Un asunto muy ligado a la división del poder y la defensa de la libertad. ¿Qué es laicismo? Su definición y tipos. Las dos interpretaciones y las consecuencias y características de cada una. Más el error olvidado de la educación laica.

En breve: preguntas y respuestas

¿Qué es laicismo?

Una forma de pensar que separa los asuntos religiosos de los públicos. Su expresión es la separación entre iglesias y gobierno. Ellas no se meten en asuntos gubernamentales y ellos no participan en asuntos religiosos.

¿Cuántos tipos de laicismo hay?

Dependiendo de su combatividad, puede existir el laicismo amigable o razonado que solo enfatiza la separación de poderes eclesiásticos de los políticos. Su opuesto diametral es la teocracia.
Pero también, puede existir el laicismo combativo o rudo que busca la desaparición de iglesias y religiones, por ejemplo, en la educación.

¿Qué efectos tiene el laicismo?

Por un lado, tiene la ventaja de crear un régimen de libertad y tolerancia religiosa que es compatible con el resto de las libertades de un sistema liberal. Por el otro, es imposible la absoluta separación entre ambos poderes. Hay temas y asuntos en los que conviene la intervención de los dos poderes.

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Laicismo, significado e interpretaciones

Es el tema qué es laicismo y sus dos interpretaciones.

Definición

Está bien expresado su significado en esta idea:

«El laicismo es la corriente de pensamiento, ideología, movimiento político, legislación o política de gobierno que defiende o favorece la existencia de una sociedad organizada aconfesionalmente, es decir, de forma independiente, o en su caso ajena a las confesiones religiosas». es.wikipedia.org. Mi énfasis.

Puede comprenderse razonablemente también en esta otra forma de describirlo:

«Este principio [de laicismo] se realiza a través de los dispositivos jurídicos de la separación del Estado y las distintas instituciones religiosas, agnósticas o ateas y la neutralidad del Estado con respecto a las diferentes opciones de conciencia particulares. Puede definirse la laicidad como un régimen social de convivencia, cuyas instituciones políticas están legitimadas por la soberanía popular y no por elementos religiosos». laicismo.org. Mi énfasis.

En su fondo, la separación o división del poder. La separación del poder político del poder religioso. Una sana política de la que derivan las libertades religiosas y de creencia.

📍 El concepto es propio de tiempos seculares, multiculturalismo y ambientes con moral de alternativas múltiples, en los que la tolerancia es una virtud bienvenida. Se relaciona también al fenómeno de la diversidad moral frente a la verdad, el examen de medios y fines y a la necesidad de poner límites a la tolerancia.

Tipos de laicismo

Aunque las definiciones sean razonablemente claras, ellas pueden tener variaciones en su interpretación. Eso puede mostrarse en los dos tipos de laicismo, dependiendo de su radicalismo.

Laicismo amigable

Es la interpretación del laicismo amistoso. La que conocemos por libertad religiosa. Las religiones se practican con libertad y cada persona decide sus creencias religiosas. Los gobiernos no se meten en esas cuestiones. Simplemente las dejan ser. Su otro nombre es separación iglesia-estado.

Ha sido explicado así:

«[…] el Estado no debe inmiscuirse en la organización ni en la doctrina de las confesiones religiosas, y debe garantizar el derecho de los ciudadanos a tener sus propias creencias y manifestarlas en público y en privado, y a dar culto a Dios según sus propias convicciones. También debe garantizar el derecho a la objeción de conciencia […] el Estado y la Iglesia u organización religiosa mantendrán relaciones de colaboración en los asuntos que son de interés común, como el patrimonio histórico y artístico, la asistencia religiosa en centros estatales como cuarteles, hospitales o prisiones, el derecho a la enseñanza con contenido religioso, etc.» es.catholic.net

Es un laicismo de convivencia pacífica y colaborativa, aunque no esté exento de ocasiones de roce y desacuerdo.

