua (ciclo A), en la primera lectura (Hechos 10, 34.37-43), es ahora Pedro el que habla con total fe y convicción. Al predicar a otros, usa palabras como,

«Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea… Nosotros somos testigos de cuanto él hizo… Lo mataron… pero Dios lo resucitó al tercer día… hemos comido y bebido con él después de que resucitó… Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio…»

Pedro, el que lo negó tres veces, hace ahora testimonio público de Jesús. Lo hace porque cree, porque también ha entendido ahora las Escrituras y porque no se puede hacer otra cosa que dar testimonio.

Quien realmente cree en Jesús no puede quedarse callado frente a los demás. Es tal la alegría que la resurrección nos da que nos es imposible quedarnos con la boca cerrada. Sentimos la necesidad de hablar de Jesús y de reconocernos públicamente como uno de los de Jesús.

Segunda lectura

Por su parte, la segunda lectura del 1 Domingo de Pascua (ciclo A), de Pablo (Col 3, 1-4) da un paso adelante y habla de la consecuencia que para nosotros tiene la resurrección. Nos dice,

«… busquen los bienes de arriba… Pongan todo su corazón en los bienes del cielo… porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios…»

Pablo, por tanto, relaciona la resurrección de Jesús con la propia nuestra. Podemos resucitar con Él. Y para hacerlo debemos ver los bienes del cielo, o como menciona Juan, ver y creer; o como dice Pedro, dar testimonio.

En conjunto

La misa de este 1 Domingo de Pascua (ciclo A) está resumida en lo que dice el salmo responsorial, «Este es el día del triunfo del Señor».

Y será el día de nuestro triunfo personal si hacemos lo que nos indican las lecturas, creer, dar testimonio y poner el corazón en los bienes del cielo.

Más aún en el salmo, se enfatiza la idea de dar testimonio: «No moriré, continuaré viviendo, para contar lo que el Señor ha hecho».

No hay día más glorioso que este en el calendario litúrgico. Es el día de la resurrección, del triunfo sobre la muerte y sobre el pecado. La alegría debe rebosarnos y confirmar nuestra fe en Jesús. Es literalmente el inicio de una nueva época, de los nuevos tiempos.

Es costumbre hacer cada fin de año una serie de propósitos de año nuevo. Pues bien, hay una época muy adecuada para propósitos renovados y no es la del año nuevo, sino la que hoy festejamos.

La invitación a hacerlo está allí muy clara en las lecturas de este día y esos propósitos los han anotado los apóstoles mismos para nosotros.

Son tres propósitos: creer, dar testimonio y mirar las cosas del cielo antes que las de la tierra.

A partir de hoy creamos con más convicción, demos testimonio con más intensidad y pongamos más atención en los bienes celestiales. Después de todo el premio por hacer eso es la vida eterna junto a Jesús.