Las tres lecturas de este 4 Domingo Cuaresma (ciclo C) en su conjunto nos hablan de lo nuevo que comienza con Dios al momento de nuestra reconciliación.
Primera lectura
En este 4 Domingo Cuaresma (ciclo C), la primera lectura (Josué: 5, 9. 10-12) establece una situación. Los israelitas acampan, celebran la Pascua, al día siguientes
«comieron del fruto de la tierra, panes ázimos y granos de trigo tostados. A partir de aquel día, cesó el maná. Los israelitas ya no volvieron a tener maná, y desde aquel año comieron de los frutos que producía la tierra de Canaán».
La narración habla de un cambio: del maná comido en los años del caminar por el desierto ahora disfrutan de los frutos de la tierra a la que han llegado. Ahora es todo nuevo, lo que es precisamente el tema de San Pablo.
Segunda lectura
La segunda lectura de este 4 Domingo Cuaresma (ciclo C),de San Pablo, (Corintios: 5, 17-21) inicia diciendo que «El que vive según Cristo es una creatura nueva; para Él todo lo viejo ha pasado. Ya todo es nuevo».
Y agrega que
«Todo esto proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y que nos confirió el ministerio de la reconciliación. Porque, efectivamente, en Cristo, Dios reconcilió al mundo consigo y renunció a tomar en cuenta los pecados de los hombres, y a nosotros nos confió el mensaje de la reconciliación».
Cuatro veces utiliza la palabra reconciliación dando significado a lo que es nuevo. San Pablo exhorta: «En nombre de Cristo les pedimos que se dejen reconciliar con Dios».
De nuevo esa palabra y señalando que «tenemos que configurarnos con Él, siendo una humanidad nueva».
Evangelio
En este 4 Domingo Cuaresma (ciclo C), el evangelio (san Lucas: 15, 1-3. 11-32) narra la muy conocida parábola del hijo que arrepentido regresa a casa de su padre, después de haber pedido la parte de su fortuna que le correspondía y haberla derrochado en tierras lejanas.
«Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a padecer necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera».
La situación por la que pasa le hace pensar,
«Se puso entonces a reflexionar y se dijo: «¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores’”».
Regresa a casa, el padre lo ve de lejos y el hijo
«Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo». Pero el padre les dijo a sus criados: «¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado». Y empezó el banquete».
Otra vez ese elemento, la reconciliación cuando las cosas son nuevas, cuando todo ha cambiado, cuando cesan los avatares y se encuentra al padre a quien se habla diciendo, «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo».
Y con esas palabras, ser recibido en el banquete que el padre ofrece. Ya no más maná por el peregrinaje del desierto.
En conjunto
Las tres lecturas de este 4 Domingo Cuaresma (ciclo C) en su conjunto nos hablan de lo nuevo que comienza con Dios al momento de nuestra reconciliación.
El salmo de este día utiliza hermosas palabras:
«Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor… Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores. Confía en el Señor y saltarás de gusto, jamás te sentirás decepcionado, porque el Señor escucha el clamor de los pobres y los libra de todas sus angustias».
Se trata de una invitación amorosa de Dios a cada uno de nosotros. No importa lo que haya sido nuestra vida antes, siempre podemos retornar a la casa paterna, que si lo hacemos con sincero arrepentimiento, nos espera la reconciliación, lo nuevo en nuestra vida.
Ya no más pesares del camino, no más sufrimiento. Dios ha venido a nosotros, ha intervenido en nuestras vidas y nos llama a la reconciliación, la que hará todo nuevo. ¿Dónde estamos nosotros ahora? En el camino de regreso a la casa de Dios. Oremos para no desviarnos de ese camino.