Uno de los tipos erróneos de razonar y que busca su justificación en la expectativa de una opinión futura favorable al argumento expresado en el presente. El argumento o falacia del juicio histórico del porvenir.

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La falacia del juicio histórico

La falacia del juicio histórico usa como argumentación la predicción de que en algún momento futuro se tendrá un juicio contundente que resolverá la controversia en cuestión. Y, por ende, el juicio presente debe evitarse esperando que en algún momento posterior el asunto tenga respuesta.

Casos

Un hombre hablaba hace tiempo sobre Fox, el entonces presidente mexicano y dijo, «Ya será la historia la que lo juzgue». No es una frase original.

La usó López Portillo, otro presidente mexicano, para defenderse de los ataques que recibía al final de su administración. Se usa con cierta frecuencia y suele expresarse más o menos así «El juicio histórico dará al final la razón» al argumento presente.

En la realidad es la defensa de un argumento u opinión que se sustenta en la espera de comprobación futura. Es decir, solicita la posposición del juicio presente abriendo un aplazamiento de toda evaluación presente.

Los problemas del juicio histórico

El juicio de la «historia»

La realidad es que no existe alguien que se llame «historia» y que se dedique a emitir juicios críticos en momentos por venir, igual que un juez dicta sentencias hoy.

Esa «historia» es inválida como un ente emisor de dictámenes que deben esperarse. Cuando mucho esa historia es una colección de opiniones, algunas juiciosas otras menos, que pueden diferir entre sí. ¿A cuál de todas esas opiniones podrá uno referirse?

Evitar juicios presentes

Pero hay más en la falacia del juicio histórico. Ya que se pide un juicio que es posterior, se trata de una forma de quitarse de encima un problema presente: «no me juzguen ahora, esperen al futuro, lo que ustedes dicen ahora no vale, lo legítimo ya vendrá».

Hay una dosis de verdad en eso, porque después de todo, el tiempo suele dar mayores perspectivas sobre los sucesos.

📌 Sin embargo, sustentar todo en la exclusividad de un juicio futuro, resulta exagerado: no se pueden esperar años para emitir un juicio. Sería absurdo posponer el juicio a un ladrón, o a un asesino, para tener un mejor conocimiento y un dictamen mejor.

Acudir al juicio futuro equivaldría a evitar los juicios presentes y estar ahora concentrados en emitir juicios.

¿Cuánto tiempo esperar?

El juicio histórico que reclama esta falacia presenta un problema de fijación de tiempos. ¿Cuántos años esperar para tener un juicio histórico sólido? No hay manera de responder a eso.

Imagine el lector el extremo tan ridículo al que podría llegarse bajo esa argumentación del juicio histórico: el nazismo habría tenido que dejarse libre, invadiendo otras naciones, durante el tiempo que permitiera lograr un juicio de ese tipo.

Lo que presenta ese problema. ¿Cuánto tiempo debe esperarse para sustentar un juicio así? ¿Seis meses, diez años, treinta? No hay una respuesta razonable, y lo mejor, podría tratarse de tener un juicio futuro, digamos dos días después, o una hora posterior al hecho.

Es posible emitir juicios presentes

Afortunadamente estamos en una posición buena. Sabemos lo suficiente de muchas cosas como para saber las consecuencias de actos presentes y eso ayuda a emitir juicios ahora mismo.

Sabemos, por ejemplo, que la falta de división de poderes y que la limitación a la libertad de expresión conducen a sistemas de gobiernos totalitarios. Por eso podemos opinar con base razonable sobre regímenes que acumulan poder en su presidente.

También sabemos lo que sucede cuando existe una elevación del monto circulante y lo asociado que ella se encuentra a los déficits gubernamentales.

Por eso podemos opinar razonablemente sobre lo peligroso que es que un gobierno recurra a su gasto como motor de desarrollo. No hace falta que nos esperemos a ver lo que suceda y veinte años después digamos que se cometió un error… cuando pudimos haberlo evitado.

Una aclaración

Un juicio histórico, propiamente hablando, ha sido definido como «una evaluación de los hechos del pasado que sirven de experiencia para otros o que aportan enseñanzas para la humanidad».

Eso significa un estudio de sucesos pasados que contiene una opinión que califica a uno o más acontecimientos y personas anteriores. Por ejemplo, la biografía sobre Hernán Cortés de C. Duverger. O bien, Reflexiones sobre la revolución francesa de E. Burke.

Otra acepción de juicio histórico ha sido expresada como «Proceso judicial que, por razón de su materia, objeto o sujetos intervinientes, presenta singular relevancia o significación en un espacio temporal extenso».

Este significado hace referencia a un proceso formal que usando a la ley, tribunales y demás, emite fallos legales sobre sucesos pasados. El juicio de Nuremberg quizá califique como tal.

En esta columna se ha puesto atención en la argumentación tramposa que para defender una acción o una opinión pide suspender totalmente su evaluación presente suspendiéndola hasta un momento futuro indeterminado.


«Cualquier cosa que se diga en contrario, la posteridad no juzga con equidad, porque es parcial; es indiferente y se apresura a juzgar a los muertos que se le presentan. Y la posteridad no es un Tribunal de Justicia; es una turba ruidosa, en la que es imposible hacerse oír, pero que, en raras ocasiones, está dominada por una gran voz. Finalmente, sus juicios no son definitivos, ya que sigue otra posteridad que puede anular la sentencia de la primera, y pronunciar otros nuevos, que nuevamente pueden ser revocados por una nueva posteridad».

— Anatole France

Conclusión

Atenerse al juicio de la historia, por tanto, parece más una posición cómoda de defensa primitiva que lleva a errores presentes.

Sí, desde luego, en el futuro habrá opiniones sobre los eventos actuales, igual que aún sigue escribiéndose sobre Napoleón, la Gran Depresión, o la Guerra del Peloponeso. Pero eso no anula la posibilidad de juicios y opiniones actuales.

Hay campos en los que la falacia del juicio histórico será aceptada como ridículo por todos, como en los casos de un fraude, o de un robo.

Y hay terrenos en los que ese juicio resulta más aceptado, a pesar de sus defectos, como los de la política y la economía, que suelen ser más resbaladizos, por no hablar de las áreas de filosofía y ética. Es aquí donde la idea tiene más cabida e incluso aceptación.

Creo, en conclusión, que la falacia del juicio histórico es otra de las ideas chatarra que dañan nuestra vida. Me refiero a ideas como el relativismo, por ejemplo, o la de que nuestra posición social determina nuestras creencias.

Todas ellas tienen en común una peligrosa combinación: hay en ellas una dosis de verdad, pero al mismo tiempo son explicaciones parciales.

Esa combinación es la que logra que ellas sean aceptadas sin mucho pensar y convertidas en dogmas que no aceptan análisis. El juicio de la historia es una frase bonita con bases imposibles cuando se usa como forma de evitar juicios presentes.

Es cierto que el tiempo da mayores perspectivas, pero eso no impide la emisión de opiniones muy razonables en este momento.

Y, curiosamente, la falacia del juicio histórico, que hace peticiones de un juicio histórico posterior contiene una contradicción en si misma, pues si aplica lo mismo que solicita, entonces debería esperarse un juicio de la historia sobre el mismo juicio de la historia.


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