El llamado universal, contenido en las lecturas del 20 Domingo Ordinario (ciclo A), a todas las personas sin excepción para que nos adhiramos a él, y le demos culto, es decir, le reconozcamos como Dios y Señor. De hacer esto, nos dice Dios, la recompensa será nuestra salvación.

Primera lectura

En este 20 Domingo Ordinario (ciclo A), la primera lectura (Isaías, 56, 1.6-7), en una de sus partes, dice las siguientes palabras divinas,

«A los extranjeros que se han adherido al Señor para servirlo, amarlo y darle culto, a los que guardan el sábado sin profanarlo y se mantienen fieles a mi alianza, los conduciré a mi monte santo y los llenaré de alegría en mi casa de oración».

Es un mensaje universal, a todos en todos los tiempos y lugares. Es una promesa de salvación eterna sustentada en la decisión de cada persona, la decisión de servirle, de amarle y de reconocerle como Dios; es la decisión propia de serle fiel. Y si eso hacemos, la salvación será nuestra recompensa.

Evangelio

El llamado de este 20 Domingo Ordinario (ciclo A) tiene una situación concreta en la historia narrada en el evangelio de este domingo (Mateo, 15, 21-28).

La de la mujer cananea, que sale al encuentro de Jesús para pedir ayuda para su hija.

La mujer grita pidiendo ver a Jesús, sin que este le contestara. Podemos imaginar la situación y saber que ella insistía gritando tanto que los discípulos hablan a Jesús, pidiendo que la atendiera. Quizá ya no soportaban sus gritos al seguirlos,

Jesús contesta a los discípulos diciendo que él se encarga de la casa de Israel, no de esa mujer cananea. Pero al llegar frente a Jesús, ella insiste en pedir su ayuda Y Jesús aún así niega su ayuda, sin que ella acepte esa respuesta.

Hasta que al final, Jesús exclama, «Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas». La hija quedó curada en ese momento.

Se muestra de nuevo esa noción, la de una decisión personal de reconocer a Dios y de tener fe en él. El evangelio, además, muestra que la fe debe ser insistente y mantenerse sin desfallecer.

La misma mujer, de no haber estado alimentada por una verdadera fe, se habría dado por vencida a los pocos intentos. Pero incluso frente al mismo Jesús no se da por vencida e insiste. No podemos imaginar que ella respondiera a Jesús de esa manera si ella no le conociera. Y lo conocía por la fe.

Segunda lectura

Este 20 Domingo Ordinario (ciclo A), contiene la adhesión a Dios de la que se habla en Isaías y que en la segunda lectura, de San Pablo (Romanos, 11, 13-15.29-32) se convierte en un llamado a todos en todas partes y en todos los tiempos.

Pablo habla de judíos y no judíos, de todos a los que Dios quiere manifestar su misericordia.

En conjunto

Colocando las tres lecturas en conjunto, pueden verse dos elementos muy simples.

Primero, está el llamado de Dios. El llamado universal a todas las personas sin excepción para que nos adhiramos a él, y le demos culto, es decir, le reconozcamos como Dios y Señor. De hacer esto, nos dice Dios, la recompensa será nuestra salvación.

El otro elemento es nuestra respuesta a ese llamado y que el evangelio muestra en la historia de la mujer cananea. Con insistencia que llega a la terquedad aparente, la mujer pide ayuda y esa insistencia solo puede entenderse viendo que ella cree, que ella tiene fe.

Pero esa mujer podía haber hecho lo opuesto. Podía haber tenido a su hija enferma y quizá ni siquiera pensar en Jesús; o tal vez hacer un par de intentos y retirarse si es que no tiene éxito.