Las tres lecturas del 25 domingo ordinario (ciclo B) tienen en común demoninador el enfrentamiento entre el bien y el mal. La apariencia puede ser, vista superficialmente, la de dos fuerzas iguales luchando una en contra de otra. Pero esa visión es falsa.

Primera lectura

La primera lectura (Sabiduría: 2, 12. 17-20) contiene un texto que dice,

«Los malvados dijeron entre si: “Tendamos una trampa al justo, porque nos molesta y se opone a lo que hacemos; nos echa en cara nuestras violaciones a la ley, nos reprende las fallas contra los principios en que fuimos educados. Veamos si es cierto lo que dice, vamos a ver qué le pasa en su muerte. Si el justo es hijo de Dios, Él lo ayudará y lo librará de las manos de sus enemigos. Sometámoslo a la humillación y a la tortura, para conocer su Temple y su valor. Condenémoslo a una muerte ignominiosa, porque dice que hay quien mire por él”».

El contenido presenta la dualidad entre el bien y el mal, el justo que se enfrenta a los malvados, quienes quieren ponerle una trampa.

Desean contestar a sus acusaciones. Quieren matarlo para probar si es de Dios; torturarlo para ver su firmeza. Ver quién está detrás de él. Es el desconcierto de la maldad ante el bien.

El salmo de este 25 domingo ordinario (ciclo B) nos deja ver la parte del bien, la que dice

«Escucha, Señor, mi oración y a mis palabras atiende. Gente arrogante y violenta contra mi se ha levantado. Andan queriendo matarme. ¡Dios los tiene sin cuidado! Pero el Señor Dios es mi ayuda Él, quien me mantiene vivo».

Evangelio

El evangelio de este 25 domingo ordinario (ciclo B), de Marcos (9, 30-37) da sentido a las palabras de la primera lectura. Jesús

«Les decía: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará”. Pero [los apóstoles] no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones».

Es el mismo mensaje de la lectura primera: el bien enfrentado al mal, hasta la muerte. Pero luego sucede algo sorprendente.

Dice el evangelio,

«Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó; “¿De qué discutían por el camino?”. Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mi me recibe, Y el que me reciba a mi, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado”».

Y así, Jesús define al bien, como el servir a los demás, como ser el último de todos. Y de nuevo aparecen las maravillosas paradojas: quien desee ser el primero, debe ser el último.

Más aún, Jesús usa la inocencia para hablar: recibir a un niño es recibirle a él y a quien le han enviado. La bondad es inocencia, es servicio a otros, es humildad, es aceptar los ataques, es «ser entregado en manos de los hombres».

Segunda lectura

La segunda lectura (Santiago: 3, 16-4, 3) afirma que

«Donde hay evidencias y rivalidades, ahí hay desorden y toda clase de obras malas. Pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios son puros, ante todo. Además, son amantes de la paz, comprensivos, dóciles, están llenos de misericordia y buenos frutos, son imparciales y sinceros. Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia».

Es como una ampliación de lo anterior, el enfrentamiento entre el bien y el mal, entre quienes son de Dios y quienes no lo son.

Y eso es fuente de conflictos,

«¿De dónde vienen las luchas y los conflictos entre ustedes? ¿No es, acaso, de las malas pasiones, que siempre están en guerra dentro de ustedes? Ustedes codician lo que no pueden tener y acaban asesinando. Ambicionan algo que no pueden alcanzar, y entonces combaten y hacen la guerra, Y si no lo alcanzan, es porque no se lo piden a Dios. O si se lo piden y no lo reciben, es porque piden mal, para derrocharlo en placeres».

En conjunto

Las tres lecturas del 25 domingo ordinario (ciclo B) tienen en común demoninador el enfrentamiento entre el bien y el mal. La apariencia puede ser, vista superficialmente, la de dos fuerzas iguales luchando una en contra de otra. Pero esa visión es falsa.

El bien es superior, infinitamente superior: es la paz, la comprensión, la sinceridad, la inocencia, el amor. Es Dios mismo, como el justo que se pone frente al mal y al final triunfa con la resurrección y la salvación universal.

Además, las lecturas ponen en perspectiva la vida del hombre justo y bueno: no será una existencia sencilla y placentera; sufrirá ataques de sus enemigos y si en algún momento flaquea, sabrá que como dice el salmo, «El Señor es quien me ayuda», el que lo defiende, lo que produce consuelo, porque al final la victoria será suya.