Las tres lecturas del 12 Domingo Ordinario (ciclo B) nos envían palabras que en conjunto nos dicen que realmente Jesucristo es Dios. Ese al que obedecen las cosas de la Creación y a quien se ruega para llegar seguro a puerto, es quien ha llegado hasta nosotros.
Primera lectura
En el 12 Domingo Ordinario (ciclo B), la primera lectura (Job, 38,1.8-11) nos presenta un texto que dice,
«El Señor habló a Job desde la tormenta y le dijo: «Yo le puse límites al mar, cuando salía impetuoso del seno materno; yo hice de la niebla sus mantillas y de las nubes sus pañales; yo le impuse límites con puertas y cerrojos y le dije: Hasta aquí llegarás, no más allá. Aquí se romperá la arrogancia de tus olas”».
Quizá mucho de la intención de la lectura se completa al ver las palabras del Salmo Responsorial,
«Los que la mar surcaban con sus naves, por las aguas inmensas negociando, el poder del Señor y sus prodigios en medio del abismo contemplaron. Habló el Señor y un viento huracanado las olas encrespó; al cielo y al abismo eran lanzados, sobrecogidos de terror. Clamaron al Señor en tal apuro a él los libró de sus congojas. Cambió la tempestad en suave brisa y apaciguó las olas. Se alegraron al ver la mar tranquila y el Señor los llevó al puerto anhelado. Den gracias al Señor por los prodigios que su amor por el hombre ha realizado».
Es la imagen del Todopoderoso que domina a su creación, quien domina al océano, le impone límites y manda sobre él; quien domina las olas y los vientos; a quien se clama para calmar tempestades y apaciguar las olas. Quien es realizador de grandes prodigios y sobre todas las cosas manda.
Es una imagen fuerte de Dios que todo ha creado, que todo lo puede, y a quien todo obedece.
Evangelio
En el evangelio de este 12 Domingo Ordinario (ciclo B), de Marcos (4, 35-41) la idea tiene una suave continuación. Se cuenta que, «Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla del lago”».
Tomaron la barca en esa dirección, pero «De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua».
Mientras tanto, en medio del peligro, «Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín».
Las escuetas palabras son ricas, pues con facilidad podemos imaginar el fuerte contraste entre los apuros de los acompañantes y la tranquilidad de Jesús, tanta que incluso dormía.
Ante el peligro de zozobrar, «Lo despertaron y le dijeron: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?»». Ya despierto, «reprendió al viento y dijo al mar: «¡Cállate, enmudece!». Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma».
Y enmudeció no solo el viento y el mar, también debieron enmudecer los apóstoles, porque ahora dirigiéndose a ellos, «Jesús les dijo: «¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aun no tienen fe?»».
El enmudecimiento se tornó ahora en sobresalto. El evangelista de inmediato escribe, «Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: «¿Quién es este, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”».
Es el mismo del que antes se había escrito en el libro de Job que «Cambió la tempestad en suave brisa y apaciguó las olas». Dios mismo entre nosotros, hecho hombre.
El Creador de todo y al que se vuelve a clamar que calme a las aguas, en quien se busca refugio, pero que ahora nos hace un reclamo: no tiene sentido tener miedo cuando él está con nosotros; es la falta de fe la que ocasiona el miedo. ¿Cómo puede sentirse miedo si tenemos junto a nosotros a Dios?
Segunda lectura
En el 12 Domingo Ordinario (ciclo B), la segunda lectura (2 corintios, 5,14-17) enriquece nuestra comprensión con su explicación. «Ya todo es nuevo», dice san Pablo, a lo que debemos añadir las palabras de la aclamación antes del evangelio, «Dios ha visitado a su pueblo». Realmente Jesús es Dios que está entre nosotros y quien nos habla.
San Pablo nos dice que «El amor de Cristo nos apremia, al pensar que si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos para que los que viven ya no vivan para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos».
Esa es la razón por la que «nosotros ya no juzgamos a nadie a criterios humanos. Si alguna vez hemos juzgado a Cristo con tales criterios, ahora ya no lo hacemos. El que vive según Cristo es una criatura nueva; para él todo lo viejo ha pasado. Ya todo es nuevo».
En conjunto
Las tres lecturas del 12 Domingo Ordinario (ciclo B) nos envían palabras que en conjunto nos dicen que realmente Jesucristo es Dios. Ese al que obedecen las cosas de la Creación y a quien se ruega para llegar seguro a puerto, es quien ha llegado hasta nosotros.
No es un profeta más, ni un iluminado, ni un visionario, ni un revolucionario. Es Dios en forma humana, que ha venido hasta nosotros y nos dice, «¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aun no tienen fe?»