El grave error de la sociedad democrática. Poner toda la atención en una primitiva definición de democracia y olvidarse de lo más importante, la sociedad de personas libres que la crean y cuidan.

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Introducción

Es un clisé el halago casi incuestionable del que la democracia es objeto. Tan alabada es como escasamente examinada. 

El término ‘democrático’ tiene la suficiente carga positiva como para ser tomado con gran descaro aún por los regímenes que menos lo son. Y, lo peor, creerse que efectivamente son democráticos.

Por ejemplo, la República Democrática Alemana, la República Democrática de Vietnam del Norte, y República Popular Democrática de Corea.

La equivocación es considerable en cuanto a que lleva a la pérdida sustancial de libertades y probabilidades de progreso. Sin embargo, existe otra falla incluso mayor: el malentendido de la sociedad y la democracia.

Democracia y sociedad: el error de inicio

La pifia es grave y penosa. Tan a la vista se encuentra ella que permanece invisible a demasiados y hace recordar a La carta robada de Edgar A. Poe.

📌 La confusión comienza con una creencia acerca de la democracia, la de que ella es capaz de crear un buen gobierno, hábil y capaz, que gobierna para el bien común. Ella produce la quimera de suponer que basta con elegir a los gobernantes por mayoría para haber conseguido ese régimen político competente que permita a todos vivir mejor.

Es así como la aplicación del adjetivo ‘democrático’ fabrica espejismos: la garantía percibida y ficticia de que un gobierno elegido en democracia producirá beneficios incontables en la sociedad. 

Esta es una mentalidad que reduce al poder político a una cuestión sola, la elección de gobernantes por medio del voto. El yerro es de consecuencias.

La democracia no produce gobiernos capaces

La sociedad que suponga que la democracia crea gobiernos capaces, hábiles y expertos, que gobiernen para el bien común, se equivoca mucho.

La experiencia con regímenes democráticos es amplia. Muestra que las elecciones libres producen gobiernos malos, incluso dictatoriales, que afectan las posibilidades de progreso.

Lo que la democracia crea es otra cosa en la que poca atención se pone, una sociedad libre y responsable. Es decir, una comunidad de personas capaces de valerse por sí mismas que en su efecto acumulado resultan en una energía que ningún gobierno puede crear.

Toqueville lo expresó admirablemente:

«La democracia no da al pueblo el gobierno más hábil, pero hace lo que hasta el gobierno más hábil es impotente para lograr: difunde en la sociedad una actividad inquieta, una fuerza sobreabundante, una energía que nunca existe sin ella, y que, si las circunstancias son aunque sea ligeramente favorables, puede realizar milagros». A. de Tocqueville.


«La democracia sustituye el nombramiento hecho por una minoría corrompida, por la elección hecha merced a una mayoría incompetente».

George Bernard Shaw 

La democracia produce sociedades capaces

La equivocación debe ser ya patente en cuanto al efecto de la democracia en la sociedad. Ella no produce gobiernos hábiles, lo que ella puede crear es sociedades fuertes y capaces.

No es que la autoridad política sea trivial, sino que el foco de atención debe colocarse en el tipo de oportunidades que crea para desarrollar ciudadanos capaces y libres.

Es un cambio de perspectiva que señala la miopía de poner toda la atención en la ensoñación de que basta tener un gobierno democrático para que la sociedad progrese. 

En lo que debe ponerse atención es en la sociedad que puede crear la democracia, una llena de personas libres que pueden generar progreso general.

¿Quién es el guía responsable?

📌 Lo anterior obliga a reconsiderar al papel de los gobiernos. No son ellos los que deben guiar a la sociedad, es ella la que debe conducirlos. En una democracia es la sociedad la que conduce a las autoridades.

Nada más repelente y odioso que un gobierno que pretende saber más que sus ciudadanos y los obliga a seguir su idea de una sociedad mejor. Al contrario, es la sociedad la que obliga a los gobernantes a respetar sus ideas y dejarlos libres para realizar sus proyectos personales.

Esta es una alteración sustancial en la manera de pensar acerca de la sociedad y la democracia, para darle significado a esta última. En otras palabras, la democracia logra el respeto a los proyectos personales y jamás implanta un proyecto nacional creado por la autoridad.


«La gente no debe temer a su gobierno. Los gobiernos deben tener miedo de su gente».

— Alan Moore, V for Vendetta

Una explicación

¿Qué hizo que se pusiera más atención en la democracia que en la sociedad? Con toda probabilidad fue el surgimiento de ideas que en resumen colocaron a los gobiernos como la solución a cuanto problema, malestar y angustia padece el ciudadano.

Teorías e hipótesis aventuradas que explicaban a esos males como desigualdades entre amo y esclavo, y que tenían una solución seductora: la implantación de una autoridad justiciera que necesita centralizar el poder para llevar a todos a una sociedad perfecta de igualdad en la que esa autoridad se ha hecho responsable de todo.

Eso trasladó la atención a la autoridad política y descuidó la verdadera relación entre democracia y sociedad. Lo que ha ocasionado otro traslado, el de enfatizar a la igualdad, olvidando a la libertad, incluso sacrificándola.

En sus versiones extremas, los traslados se convierten en reclamos radicales que exigen la destrucción del presente como requisito para la construcción del futuro utópico que la centralización del poder promete. Lo que borra toda posibilidad de individualidad.

Conclusión

📌 Ha sido propuesta la idea de un descuido descomunal en el entendimiento de la democracia. Ella no crea los gobiernos más capaces y hábiles. Lo que la democracia produce es una sociedad libre que guía a gobiernos para respetar las libertades individuales.

Esta labor de servir de guía se entiende como una de control del poder político para mantenerlo en su función correcta de defensa de libertades evitando abusos. 

Pocas cosas menos democráticas existen que gobiernos elegidos por mayoría que oprimen a la sociedad retirando libertades y aumentando su poder sobre las personas. Aún elegidas por mayoría, estas autoridades no son en realidad democráticas.

Una sociedad sin división del poder no puede ser democrática. Si acaso el poder ejecutivo controlase al legislativo y dominase al judicial, aunque sea en nombre del mandato mayoritario, eso no sería democracia. Sería una modalidad de dictadura bajo un disfraz democrático.

📌 Si acaso, por voto mayoritario, se diesen poderes exagerados al ejecutivo, eso crearía un gobierno autoritario, destruyendo a la posibilidad democrática y, por eso, a la libertad. La mayoría no tiene autoridad para destruir libertades.


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