Todas las lecturas tienen ese común denominador, el de nuestra alternativa frente a nuestro creador: seguirle o abandonarle. No hay opción intermedia y más cómoda. Jeremías la presenta desde el Antiguo Testamento igual que el salmo.

Primera lectura

En este 6 Domingo Ordinario (ciclo C), la primera lectura ( Jeremías: 17, 5-8) contiene palabras de Dios, a las que podemos dividir en dos partes.

En la primera de ellas, Dios dice al Jeremías:

«Maldito el hombre que confía en el hombre, que en él pone su fuerza y aparta del Señor su corazón. Será como un cardo en la estepa, que nunca disfrutará de la lluvia. Vivirá en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhabitable».

En la segunda, le dice:

«Bendito el hombre que confía en el Señor y en él pone su esperanza. Será como un árbol plantado junto al agua, que hunde en la corriente sus raíces; cuando llegue el calor, no lo sentirá y sus hojas se conservarán siempre verdes; en año de sequía no se marchitará ni dejará de dar frutos».

Es el planteamiento de nuestra libertad. Podemos optar por una dirección en nuestra vida, o por la otra.

Es la decisión más importante de nuestra vida, confiar en Dios o no hacerlo; tomarlo como guía o no y las consecuencias de esa decisión, la de ser un cardo o un árbol, la de ser tierra árida o dar frutos. El poder de decisión es nuestro.

El salmo de este domingo es un canto al hombre que ha tomado la decisión de seguir a Dios. Dice,

«Dichoso aquel que no se guía por mundanos criterios, que no anda en malos pasos ni se burla del bueno, que ama la ley de Dios y se goza en cumplir sus mandamientos. Es como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y nunca se marchita. En todo tendrá éxito. En cambio los malvados serán como la paja barrida por el viento. Porque el Señor protege el camino del justo y al malo sus caminos acaban por perderlo».

El salmo repite esa disyuntiva que tenemos en nuestras vidas, frente a la que nos preguntamos qué debemos hacer para ir por el camino que Dios nos pide. La respuesta está en el evangelio.

Evangelio

El evangelio de este 6 Domingo Ordinario (ciclo C), de san Lucas (6, 17. 20-26) contiene más palabras de Dios, el perfeccionamiento de lo escuchado en Jeremías.

Jesús predica a muchas personas que han venido a escucharle de diferentes lugares. Y les habla:

«Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios, Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes los que lloran ahora, porque al fin reirán.Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen de entre ellos, y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el ciclo. Pues así trataron sus padres a los profetas».

A lo que añade el otro elemento:

«Pero, ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen ahora su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que se hartan ahora, porque después tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ríen ahora, porque llorarán de pena! ¡Ay de ustedes, cuando todo el mundo los alabe, porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas!».

Tanto el evangelio como el salmo y la primera lectura hacen referencia a esa decisión de nuestra libertad, la del que opta por seguir a Dios y la del que opta por otros caminos. Esa es la mayor decisión de nuestras vidas y los tres textos la repiten con insistencia.

Segunda lectura

Pero siendo de naturaleza débil, los hombres necesitamos tener confianza, reforzar la decisión que tomemos.

¿Cómo saber que seguir a Dios es lo mejor? ¿Por qué no dejarnos llevar por las cosas terrenales y pasarla bien sin esos malos momentos de los que habla Jesucristo?

En este 6 Domingo Ordinario (ciclo C), la segunda lectura (corintios: 15,12.16-20) da una respuesta. Dice San Pablo que,

«Si hemos predicado que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que algunos de ustedes andan diciendo que los muertos no resucitan? Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, es vana la fe de ustedes; y por lo tanto, aún viven ustedes en pecado, y los que murieron en Cristo, perecieron».

Y al final de esta lectura, de nuevo menciona esa disyuntiva, la de renunciar a Dios y seguir el camino de lo material:

«Si nuestra esperanza en Cristo se redujera tan sólo a las cosas de esta vida, seríamos los más infelices de todos los hombres. Pero no es así, porque Cristo resucitó, y resucitó como la primicia de todos los muertos».

En conjunto

Todas las lecturas tienen ese común denominador, el de nuestra alternativa frente a nuestro creador: seguirle o abandonarle. No hay opción intermedia y más cómoda. Jeremías la presenta desde el Antiguo Testamento igual que el salmo.

Y Jesucristo la perfecciona con las más preciosas palabras jamás dichas para señalar el camino del buen hombre que confía en las palabras de San Pablo: el camino de Dios lleva a la vida.