La historia comienza con un cangrejo y la conversación que tuvo con miembros de su especie. Les narró cómo había encontrado una pradera, alejada de la playa y el mar, con clima agradable y comida abundante.

Tanto agradó al cangrejo el lugar que comunicó a todos su decisión de mudarse y comenzar una nueva vida en ese sitio. A pesar de advertencias de amigos, su voluntad permaneció incólume y partió una noche, después de una fiesta de despedida.

Fue así que el cangrejo inició su viaje. Salió del mar. Salió de la playa. Y con su caminar tan especial caminó hasta la pradera en la que se estableció. Varios días después se encontró cara a cara con una zorra que lo miró con una expresión que heló su sangre. Tenía razón para preocuparse, pues la zorra lo puso en su hocico.

Y, poco antes de ser devorado, el cangrejo meditó: “Bien merecido tengo este trágico fin, yo que en mi naturaleza tenía el vivir entre el mar y la playa, y que por salir de donde debo vivir, termino así”.

Es otra de las fábulas de Esopo, a la que he modificado un tanto, y que muestra la misma moraleja del autor original: la satisfacción con nuestro destino es un elemento de la felicidad que podemos tener. Es cierto si ponemos atención en eso de que se trata de un elemento solamente.

Una satisfacción absoluta con nuestra existencia tal y como está, lleva a la complacencia inútil, a la inactividad. Un elemento de insatisfacción, en cambio, añadiría una fuerza de acción que lleva a hacer cosas, a realizar esfuerzos. Pero una dosis de imprudencia tendría los efectos desastrosos que padeció el cangrejo.

Hay una lección de negocios en esto para las empresas que se diversifican a campos en los que todo es nuevo para ellas y no pueden aprovechar su experiencia pasada. Un ejemplo viene a mi mente: Apple, el fabricante de computadoras, entró al mercado de reproductores de música almacenada y lo hizo bien.

Lo que sabía de computadoras tenía relación con sus nuevos productos… pero por atractiva que hubiera sido la posibilidad de entrar a, por ejemplo, la industria de fármacos, no habría tenido sentido. Es como el cangrejo que pudiendo aprovechar su experiencia marítima de formas novedosas se movió a un terreno del que nada sabía.

Hay algo en esta historia que llama a la prudencia, esa virtud que es producto de la experiencia y los años. Me recuerda mucho a lo que les sucede a los gobiernos. Son ellos instituciones especializadas en campos realmente importantes como la protección de las personas, de sus propiedades e intereses.

No es una tarea simple y de lo bien que se realice dependerá mucho del bienestar que goce una nación. Pero, como el cangrejo, los gobiernos han cometido imprudencias notables. Por ejemplo, se han hecho responsables de ofrecer servicios médicos cuando de eso saben nada. Se han adjudicado la labor de educar, cuando tampoco esa especialidad está dentro de sus conocimientos.

Es como si los médicos se encargaran de hacer leyes y los educadores de ser policías y jueces. No tiene sentido rebasar ciertos límites propios y prudentes. Algo malo sucede cuando eso se realiza. En el caso del cangrejo que salió del mar a la pradera, él terminó devorado. En el caso del gobierno salido de sus límites, la sociedad es la que sufre porque la pradera fue invadida por el león que salió de la selva.

Las consecuencias de esa falta de respeto a la naturaleza de la propia función es lo que se encuentra detrás de muchos de los males que padecemos. Tome usted, por ejemplo, al gobierno que sale de sus límites naturales y se convierte en un proveedor de servicios médicos. No hay justificación posible basada en experiencias, conocimientos, capacidades.

La única justificación posible es la de que un gobierno tiene poder. Un poder que no tiene el resto de la gente. Porque tiene poder, mucho poder, es que puede invadir terrenos que otro tendría más capacidad de realizar correctamente. Imagine usted a los ingenieros civiles declarándose médicos y dando recetas y tratamientos a todos.

Es un mal de nuestros tiempos y consiste en creer que los gobiernos pueden salirse de sus límites naturales sin consecuencias negativas. No es posible. Los gobiernos tienen funciones muy importantes y no deben descuidarlas por hacer cosas para las que no están preparados.


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