Laicismo rudo

La otra interpretación del laicismo, intenta borrar las relaciones entre gobierno e iglesias. Las limita, obstaculiza, ignora y confina al campo privado. Ha sido descrito de la siguiente manera:

«[…] se debe prohibir que el Estado mantenga relaciones con la Iglesia u otra organización religiosa. Según este concepto de laicismo, no puede haber […] colaboración entre las autoridades religiosas y estatales […] Esta ausencia de relaciones incluye la falta de colaboración económica con la Iglesia incluso en asuntos de tanto interés público como es la conservación del patrimonio artístico. [se niegan] aportaciones económicas a asociaciones o fundaciones confesionales que contribuyen al bienestar y al desarrollo de la sociedad […] llegan a criticar que los Obispos den indicaciones a los fieles sobre asuntos […] como el aborto o la eutanasia o la homosexualidad». Ibídem

Este segundo de los tipos de laicismo tiene versiones radicales. Por ejemplo, la prohibición de símbolos o manifestaciones religiosas públicas y la asistencia de autoridades públicas a ceremonias religiosas. Incluso, la prohibición de actividades religiosas, el cierre de templos, el control de ministros y similares.

Es un laicismo de enemistad y conflicto que se entiende como una lucha por el poder y el dominio de la sociedad.

Obviamente entre ambas interpretaciones, la realidad presenta situaciones variadas intermedias.

La división de poderes

El laicismo separa poderes religiosos de políticos, un principio sano de libertades personales. Esta división del poder da una clave para diferenciar aún mejor entre el laicismo amigable y el rudo.

La separación iglesia-gobierno es una división del poder sobre la sociedad. No sugiere que alguno de los poderes separados deba desaparecer. Al contrario, ellos deben mantenerse. Separados, conviviendo, pero existentes.

En la teocracia se unen una religión y el gobierno para formar una sola unidad de poder sobre las personas. Aquí se viola la separación iglesia-estado y dejan de existir las libertades religiosas, de expresión y creencia.

En el laicismo rudo, llevado a su versión radical, la religión desaparece y solo queda el Estado. No es que haya separación iglesia-estado porque ya nada hay que separar. El poder de las religiones e iglesias deja de existir.

Consecuencias de la desaparición de iglesias

Desbalance del poder

Esa desaparición de la escena social, de las iglesias y religiones, crea un desbalance en la sociedad. Un desbalance de poder.

📌 Las religiones e iglesias, que son uno de los contrapesos políticos del gobierno, dejan de actuar así. Los gobiernos, entonces, dejan de tener esa limitación a su poder.

Se termina con un gobierno con más poder. Una mala noticia para los defensores de la libertad.

Si el gobierno ha anulado una de las libertades más esenciales, la religiosa, y ya no hay separación iglesia-estado, ese gobierno abre la posibilidad de anular o limitar otras libertades y hacerlo con menor oposición.

Esta consecuencia suele ser sorpresiva para los defensores de la libertad que apoyan al laicismo, sin entender que la libertad religiosa es algo que también deben defender (incluso cuando algunos de ellos no tengan religión). Ella limita el poder del gobierno, al que los liberales miran con gran recelo.

Vacío moral

Las religiones son además fuentes importantes de reglas de comportamiento, eso que llamamos moral. Si las religiones se desvanecen de la escena social, entonces queda un vacío moral que debe llenarse de algún modo.

Si se vive en un régimen no democrático, el vacío será llenado con la voluntad de los gobernantes. Ellos decidirán las reglas morales según su voluntad y, por supuesto, conveniencia política. Es el estado totalitario.

Si se vive en un régimen democrático, el vacío será llenado por diferentes medios: opinión pública, votaciones, discusiones legislativas, fallos judiciales, decisiones ejecutivas. Todas ellas sujetas a presiones de cabildeo y de ONGs. La moral será definida y modificada por una combinación de mayoría y presión política.

No importa con cuál de las dos posibilidades se llene el vacío moral, el resultado será una moral cambiante y relativista, en la que no hay posibilidad de valores absolutos y permanentes. La libertad necesita moral.

Bajo esta situación no podría siquiera defenderse a la libertad como un absoluto. Tampoco a la vida. Ni siquiera a la libre expresión, a la que el estado podría definir a su antojo.

Defender a la libertad

La conclusión parece obvia. ¿Quiere alguien defender a la libertad humana? Para hacerlo no debe descuidar a la libertad religiosa.

Y si lo hace, entonces dará un paso en la dirección equivocada. En otras palabras, el laicismo rudo es una de las vías para el totalitarismo.

Esto ha sido expresado bien.

