Las tres lecturas de este 3 Domingo Ordinario (ciclo C) en su conjunto nos aseguran que Dios nos habla, que tiene palabras para nosotros, tanto que su Hijo mismo vino a nosotros.

Primera lectura

La primera lectura de este 3 Domingo Ordinario (ciclo C), de Nehemías (8,2-4a. 5-6. 8-10) inicia el tema que es común al resto de las lecturas y que resume muy bien el salmo de este domingo: «Tus palabras, Señor, son espíritu y vida».

Sí, es el tema de las palabras que vienen de Dios.

Dice esta lectura que

«… el sacerdote Esdras trajo el libro de la Ley ante la asamblea… Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley… Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo… y, cuando lo abrió, toda la gente se puso en pie… Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron la lectura… el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley».

Todo gira alrededor de las palabras de Dios. Palabras dirigidas a nosotros y que son las más dignas de escuchar, pues el nuestro Creador quien nos habla.

De esto mismo nos habla en evangelio de este domingo.

Evangelio

En este 3 Domingo Ordinario (ciclo C), se usa el inicio del evangelio (Lucas 1,1-4; 4,14-21), en el que su autor dice a Teófilo,

«Muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros, siguiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la palabra. Yo también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he resuelto escribírtelos por su orden, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido».

La intención de san Lucas es así claramente establecida. Quiere dar a conocer la palabra de Dios, los hechos sucedidos. Todo para fortalecer las enseñanzas de Dios.

Dice a continuación,

«En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga… y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”».

De nuevo el énfasis en la palabra. Jesús enseña en las sinagogas. Jesús, un sábado, hace una lectura y esa lectura muestra quién es Jesús.

De nuevo, también, la atención de las personas, igual que en la primera lectura. La gente escucha lo que Dios nos dice.

Segunda lectura

En la lectura de este 3 Domingo Ordinario (ciclo C) ( I Corintios 12, 12-30), san Pablo hace referencia a la unidad:

«Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo… El cuerpo tiene muchos miembros, no uno solo… Si el pie dijera: «No soy mano, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el oído dijera: «No soy ojo, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo?… Si todos fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?… Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo».

Insiste el apóstol en la unidad ilustrada por un cuerpo:

«Así, no hay divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros. Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos se felicitan. Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro».

San Pablo, por tanto, hace referencia a la voluntad de Dios, cuya palabra nos une a todos, como parte del plan divino. Somos todos partes de ese cuerpo de Cristo, en el que no hay divisiones, en el que nos necesitamos unos a otros y nos amamos.

En conjunto

Las tres lecturas de este 3 Domingo Ordinario (ciclo C) en su conjunto nos aseguran que Dios nos habla, que tiene palabras para nosotros, tanto que su Hijo mismo vino a nosotros.

También, las lecturas nos invitan a escuchar esa palabra de Dios y así lograr entendernos a nosotros mismos como parte del cuerpo de Cristo y dar sentido a nuestras vidas.

En nuestra vida diaria tienen consecuencias esas lecturas. Por principio, podemos sentir alegría al estar seguros de que nuestro Creador está cerca de nosotros y que de ninguna manera es el dios que algunos quieren pintar como alejado de su creación.

Al contrario, el que sepamos que Él nos habla es el más grande consuelo que podemos tener. Pero al mismo tiempo es necesario que le escuchemos, que nos demos esa oportunidad, igual que la gente en la primera lectura, igual que la gente en la sinagoga del evangelio.

Y al escucharle, entonces, podremos tener la comprensión de nuestra existencia como un acto de amor a Dios, quien nos deja en libertad para escucharle y corresponder al amor que nos tiene como un acto consciente de amor recíproco entendiendo esas palabras del salmo, «Tus palabras, Señor, son espíritu y vida».