Las tres lecturas del 2 Domingo adviento (ciclo B), lógicamente, sirven de preparación para la fecha que pronto celebraremos y recuerdan los dos elementos a los que debemos atender: la alegría y la preparación.

Primera lectura

En la primera de las lecturas de este 2 Domingo adviento (ciclo B), Isaías (1-5.9-11), sus primeras palabras hablan de consuelo y alivio, de haber «ya terminado el tiempo de su servidumbre».

Se habla de la voz que clama diciendo,

«Preparen el camino del Señor, construyan en el páramo una calzada para nuestro Dios… anuncia a los ciudadanos de Judá: «Aquí está tu Dios. Aquí llega el Señor… Como pastor apacentará su rebaño…»»

Con facilidad puede verse que la lectura habla de prepararse para el arribo de Dios y cómo su llegada será motivo de alivio ante nuestra servidumbre en este mundo.

Evangelio

En este 2 Domingo adviento (ciclo B), el evangelio (Marcos, 1, 1-8) continúa naturalmente con el mismo gran tema de Isaías haciendo referencia al arribo de Dios, cumpliendo lo que dicen esas escrituras.

Y como preparación a su llegada, Marcos habla de Juan el Bautista, «predicando el bautismo del arrepentimiento, para el perdón de los pecados».

Y dice que a Juan «acudían de toda la comarca de Judea y muchos habitantes de Jerusalén; reconocían sus pecados y él los bautizaba en el Jordán».

Si Isaías exhorta a prepararnos a la venida de Dios, san Marcos nos dice cómo hacerlo: estando arrepentidos de nuestras faltas.

Es el primer paso de nuestra preparación en las fechas que se aproximan y que las palabras mismas de Juan el Bautista valúan de manera inconfundible.

Dice Juan,

«ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo».

Se tiene, por consiguiente, en esas dos lecturas, dos elementos comunes.

Sin duda uno de ellos es el de la celebración y gozo; es una época de alegría y animación, lo que es muy fáciles de ver en la superficie de nuestras acciones en diciembre.

Hacemos festejos, decoramos las casas, damos regalos y con eso nos unimos a la gran celebración de la Navidad.

Pero la celebración implica mucho más que esas acciones. Otro elemento es el de la preparación, no diferente a lo que hacemos cuando esperamos alguna visita para la que nos preparamos con tiempo.

La llegada de Dios, dice Marcos, implica también una actividad interna: el arrepentimiento de nuestras faltas.

Si los festejos son la acción externa, el arrepentimiento es la acción interna; si para recibir a visitas en nuestra casa, la preparamos y limpiamos, para recibir al Señor limpiamos nuestra alma, porque allí es donde él llegará.

Segunda lectura

En este 2 Domingo adviento (ciclo B), la segunda lectura, de la segunda carta de san Pedro (3. 8-14) complementa las lecturas anteriores hablando de otra venida de Jesús, al final de los tiempos, recordando las lecturas de domingos anteriores: «El día del Señor llegará como los ladrones».

La Navidad puede verse por tanto como la creación de la esperanza en esta segunda venida de Dios, la promesa hecha por él, de la que Pedro habla diciendo, «confiamos en la promesa del Señor y esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia..

La alegría y el gozo de esta época es pues doble, pues celebramos la llegada de Dios hecho hombre entre nosotros y al mismo tiempo, su promesa de un «cielo nuevo» a su regreso.

Si hay una causa de celebración, ella es ésta, la de la más grande promesa hecha a los hombres.

En conjunto

Las tres lecturas en su total, lógicamente, sirven de preparación para la fecha que pronto celebraremos y recuerdan los dos elementos a los que debemos atender: la alegría y la preparación.

Una sin la otra de poco servirá y saber esto nos previene del riesgo que podemos correr en estas fechas, que es el de colocar toda nuestra atención en los festejos descuidando la preparación.

Cuando en las casas se espera la visita de alguien muy querido, la ocasión se presta a festejos, pero también nos preparamos para estar a la altura de ese festejo: limpiamos la casa, la arreglamos, la preparamos para esa persona que viene.

Igual debe hacerse ahora. Los festejos deben realizarse, pero más importante es que la casa esté limpia. Esa casa es nuestra alma. Por eso debemos limpiarla de las faltas que hemos cometido y así Nuestro Señor llegará a un lugar limpio y digno.