«La laicidad integrista [ruda] viene a ser, pues, una especie de paternalismo, que intenta proteger al ciudadano de toda influencia religiosa —y de instituciones como la Iglesia católica— porque estima que tal influjo es irracional y corrosivo de la libertad. Y esto justamente porque, según esta concepción de la laicidad, la religión no habla en nombre de una legitimidad procedimental democrática o de mayoría, sino en nombre de una verdad que reclama validez sin ser fruto de un discurso democrático o de un consenso mayoritario». Cristianismo y Laicidad, de Martin Rhonheimer

Características del laicismo

Punto central

La gran ventaja del laicismo amigable es la de minimizar la posibilidad de abusos de autoridad gubernamental o religioso, resultado casi seguro de unir al gobierno y alguna iglesia. Podría suceder que unidos los dos poderes, se castigara a quienes cambiaran de la religión oficial a otra.

Esa es la consecuencia del laicismo, la libertad religiosa que florece cuando se separa a la política de las iglesias y de mantienen ambos poderes. Cualquiera entiende esto.

Pero lo que parece más difícil de comprender otras características del laicismo.

No puede decidir sobre las religiones

Primero, por lógica obvia, bajo el laicismo amistoso, el gobierno no tiene la capacidad para concluir que no hay una religión verdadera. La posibilidad sigue existiendo, con la libertad religiosa como un medio para que la persona la encuentre.

Igual, por necesidad lógica, el laicismo amistoso puede hacer creer al gobierno que es posible que todas las religiones sean falsas. Pero esta posibilidad la decide la persona libremente, sin que el gobierno tenga nada que hacer oficialmente al respecto.

Tampoco puede concluir el laicismo amistoso que exista una equivalencia total entre las religiones. No significa que deba aceptarse un «indiferentismo teológico» (la frase de M. Rhonheimer).

Cada religión puede reclamar para sí misma la posesión de la verdad divina y será asunto personal el aceptarla o no. No será asunto político el aceptar el reclamo de una iglesia como tampoco el hacer oficial que no hay religión verdadera. El gobierno se abstiene de esto.

No es una posición contra iglesias y religión

📌 El laicismo amistoso no tiene como consecuencia política la postura estatal contra la religión. No implica aceptar en la política una postura atea (que sería como oficializar la no religión).

La neutralidad religiosa del laicismo no tiene como consecuencia el ateísmo político, solamente la neutralidad gubernamental.

Tampoco tiene como característica la anulación de la participación religiosa en la vida pública. Esto se piensa con frecuencia: se dice que la religión debe ser parte solo de la vida privada de las personas, no de la vida pública.

Hay una fuerte corriente del laicismo que propone eso precisamente. Ella entiende al laicismo como la no participación pública de ningún elemento religioso (lo que vería como intromisión religiosa en la vida política).

Puede haber coincidencias

El laicismo no implica que sean inaceptables las coincidencias de ideas entre religiones y gobiernos. Sería imposible la situación de total independencia de ideas morales. Si varias religiones consideran grave falta al asesinato, no hay nada de malo en el que las leyes coincidan con esa norma.

El caso de una ley que contradice una norma religiosa, como el aborto legalizado, muestra la posibilidad opuesta. Ilustra también la situación en la que personas, sin acudir a argumentos religiosos, se oponen a tal ley.

También, prohibir que las iglesias expresen su opinión, sería un acto de censura.

Concluyendo

Hago una cita de la obra de Rhonheimer, M., Cristianismo y laicidad: historia y actualidad de una relación compleja. Ediciones Rialp, donde se lee:

«La esencia de lo que denomino ‘concepto político de laicidad’ puede definirse como exclusión de la esfera política y jurídica de toda normatividad que haga referencia a una verdad religiosa —justamente en cuanto verdad—; lo que trae consigo la neutralidad e indiferencia pública respecto a cualquier pretensión de verdad en materia religiosa […] Este planteamiento no significa que el Estado sea ‘creyente’ sino que la vida pública de un país no se cierra a priori a la presencia de una dimensión religiosa de la existencia humana».

Se exploran en profundidad las cinco tesis de Fernando Savater sobre el laicismo, ofreciendo un análisis y comentario sobre cada una de ellas. El autor del artículo reconoce la importancia y actualidad del debate sobre la relación entre laicismo y democracia, destacando la humildad y el buen talante con el que Savater aborda un tema tan controvertido.

Primera tesis: la moralidad en sociedades laicas

Savater argumenta que, históricamente, las instituciones religiosas (como la iglesia oficial) han sido las encargadas de vertebrar moralmente las sociedades. Sin embargo, en las democracias modernas, los acuerdos axiológicos se basan en leyes y discursos seculares, que son discutibles, revocables y de aceptación voluntaria. Este marco laico no excluye ni persigue las creencias religiosas; al contrario, las protege mutuamente, exigiendo a cada fe tratar a las demás como desea ser tratada. Los dogmas religiosos se convierten en creencias particulares de los ciudadanos, perdiendo su obligatoriedad general pero ganando la protección constitucional.

