En su conjunto, las tres lecturas de este 2 Domingo Adviento (ciclo C) contienen ese elemento natural de las fechas que vienen: alegría, gozo, risas y satisfacción ante la venida de Dios en forma de hombre.

Primera lectura

En este 2 Domingo Adviento (ciclo C), la primera lectura (Baruc, 5, 1-9) nos habla de la alegría que tenemos ante la grandeza de Dios y nos acerca a las próximas festividades.

Dice,

«Jerusalén, deja tu vestido de luto y miseria y vístete de fiesta con la gloria que Dios te concede. Colócate el manto de la victoria de Dios, adorna tu cabeza con la diadema gloriosa del Dios eterno».

A la grandeza de Dios se reitera el elemento de gozo,

«Levántate, Jerusalén, colócate en lo alto y mira hacia oriente; allí están tus hijos, convocados desde donde sale el sol hasta el ocaso, por la palabra del Santo, alegres porque Dios se ha acordado de ellos».

Y en la última parte del texto se dice,

«Porque Dios ha mandado que todo monte elevado y toda colina perenne se abajen; que los valles se emparejen y se nivele la tierra, para que Israel avance seguro guiado por la gloria de Dios. El ha ordenado a los bosques y a todos los árboles aromáticos que den sombra a Israel. Porque Dios conducirá a Israel con alegría al resplandor de su gloria, en medio de su misericordia y de su fuerza salvadora”.

Evangelio

Esta última idea se repite en el evangelio de este 2 Domingo Adviento (ciclo C), con sanLucas (3, 1-6), el que comienza hablando de que «… la palabra de Dios vino sobre Juan, el hijo de Zacarías, en el desierto».

A lo que añade que Juan

«Fue por toda la región del Jordán predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de las predicciones del profeta Isaías: «Voz del que grita en el desierto: preparen el camino del Señor; hagan rectos sus senderos; todo barranco será rellenado y toda montaña o colina será rebajada; los caminos torcidos se enderezarán y los desnivelados se rectificarán. Y todos verán la salvación de Dios»».

Ya hay otro elemento en común, la preparación del camino del Señor y esa imagen de caminos rectos en tierras niveladas con rutas rectas.

Es el mismo Juan el que pide prepararnos para grandes sucesos sustentados en los viejos textos. Las profecías se tornan ciertas. Dios mismo llega a nosotros y eso es causa de gozo. El Señor hace grandes cosas por nosotros y eso mismo es lo que canta el salmo.

«Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor. Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía un sueño: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de canciones… El Señor ha hecho grandes cosas por nosotros, y estamos alegres… ».

Tierras allanadas, caminos rectos, alegría, cantos, risas. El Señor viene a nosotros y debemos estar preparados.

Segunda lectura

De esa preparación habla la segunda lectura (Filipenses 1, 4-6.8-11).

Dice San Pablo en este 2 Domingo Adviento (ciclo C),

«Dios es testigo de que a todos ustedes los quiero entrañablemente en Cristo Jesús.Y le pido que el amor de ustedes crezca más y más en conocimiento y sensibilidad para todo. Así sabrán discernir lo que más convenga, y el día en que Cristo se manifieste los encontrará limpios y sin culpa, colmados del fruto de la salvación que se logra por Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios».

Es decir, estar preparados para la llegada de Jesucristo, Dios mismo en esos dos sentidos que dejaron ver las lecturas del domingo pasado: no sólo la celebración de la Navidad que se aproxima y las celebraciones que conlleva, sino más aún para el regreso triunfal posterior.

Ese «día en que Cristo se manifieste» cuando debe encontrarnos “limpios y sin culpa, colmados del fruto de la salvación que se logra por Jesucristo”.

En conjunto

En su conjunto, las tres lecturas de este 2 Domingo Adviento (ciclo C) contienen ese elemento natural de las fechas que vienen: alegría, gozo, risas y satisfacción ante la venida de Dios en forma de hombre.

Pero ellas no se quedan en ese punto solamente. Quieren ir más allá, hasta el final de los tiempos y el regreso triunfal de Jesucristo, otra fecha gloriosa, también causa de alegría, la mayor de todas las que tendremos.