Elegir a Dios en esta vida podrá producir sufrimiento, según las lecturas del 22 Domingo Ordinario (ciclo A). Muchos otros nos pueden ver con desprecio y burla. Quizá esto sea un síntoma de que hemos elegido sabiamente.

Primera lectura

En este 22 Domingo Ordinario (ciclo A), la primera lectura (Jeremías 20,7-9) contiene una duda humana.

Inicia diciendo, «Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me venciste. Yo era el hazmerreír todo el día, todos se burlaban de mí». Continúa con,

«La palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día. Me dije: «No me acordaré de él, no hablaré más en su nombre»; pero ella era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo, y no podía».

El hombre se ha dejado en manos de Dios y eso es lo que le ha causado penas y desprecio entre quienes le rodean, tanto que se promete no hablar de Dios a nadie más.

Evangelio

En este 22 Domingo Ordinario (ciclo A), el evangelio (Mateo 16,21-27), se cuenta que.

«En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día».

Similar a la primera lectura, ahora se deja ver también desprecio y, más aún, sufrimiento. El mismo Jesús debe padecer frente a los hombres hasta morir.

Podemos imaginar la reacción de susto y temor de los apóstoles, muy bien expresada cuando «Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte»».

La reacción de Pedro es muy humana, la de apartarse del padecimiento. No quiere que Jesús sufra a tal punto que le increpa. No quiere que nada malo le suceda a Jesús.

En la parte siguiente del evangelio, Jesús responde a Pedro con palabras muy fuertes. Le dice, «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios».

Similar que en la lectura de Jeremías. El deseo humano puede ser el de retirarse del sufrimiento, pero la palabra de Dios va por encima de eso.

Y Jesús, entonces resume el mensaje central,

«El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta».

La paradoja es admirable: querer conservar la vida es igual a perderla y perderla por Jesús es equivalente a ganarla. Nunca ha sido mejor explicada la diferencia entre la comprensión humana y la divina.

Jeremías y Pedro son los hombres que reaccionan como tales y valoran la vida que conocen a su alrededor, tienen una visión limitada. Pero Dios está por encima de esa visión y por eso, la terrible disyuntiva: el mundo entero vale nada si la vida verdadera se arruina.

Segunda lectura

En la misa de este 22 Domingo Ordinario (ciclo A), la segunda lectura, (Romanos 12,1-2), usa otras palabras para expresar esto mismo. Nos dice,

«Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como ofrenda viva, santa, agradable a Dios; este es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino trasformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto».

La decisión que nosotros debemos hacer es la de ofrecernos a Dios, incluso en contra de nuestras ideas mundanas: es la elección de la vida con Dios y no la de la vida con los hombres.

En conjunto

Las tres lecturas del 22 Domingo Ordinario (ciclo A) contienen un elemento en común, esa dificultad para separar a lo terrenal de lo divino.

Jeremías es víctima del desprecio y padece por una razón, ha elegido a Dios e incluso piensa en dejarlo. Pedro, por su parte, también reacciona igual, viendo solo a lo terrenal.

Pero Jesús eleva la vida de los hombres y la explica: la real y verdadera vida humana está junto a él.

La lógica humana no es la misma que la divina. Perder la vida por Dios es ganarla. Y la elección es nuestra, de cada uno en lo personal.

Y elegir a Dios en esta vida podrá producir sufrimiento. Muchos otros nos pueden ver con desprecio y burla. Quizá esto sea un síntoma de que hemos elegido sabiamente.