Estoy de acuerdo con la idea de la libertad religiosa para todos y el mutuo respeto entre credos. No obstante, me inquieta un posible dejo relativista en la tesis de Savater, al sugerir una variabilidad moral en el tiempo y el espacio.

Segunda tesis: creencias como derecho, no deber

La segunda tesis de Savater postula que en una sociedad laica, las creencias religiosas son un derecho de quienes las asumen, pero no un deber que pueda imponerse a nadie. Esto requiere una disposición secularizada y tolerante de la religión, incompatible con visiones integristas que buscan convertir dogmas propios en obligaciones sociales universales.

Es esta una extensión lógica de la primera tesis, abogando por una libertad que tolera las diferencias y evita imposiciones por la fuerza. Sin embargo, señala un problema de implementación crucial: ¿cuál es el límite de la tolerancia? ¿Debe tolerarse a quienes no son tolerantes y buscan imponer sus creencias? Subrayo la complejidad de esta cuestión, especialmente cuando discursos religiosos incitan a la violencia.

Tercera tesis: separación entre pecado y delito

Savater afirma que las religiones pueden definir qué conductas son pecado para sus creyentes, pero no están facultadas para establecer qué es legalmente un delito. Inversamente, una conducta tipificada como delito por las leyes laicas no puede justificarse ni promoverse por argumentos religiosos. La legalidad establecida por la sociedad laica marca los límites aceptables para todos los ciudadanos y las religiones deben acomodarse a las leyes, no al revés.

Elogio la intención de Savater de recordar la distinción entre lo religioso y lo legal, pero encuentro problemas serios en su conclusión final. Argumento que si las religiones tuvieran que acomodarse a leyes variables (como exigir que los sacerdotes se casen), se llegaría a un extremo igualmente defectuoso al criticado por Savater (donde la religión se imponía al gobierno).

Esto implicaría que el legislador se convertiría en un dictador de preceptos en áreas ajenas a su jurisdicción. Sugiero que existe una esencia moral más abstracta, de la que surgen las ideas éticas comunes a leyes y religiones (como la dignidad de la persona), y que la variabilidad de las leyes es mayor que la de los principios religiosos fundamentales.

Cuarta tesis: la enseñanza en la escuela pública

La penúltima tesis de Savater sostiene que en la escuela pública, sólo es aceptable la enseñanza de lo verificable (con respaldo científico) y lo civilmente establecido como válido para todos (los derechos fundamentales), no así lo inverificable o las obligaciones morales basadas en credos particulares. La formación catequística debe ser responsabilidad de cada confesión, fuera del horario escolar.

Estoy de acuerdo con la separación de lo religioso de lo escolar. Sin embargo, alerto sobre posibles consecuencias negativas de una interpretación literal. Argumento que aceptar solo lo «verificable científicamente» podría excluir la enseñanza de la filosofía o ciertas nociones de psicología.

Además, otorgar autoridad absoluta a lo «civilmente establecido» por un gobierno podría llevar a la imposición de una moralidad estatal, convirtiendo el debate en un duelo de autoridades (religiosa vs. gubernamental) y relegando otras fuentes de conocimiento y las coincidencias entre ellas.

Conclusión y observaciones finales

Concluyo que, a pesar de las loables intenciones de Savater, sus tesis parecen girar el problema de la moralidad. Si antes las religiones vertebraban la moral, ahora Savater propone que sea la autoridad estatal quien lo haga. Este giro mantiene el mismo defecto original: crea un nuevo vertebrador único de la moral (el gobierno), lo que genera «duelos morales» en temas como el aborto o la eutanasia.

Defendo la idea de que la verdad es una y que no existen contradicciones fundamentales en el mundo, lo que invita a la razón a conciliar aparentes oposiciones. Sugiero que los errores existen tanto en lo civil como en lo religioso, haciendo el problema potencialmente insoluble.

Finalmente, sugiero, con la visión de Tocqueville, que ve a las religiones como una fuerza moral positiva que, al enseñar que no todo lo que se puede hacer se debe hacer, complementan la prudencia racional. Preferiría depositar la fuente de la moral en la religión por su estabilidad frente a la variabilidad de los legisladores.


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