Quienes gobiernan tienen obligaciones. Son requisitos con los que deben cumplir. Se llaman responsabilidades de los gobernantes. Lo que lleva a la primera de ellas, las más obvia, deben ser personas responsables.
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Introducción
Suponga el lector que él ha sido elegido para educar a un futuro gobernante, a uno responsable. Eso le sucedió a François Fénelon, quien tuvo a su cargo la instrucción del futuro rey de Francia, el duque de Borgoña, nieto del rey Luis XIV de Francia. ¿Qué hacer?
Algo que hizo Fénelon, entre otras cosas, fue escribir un libro a finales del siglo 17, Las aventuras de Telémaco. Afortunadamente sigue disponible en nuestros tiempos. El hijo de Ulises emprende un viaje en busca de su padre, del que nada se sabe después de la guerra de Troya. A Telémaco lo acompaña Mentor, un anciano sabio que lo instruye y aconseja. Ambiciona convertir al joven en un gobernante responsable.
Durante sus aventuras, Telémaco pone a prueba su carácter y aprende sobre la necesidad de las virtudes, los peligros de los vicios y, sobre todo, la conducción de un buen gobierno.
📌 La columna presenta unas pocas de esas recomendaciones al buen gobernante que es responsable de sus actos. El lector queda invitado a leer el original, Las aventuras de Telémaco.
El peligro de las ensoñaciones
Citando a Federico el Grande, Fénelon previene con gracia el riesgo de lo alejado de la realidad. «Si tuviera un imperio al que castigar, otorgaría su gobierno a los filósofos». Una forma de apuntar los peligros de mentes que viven en terrenos imaginarios y que afectan las posibilidades de un gobernante responsable.
Escribe él, «Las mentes, sin experiencia práctica, construyen sus instituciones imaginarias sobre las nubes, y en el momento en que estas nubes tocan la tierra, sus instituciones se derriten en vapor o caen en ruinas». Un claro aviso en contra de gobernantes que viven en mundos virtuales.
📌 Un buen gobernante es ese que no se deja llevar por quimeras de proyectos nacionales que prometen sociedades ideales, producto de fiebres optimistas.
La verdad como antídoto
El gobernante que se aísla de la realidad, que se hace inaccesible a las personas, que vive en mundos propios, se aleja de la realidad, de la verdad, ese no es uno responsable. Tampoco se coloca en una situación en la que quienes están cerca de él, aprovechan su vista corta y prohiben el contacto con quien pueda abrir los ojos al gobernante.
«¡Alas! Ningún hombre me ha amado nunca lo suficiente como para decir lo que pensaba que a mí no me agradaría oír», se lamenta Fénelon pensando en el gobernante rodeado de aduladores que capitalizan su alejamiento de la verdad. Quienes rechazan a la verdad, rechazan también a sus portadores.
📌 Es otra de las facetas del gobernante diligente, el estar en contacto constante con la realidad. Sus actos de gobierno no serán los correctos sin ese conocimiento verdadero. Por tanto, sabe también hacer de lado a los aduladores y lisonjeros.
«El rey que, en su vana prosperidad, no encontró a nadie lo suficientemente atrevido para decirle la verdad, en su adversidad no encuentra a nadie lo suficientemente amable para excusar sus faltas o defenderlo de sus enemigos».
— F. Fénelon
Habrá siempre vicios
Los vicios son inevitables mientras haya personas. Más vale aceptar esto y meditar sobre la realidad de que tener un gobernante no es otra cosa que sujetarse a la voluntad de alguien como uno mismo. Pregunta Fénelon, «¿no son dignos de lástima los hombres por su necesaria sujeción a un mortal como ellos?»
Más aún, el aceptarse como alguien débil que puede sucumbir a sus pasiones, ya es tener sabiduría, ya es conocerse a sí mismo y desarrollar la idea de mirar con sospecha las inclinaciones de sus sentimientos. Ser un gobernante responsable es tener esta sabiduría: «soy humano, puedo equivocarme, puedo sucumbir al vicio»
La prudencia es siempre aconsejable para imponerse sobre el valor y el coraje del gobernante. Sin ella se sucumbe a las pasiones y las reacciones emotivas.
