Las tres lecturas de este 8 Domingo Ordinario (ciclo A), en conjunto, tratan una idea muy humana, la de sentirnos desamparados, creer que Dios nos ha abandonado. No él jamás puede abandonarnos y de eso debemos estar convencidos.

Primera lectura

En este 8 Domingo Ordinario (ciclo A), la primera lectura (Isaías 49,14-15) habla de un sentimiento de desesperación. Dice, «Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado».

Y continúa su lamento, «¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré».

Evangelio

En el evangelio (Mateo 6,24-34) se mantiene el tema, el del agobio que nuestras vidas pueden presentarnos.

Se nos repiten palabras de Jesús es esta lectura del 8 Domingo Ordinario (ciclo A), «no estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido?»

Insiste en esa idea, al decir, «No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas».

¿Por qué nos dice que no debemos desesperar? La respuesta tiene dos partes.

Primero,

«¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?… Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso».

Segundo,

«Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos».

Y nos hace unas preguntas,

“¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?”

El salmo resume esto en muy pocas palabras, «Descansa sólo en Dios, alma mía… porque de él viene mi salvación… porque él es mi esperanza…»

Segunda lectura

En este 8 Domingo Ordinario (ciclo A), la segunda lectura (I Corintios 4,1-5), San Pablo nos pone esa idea en perspectiva, al decir,

«… no juzguéis antes de tiempo: dejad que venga el Señor. Él iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá la alabanza de Dios».

En conjunto

Las tres lecturas de este 8 Domingo Ordinario (ciclo A), en conjunto, tratan una idea muy humana, la de sentirnos desamparados, creer que Dios nos ha abandonado. No él jamás puede abandonarnos y de eso debemos estar convencidos.

Los agobios cotidianos de la vida pueden crear esa impresión de abandono. Preocupaciones diarias por satisfacer necesidades, incluso caprichos, pueden crear esa sensación de haber sido ignorados por Dios.

Pero, pensar así, no tiene sentido. Si al resto de su Creación, Dios la cuida, es lógico que mucho más haga por nosotros. mucho más.

Eso eso de San Pablo, el no juzgar antes de tiempo. No creer que Dios nos ha abandonado, que se ha olvidado de nosotros. ¿Cómo puede Dios olvidarse de quien ha creado a su imagen y semejanza? No sería lógico que lo hiciera.

Al final Jesucristo habla del problema central, al referirse a nosotros como «gente de poca fe». Y así se explica el problema de sentirse abandonado por Dios, es haber dejado de tener fe.

Con lo que parece encontrarse la idea central de las lecturas: tener fe, o como dicen las hermosas palabras del salmo, «descansa sólo en Dios, alma mía».