Las tres lecturas del 30 Domingo Ordinario (ciclo C) nos dan ideas principales. Ante todo, dos de ellas referentes a Dios: es él un juez justo y escucha a todos sin excepción. Esa es la parte de Dios, pero también está la parte que nos corresponde a nosotros. ¿Cómo dirigirnos a Dios?

Primera lectura

En la primera lectura del 30 Domingo Ordinario (ciclo C), Eclesiástico (35,15b-17. 20-22a), se lee que

«El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus penas consiguen su favor y su grito alcanza las nubes. Los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan; no ceja hasta que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia».

Es un tema de invocación a Dios: quien se dirige a él es escuchado, sin importar de quién se trata. Es escuchado con justicia, a lo que el evangelio añade otro elemento.

Evangelio

El evangelio de este 30 Domingo Ordinario (ciclo C), de Lucas (18,9-14), narra que estando Jesús en presencia de «algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás», les cuenta una parábola:

«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: «¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo». El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador»».

Y terminando de hablar, Jesús dice: «Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Sí, Dios escucha y Dios es justo como se dice en la primera lectura, pero Jesucristo añade otro elemento, el interior de cada uno de nosotros: la humildad con la que ante Dios nos debemos presentar.

Segunda lectura

La segunda lectura del 30 Domingo Ordinario (ciclo C), san Pablo (II Timoteo 4,6-8. 16-18) dice,

«Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. La primera vez que me defendí ante el tribunal, todos me abandonaron y nadie me asistió. Que Dios los perdone».

La idea se redondea. Pablo sabe que su final terreno está cerca y medita sobre su vida. Sabe que el Señor es justo y que le recompensará, lo mismo que hará con quienes amen a Dios.

Y pide perdón por quien le causó injuria. Es una actitud muy diferente a la del fariseo que reza por orgullo. Pablo reza por humildad, igual que el publicano.

En resumen

Las tres lecturas del 30 Domingo Ordinario (ciclo C) nos dan ideas principales.

Ante todo, dos de ellas referentes a Dios: es él un juez justo y escucha a todos sin excepción. Esa es la parte de Dios, pero también está la parte que nos corresponde a nosotros. ¿Cómo dirigirnos a Dios?

Tenemos dos ideas al respecto y quizá la más clara es la de cómo no hacerlo. No hacerlo como el fariseo, que reza con orgullo y centrado en sí mismo, despreciando al resto. Si Dios no desprecia a nadie, tampoco lo debemos hacer nosotros.

Y, la oración del publicano nos da idea de cómo dirigirnos a Dios: con humildad extrema, humillándonos frente a él, reconociendo que es nuestro creador, pidiendo perdón por nuestras faltas y, como hizo Pablo, orando por los demás.

Sabemos que Dios no escucha con justicia, lo que ahora ya sabemos es cómo dirigirnos a él.