Reuniendo a las tres lecturas de este 5 Domingo Ordinario (ciclo B), puede verse el desconsuelo humano y el papel de Dios mismo como ese en quien está el consuelo, el real consuelo. Y no solo eso.

Primera lectura

En este 5 Domingo Ordinario (ciclo B), la primera lectura (Job 7, 1-4.6-7) contiene las palabras de Job, quien se lamenta,

«La vida del hombre sobre la tierra es como vida de soldado, y sus días, como los de un jornalero; como esclavo, suspira por la sombra, como jornalero, espera su salario. Meses de desengaño me han llegado, y noches de sufrimiento me han tocado. Al acostarme digo: «¿Cuándo será de día?». La noche se me hace interminable y las pesadillas no me abandonan hasta el amanecer. Mis días corren más rápido que la aguja, se han acabado al terminarse el hilo. Recuerda que mi vida es un soplo, que mis ojos no volverán a ver la felicidad».

Este gemido describe sin duda nuestros propios sentimientos y los de muchos otros en momentos de desesperación, es decir, en situaciones en las que nos perdemos y no podemos encontrar las razones de lo que nos acontece.

No podemos, ante esto, sino identificarnos con el texto y lo que nos describe. Es un hombre que necesita consuelo y sentido de su situación.

Evangelio

El evangelio de este 5 Domingo Ordinario (ciclo B), de Marcos (1, 29-3) narra la ida de Jesús con Santiago y Juan a casa de Simón y de Andrés, pues «La suegra de Simón estaba en cama con fiebre».

Jesús, «se acercó, la tomó de la mano y la levantó. Se le quitó la fiebre y se puso a servirles». Más tarde, dice el evangelista,

«La población entera se agolpaba a la puerta. El sanó entonces a muchos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero a éstos no los dejaba hablar, pues sabían quién era».

Todos lo buscaban. A lo que les contestó, «Vamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para predicar también allí, pues para esto he venido».

Todos lo buscaban, dice Marcos. Y Jesús responde, «para esto he venido». Para personas como Job, personas que sufren males, que padecen, que necesitan consuelo.

Dios nos hace en estas lecturas entenderle como un refugio a la situación de nuestras vidas. Alguien a quien debemos buscar para nuestro bien, como el real liberador nuestro.

Segunda lectura

En este 5 Domingo Ordinario (ciclo B), la segunda lectura (I Corintios 9, 16-19.22-23), nos da las palabras de San Pablo. Habla él de su labor, diciendo que

«Anunciar el Evangelio no es para mí un motivo de gloria; es una obligación que tengo, ¡y pobre de mí si no anunciara el Evangelio! Merecería recompensa si hiciera esto por propia iniciativa, pero si cumplo con una misión que otro me ha confiado ¿dónde está mi recompensa? Está en que, anunciando el Evangelio, lo hago gratuitamente, no haciendo valer mis derechos por la evangelización…Y todo esto lo hago por el Evangelio, del cual espero participar».

Pablo añade un algo más a lo dicho antes. So coloca como responsable de un deber, de una obligación que le ha sido encargada: debe anunciar el evangelio.

Muestra así el deber nuestro de hacer lo mismo, pues ser cristiano no es sólo buscar ese consuelo de Jesús, sino tratar de darlo a los demás en su nombre.

En conjunto

Reuniendo a las tres lecturas de este 5 Domingo Ordinario (ciclo B), puede verse el desconsuelo humano y el papel de Dios mismo como ese en quien está el consuelo, el real consuelo.

Y no solo eso, sino también, nuestro papel de dar ese consuelo a quienes lo necesitan.

La lectura de Job y su lamento recuerda situaciones actuales de abatimiento y desánimo, y lo que hacemos para remediarlo. Abundan las respuestas. Medicinas, tratamientos, especialistas, lo que se nos ocurra, hasta religiones ligeras, rehabilitaciones.

Queremos tratar nuestras aflicciones de muchas maneras, olvidando el mensaje de Jesucristo.

Si el laicismo es la separación conveniente de las jerarquías religiosas y las del gobierno, esa misma separación no es conveniente en nuestras vidas personales. No es posible separar sin graves consecuencias nuestra existencia de la de Dios.