La aceptación de la verdad, que incluye el reconocimiento de la propia imperfección personal, tiene consecuencias específicas en los detalles de un gobernante responsable. Fénelon usa el ejemplo concreto del comercio: que no lo restrinja el gobernante, que no le imponga leyes complicadas ni gravosas, que él mismo respete esas leyes.
📌 De allí puede surgir una idea general. Puede el gobernante tener gran poder, pero sobre él tiene el poder absoluto de la ley. «Su poder para hacer el bien es ilimitado, pero se le impide hacer el mal».
Para pensarse…

El gobernante no puede hacerlo todo
Otra idea de Fenelón es el concepto de las limitaciones personales del gobernante, parte de su responsabilidad general. No puede él hacerlo todo por sí mismo. No conoce todo, no lo sabe todo, su tiempo es limitado
Por tanto, debe tener ministros o delegados en los que confiar deberes y tareas. Pero cuidado con esos delegados, los que frente al gobernante aparecen siempre «con máscara» sin revelarse a sí mismos. No serán nunca bien conocidos por el gobernante, como sí los son por sus iguales e inferiores.
Cuanto mayor sea su país, mayor necesidad tendrá de usar a otros para gobernar, en quienes delegará autoridad y poder, con la realidad inevitable de cometer errores en la selección de ellos. Necesitará el gobernante ser virtuoso y perspicaz para no ser seducido por quienes lo rodean con adulación y honores.
¿Cómo tratar a esos ministros? Nunca dándoles poder absoluto porque eso pone a prueba su virtud. Las personas sucumben a la tentación de la autoridad sin límites que les produce riqueza abundante
Responsabilidad es visión amplia del gobernante
Escribe el autor aconsejando a alumno, «No emprendas nada sin haber considerado las consecuencias más remotas; mira fijamente el futuro, cualesquiera que sean los males que pueda presentar, y sabe que el verdadero coraje consiste en la anticipación y el desprecio del peligro necesario».
📌 La observación es un llamado explícito a una combinación de prudencia con perspicacia y visión del total. Lo opuesto a la miopía política. El gobernante que hace bien su trabajo tiene la obligación de ver más allá de los demás.

Conclusión
Es común hacer listas de responsabilidades del gobernante y terminar con una de tres, cinco o siete de ellas. La obra de Fénelon entra más en profundo y trata del concepto central, no de una enumeración de habilidades o virtudes. Lo que importa es el gobernante integralmente responsable y lo hace con una mentalidad que puede perderse de vista.
Para tener a ese gobernante se necesita educación desde edades tempranas y lecciones prácticas que dan aprendizaje por medio de errores. No puede este personaje ser improvisado, no cualquiera puede gobernar a sus iguales.
Es usual elogiar a la democracia diciendo que en ese régimen cualquiera puede llegar a ser presidente. La aseveración lleva al comentario de ¿en verdad queremos ser gobernados por un cualquiera?
El artìculo presenta a la figura de François Fénelon, encargado de educar al futuro rey de Francia, y su obra Las aventuras de Telémaco como fuente de consejos para un gobernante responsable. A través de las enseñanzas de Mentor a Telémaco, se destacan varias recomendaciones clave.
En primer lugar, se advierte sobre el peligro de las «ensoñaciones» y los proyectos nacionales idealizados sin base en la realidad práctica. Un buen gobernante debe evitar vivir en mundos virtuales y dejarse llevar por quimeras optimistas.
En segundo lugar, la verdad se presenta como un antídoto fundamental. Un gobernante responsable debe estar en contacto constante con la realidad, ser accesible y rodearse de personas que le digan la verdad, evitando a los aduladores que capitalizan su aislamiento.
En tercer lugar, se reconoce la inevitabilidad de los vicios humanos, incluyendo los del propio gobernante. La sabiduría radica en aceptarse como falible y actuar con prudencia para no sucumbir a las pasiones. Se ejemplifica esto con el comercio, donde el gobernante debe respetar las leyes que impone. Se subraya que, aunque poderoso, el gobernante está sujeto a la ley.
Finalmente, se aborda la limitación del gobernante para hacerlo todo solo. Debe delegar tareas en ministros confiables, pero con cautela para no otorgarles poder absoluto, que puede corromper. La responsabilidad también implica una visión amplia y a largo plazo, anticipando las consecuencias de las decisiones y evitando la miopía política.
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