Las lecturas del 18 Domingo Ordinario (ciclo A) se reúnen en un llamado a cada uno de nosotros por el que Dios nos pide alimentar nuestro espíritu. Sí, necesitamos alimentos materiales, pero con claridad escuchamos decir que ellos no son tan importantes como los alimentos espirituales que vienen de Dios.

Primera lectura

La primera lectura de la misa del 18 Domingo Ordinario (ciclo A) de Isaías (55, 1-3) introduce el gran tema que une al resto de las lecturas, usando palabras sencillas de Dios,

«Todos ustedes, los que tienen sed, vengan por agua; y los que no tienen dinero, vengan, tomen trigo y coman… Escúchenme atentos y comerán bien… Préstenme atención, vengan a mí, escúchenme y vivirán…”

La imagen usada es la más natural de todas. Ante nuestras necesidades más básicas, Dios nos explica lo que lograremos escuchándole: él es más que el agua que necesitamos, más que el pan sin el que no vivimos.

Él es el alimento de la vida eterna y por eso es que en esa misma lectura Dios nos pregunta, «¿por qué gastar el dinero en lo que no es pan y el salario en lo que no alimenta?»

Evangelio

En la misa del 18 Domingo Ordinario (ciclo A), el mismo tema continúa en el evangelio (Mateo, 14 13-21). Los apóstoles están preocupados por la multitud congregada para escuchar a Jesús. Ya está anocheciendo y están en despoblado.

Los apóstoles piensan que la gente debe irse y comprar alimentos. Pero Jesús responde, «No hace falta que se vayan. Denles ustedes de comer». A lo que los discípulos dicen que no hay nada más que unos pocos panes y pescados.

La situación hasta aquí en el evangelio es casi una copia de las palabras de Dios que Isaías reproduce en la primera lectura. Está allí una multitud que no dispone de alimentos y eso desde luego es una causa de preocupación.

Y esa es precisamente la ocasión para expresar esa idea en Isaías, «Escúchenme atentos y comerán bien…»

Jesús pide que le traigan esos escasos alimentos, los bendice y pide que sean repartidos. Todos en esa multitud, dice Mateo, comieron hasta la saciedad. La frase se queda en la mente, «Escúchenme atentos y comerán bien…»

En la aclamación antes del evangelio, la idea se manifiesta en palabras hermosas, «No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios».

Segunda lectura

En este 18 Domingo Ordinario (ciclo A), la segunda lectura, san Pablo (Romanos, 8, 35.37-38) profundiza en la misma idea esencial.

Inicia esta lectura con Pablo preguntado qué es lo que puede apartarnos de Cristo. ¿Tribulaciones, angustias, hambre, desnudez, persecuciones, peligros?

La respuesta que da es que nada de eso «podrá apartarnos del amor que nos ha manifestado Dios en Cristo Jesús».

En conjunto

Las tres lecturas en su conjunto quizá pueden ser resumidas en el entender la gran verdad de esas palabras, «Escúchenme atentos y comerán bien…»

La palabra de Dios es alimento y la necesitamos para vivir. Para nuestra vida terrenal necesitamos beber y comer y sin esto morimos sin remedio. Por tanto, lo que Dios nos dice es que su palabra es alimento espiritual y sin ella morimos en nuestro espíritu.

Somos mucho más que meros seres físicos y tenemos un elemento espiritual. Si debemos satisfacer nuestras necesidades físicas, es lógico que también debamos satisfacer nuestras necesidades espirituales y la palabra de Dios es el alimento del espíritu, mejor y más importante que el físico.

Más aún, así como existen trastornos cuando no comemos y nuestro cuerpo sufre consecuencias, de igual manera nuestro espíritu sufre la consecuencias de la falta de la palabra de Dios.

Quizá pueda decirse que nos pueden hacer falta vitaminas espirituales o que podemos padecer anorexia espiritual.

Las lecturas se reúnen en un llamado a cada uno de nosotros por el que Dios nos pide alimentar nuestro espíritu. Sí, necesitamos alimentos materiales, pero con claridad escuchamos decir que ellos no son tan importantes como los alimentos espirituales que vienen de Dios.