Poniendo a las tres lecturas juntas del 12 Domingo Ordinario (ciclo C), tenemos elementos que son vitales para nuestra creencia y que es útil recordar. Primero, Jesús es Dios mismo, el anunciado por Dios y que viene a este mundo por nuestra causa.
Evangelio
Esta lectura del 12 Domingo Ordinario (ciclo C) de Lucas (9, 18-24), se plantea la pregunta más esencial de nuestras creencias, ¿quién es Jesús?
El episodio es ilustrativo, pues después de orar acompañado por sus discípulos, Jesús les pregunta, «¿quién dice la gente que soy yo?»
Los discípulos contestan con lo que han oído. La gente dice que es Juan, que es Elías. Podían haber dicho otros nombres.
Inmediatamente después, Jesús cambia la pregunta y dice, «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?», a lo que Pedro contesta, «el Mesías de Dios».
Entonces Jesús agrega, «Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite el tercer día».
Primera lectura
Esas palabras tienen un eco anterior en otra lectura de este 12 Domingo Ordinario (ciclo C). La del libro del profeta Zacarías (12, 10-11; 13, 1), en la que se mencionan palabras de Dios, quien dice,
«Derramaré sobre la descendencia de David y sobre los habitantes de Jerusalén, un espíritu de piedad y de compasión, y ellos volverán sus ojos hacia mí, a quien traspasarán con la lanza. Harán duelo, como se hace duelo por el hijo único y llorarán por él… como se llora por la muerte del primogénito. En ese día será grande el llanto en Jerusalén…»
Como siempre, el texto del Antiguo Testamento es iluminado con el Nuevo. En Zacarías vemos esos elementos de la lanza que traspasa, del duelo del primogénito y que se repiten en la Pasión con un significado claro.
En el evangelio, Jesús los complementa al hablar del rechazo que sufrirá, de su muerte, de su resurrección.
La conclusión es sencilla, Jesús es Dios mismo, el anunciado en Zacarías como el espíritu de piedad y de compasión que hará volver los ojos hacia Dios mismo y que será derramado sobre la descendencia de David y los habitantes de Jerusalén, es decir, sobre todos los hombres de todos los tiempos.
Segunda lectura
Esta universalidad de Jesús es muy clara en esta lectura del 12 Domingo Ordinario (ciclo C) lectura.
Es la carta de Pablo a los gálatas (3, 26-29), cuando dice, «Ya no existe diferencia entre judíos y no judíos, entre esclavos y libres, entre varón y mujer…»
Y a eso añade una frase absoluta, «… porque todos ustedes son uno en Cristo… son también descendientes de Abraham y la herencia que Dios les prometió les corresponde a ustedes».
En conjunto
Poniendo a las tres lecturas juntas del 12 Domingo Ordinario (ciclo C), tenemos elementos que son vitales para nuestra creencia y que es útil recordar.
Primero, Jesús es Dios mismo, el anunciado por Dios y que viene a este mundo por nuestra causa.
De eso no puede haber duda, pero el evangelio nos recuerda que habrá gente que lo niegue, que piense que Jesús es otra persona, que no es Dios, que es uno de tantos profetas o seres sabios que se han tenido en la historia del mundo.
Esto lo vemos con frecuencia, cuando por ejemplo, Jesús es comparado con otras personas y puesto en un nivel exclusivamente humano. Hacer eso es negar a Dios mismo y los testimonios de las Sagradas Escrituras.
Jesús es reconocido como Dios por quienes están más cerca de Él y es a ellos que anuncia su muerte y su resurrección.
Segundo, Jesús vino al mundo por todos nosotros, no por unos cuantos, sino por todos, sin excepción. Su sacrificio es universal, es decir, tenemos en Jesús a Dios nuestro creador que acude a nosotros por nuestra salvación.
Ningún profeta, ningún ser humano puede hacer eso. Ninguna persona puede perdonar nuestros pecados, como vimos el domingo pasado, sino Dios mismo.
Sirvan estas lecturas para tener siempre presente eso, Jesús es Dios y vino a esta tierra por nosotros. Y es que, como se dijo antes, con frecuencia sucede que escuchamos palabras que afirman que Jesús es uno de los grandes hombres de todos los tiempos y lo colocan al nivel de Ghandi, Buda y otros más.
No, Jesús no puede ser comparado con nadie de esa manera. Jesús es Dios mismo y no un buen tipo que dejó un mensaje de paz y de amor. Quien así piensa comete un error serio.
Allí están las escrituras para demostrar la fortaleza de nuestras creencias. Jesús es Dios y ése es el principal punto de las tres lecturas de hoy, algo que jamás debemos olvidar.