Quizá, de alguna manera, las lecturas del 28 Domingo Ordinario (ciclo C) nos dicen algo que puede guiarnos el resto de nuestra vida. Es el ver a cada una de nuestras acciones como un paso que nos puede acercar o alejar de Dios.
Primera lectura
En el segundo libro de los Reyes, la primera lectura de este 28 Domingo Ordinario (ciclo C) narra la situación de un general de Siria.
Naamán tenía lepra y, deseando curarse, habló con un hombre de Dios, con Eliseo. Le dijo este que se bañara siete veces en el río Jordán.
Naamán lo hizo y quedó limpio. Agradecido hizo lo que es humano, quiso hacer regalos a Eliseo, pero él se negó con firmeza a aceptarlos, por lo que al final el general sirio hizo lo debido.
Ya no quiso obsequiar a Eliseo, sino adorar al que realmente le había curado, a Dios. Y pidió permiso para llevarse tierra, construir un altar y adorar a Dios, «pues a ningún otro dios volveré a ofrecer más sacrificios».
Es una historia que ilustra lo que dice el salmo responsorial, «El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad». Eliseo no era quien curó al general sirio y este lo reconoció al final.
Evangelio
El evangelio de este 28 Domingo Ordinario (ciclo C), de Lucas (17, 11-19) repite casi la misma situación. Diez leprosos saben de Jesús, quien pasa cerca de ellos y se dirigen a él solicitando lo mismo que Naamán a Eliseo.
Quieren ser sanados y, oyéndolos, Jesús los envía con el sacerdote. Lo obedecieron, pero incluso antes de llegar, quedaron sanos. Jesús les había mostrado su amor, como a Naamán.
Lucas narra, de otra manera el mismo elemento adicional, el del agradecimiento. Uno solamente, de esos diez leprosos, regresa a dar las gracias.
Volvió él a dar gloria a Dios, reconociendo que le había mostrado su amor. Pregunta Jesús, «¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido nadie… que volviera para dar gloria a Dios?»
Es un cuestionamiento severo, pues el amor de Dios había sido mostrado, su lealtad había sido manifestada. Pero faltaba en esos nueve el acercarse a Dios para mostrar gratitud.
Segunda lectura
En la segunda lectura del 28 Domingo Ordinario (ciclo C), Pablo en la segunda carta a Timoteo (2, 8-13), pone esto en una perspectiva más amplia, sacando una conclusión general que nos sirve de principio de acción.
Dice Pablo que,
«Si morimos con él, viviremos con él; si nos mantenemos firmes, reinaremos con él; si lo negamos, él también nos negará; si le somos infieles, él permanece fiel, porque no puede contradecirse»
En conjunto
Siempre, bajo toda circunstancia, Dios va a mostrarnos su amor y su lealtad. Está en su esencia misma ser así. Por eso Naamán es curado. Por eso son sanados los diez leprosos.
Son esas ocasiones del amor de Dios manifestado a nosotros. Quiere él estar cerca de nosotros y lo hace mostrando sus «maravillas» como dice el salmo. Sin embargo, hay un elemento que no toca a él, sino a nosotros.
La primera lectura ilustra ese elemento, que es la cercanía a Dios, decidida por nosotros mismos. Naamán ilustra ese sentido de cercanía solicitando la tierra misma del sitio en el que fue curado, para llevarla con él y sobre ella construir un altar a Dios, reconociéndole como el único.
Los diez leprosos se alejan de Dios, en el camino quedan curados, pero sólo uno de ellos se devuelve y se acerca de nuevo a Dios. Es esa idea de estar cerca de Dios repetida de otra manera, pero en esencia es lo mismo. Y también es igual a lo que Pablo expresa con otras palabras.
Morir con él es vivir con él. Mantenerse firmes con él es reinar con él. Pero puede suceder que le neguemos, es decir, que nos distanciemos de él, en cuyo caso, dice Pablo, también nos negará, no por dejarnos de ser fiel, sino porque ese alejamiento ha sido una decisión nuestra.
Nos seguirá siendo fiel, pero el regresar a él es nuestra decisión y si lo hacemos siempre tendremos la certeza de que él nunca nos ha abandonado, de que siempre nos ha sido fiel.
De nuevo, las lecturas hablan de la idea de nuestra distancia con respecto a Dios, estableciendo que esa distancia la construimos nosotros, que la cercanía con Dios es disposición nuestra.
Y, lo que sea que nosotros decidamos, establece una regla de amor infinito: siempre Dios nos mostrará su amor y su lealtad. Nos será fiel siempre. Siempre habrá esa oportunidad de acortar la distancia que nos separa de Dios.
Quizá, de alguna manera, las lecturas nos dicen algo que puede guiarnos el resto de nuestra vida. Es el ver a cada una de nuestras acciones como un paso que nos puede acercar o alejar de Dios.
Por ejemplo, en las ocasiones en las que mostramos amor por nuestros semejantes, esos son pasos hacia Dios… y viceversa. En nuestras vidas, cada uno de los actos que realizamos, no importa que tan sin importancia sean, ellos son oportunidades de acercarnos a Dios, de estar con él, como lo dice San Pablo.
Y el primero de esos pasos es muy bien ilustrado en las lecturas. Es lo que hizo Naamán y lo que hizo el décimo leproso, dar gracias a Dios, reconocerle como el único Dios, sabiendo que él siempre nos muestra su amor y su lealtad.