La pregunta ¿qué piensas? ha sido sustituida por otra. Ahora se pregunta ¿qué sientes? Es un reemplazo de la razón con el sentimiento. Suplantar al pensar con el sentir. Las emociones y sentimientos han desbancado a la razón.

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«¿Qué sientes?», el sustituto de «¿qué piensas?»

La pregunta ha cobrado cierta popularidad. Apela a los sentimientos, a las emociones. «¿Qué sientes?»

No es que esto sea malo, lo que sucede es que es incompleto. Los sentimientos no lo son todo y, sin embargo, sin mucho darnos cuenta han tomado un lugar que no deben. Sentimientos y emociones han reemplazado a la razón.

No hace mucho que un conferencista, queriendo con su audiencia reflexionara sobre su tema, les hizo preguntas (negritas mías en las siguientes tres citas):

«En el camino a tu trabajo, viendo a la gente que te rodea, ¿qué sientes? ¿qué crees que ellas sientan

La exaltación del sentimiento llega a un punto culminante en una poesía:

«Conozco el dolor que sientes cuando piensas en las mujeres que se venden a sí mismas para alimentar a sus hijas e hijos. […] el dolor que sientes cuando hablas de la gente que no tiene comida, ni vestidos, ni hogar.  Conozco el dolor que sientes cuando ves al rico volverse más rico y al pobre más pobre».

O bien, el sentimiento es usado como un instrumento de protesta:

«Los Obispos del Sur de España han denunciado hoy a través de un comunicado la “intolerancia” de dos profesores de un instituto de Zújar (Granada) por obligar a la profesora de Religión del centro, compañera de departamento, a retirar dos símbolos religiosos con los que se sentían “ofendidos”».

De sentimientos a ofensas y acusaciones

En fin, podemos estar razonablemente seguros del mayor empleo de los sentimientos y las emociones en el campo de las discusiones y argumentaciones. Peggy Noonan lo ha tratado muy bien.

Mediante el uso de sentimientos se perciben ofensas que originan acusaciones de sexismo, racismo, clasismo, lo que se quiera. Concretamente, se trata del uso de los sentimientos como un instrumento de oposición.

Un muy pequeño comentario de alguien puede lastimar los sentimientos de otro, creando una situación penosa sentimental que lleve hasta la prohibición y censura.

El reemplazo del juicio crítico por los sentimientos tiene este efecto no intencional, el de transformar al sentimiento en una arma de defensa propia y ataque a terceros. Todo, sin necesidad de usar la razón.


«Si la libertad significa siquiera alguna cosa, ella significa el derecho de decir a la gente lo que ella no quiere oír»

— George Orwell

La estructura de ataque

Reemplazar a la argumentación razonada con una alta sensibilidad emocional produce esta estructura de discusión:

— La persona A tiene la opinión z
— La persona B afirma que z es errónea
A asegura que B ha sido insensible al decir eso y A se siente agredida.
B es acusada de insensibilidad hacia A
— La opinión z es aprobada dada la insensibilidad de A

En esta estructura de diálogo no hay lugar para el juicio crítico. La verdad se asigna por default al reclamo de sentirse herido por la opinión opuesta. «Me siento agredido porque has negado lo que yo he dicho, por consiguiente tengo razón ya que eres un insensible».

Reemplazar a la razón con el sentimiento

Como dije, no es malo tener sentimientos pero sí lo es cuando se convierte en la base central de discusiones y argumentaciones.

¿Cómo dialogar con alguien que se siente ofendido por una Cruz de David en un sitio público? ¿Qué decir a quien argumenta que un libro ofende a su identidad?

La omisión que es obvia: el instrumento con el que puede dialogarse, argumentar; la razón, el pensar.

Un sentimiento solo puede enfrentarse a otro. La razón es la que permite encontrar acuerdos, desacuerdos y llegar a la verdad. Es la pregunta más humana posible el pedir una respuesta a «¿por qué?»

La única posible solución a un choque entre sentimientos es anular uno de ellos, con la meta (imposible) de sentirse seguro de no encontrar más motivos de ofensas a los sentimientos propios.

La burbuja protectora

Una consecuencia natural de la exaltación de los sentimientos es la sensibilidad extrema ante opiniones contrarias y realidades que hieran esas emociones. La sensibilidad extrema creará la necesidad de buscar refugios personales en los que nada pueda contradecir a la persona.

Son «espacios seguros» que impiden la entrada a todo lo que ofenda la sensibilidad de quienes se han refugiado allí. Es lo que crea situaciones en las que una universidad es forzada a no aceptar a conferencistas con ideas que lastimen los sentimientos de estudiantes.

Desde la burbuja protectora, más aún, son lanzadas nuevas y viejas palabras que persiguen descalificar sentimentalmente a los opositores. Si alguien quiere estudiar al terrorismo islámico, se le acusará de islamofobia. O bien, llamar al contrario neonazi, o fascista.

El terrible riesgo de ofender a alguien

Cuando la razón es expulsada y los sentimientos la reemplazan, terminan las libertades. Toda actividad libre de una persona, como contar un chiste de católicos, o uno de homosexuales, será un peligro potencial de ofensa a alguien más. La corrección política, entendida como censura protectora de riesgos de ofensa, anulará a la sociedad libre.

Una cruz en una calle, una crítica al cambio climático, un chiste acerca de veganos, una mirada solamente, un mención de Madame Bovary, una caricatura de hace 50 años y muchas cosas más son fuente potencial de sensación de ofensa a hipersensibilidades.

«Piden a Warner Bros cancelar a Pepe Le Pew y Speedy González por fomentar acoso sexual y racismo. El primero normaliza la cultura de la violación y el segundo el racismo, afirmó el columnista del ‘The New York Times’, Charles M. Blow». elfinanciero.com.mx

¿Tendría que prohibirse a un museo exhibir a una cierta mujer porque eso se siente como explotación?

Paris - Musée d'Orsay: Manet's Olympia«Paris – Musée d’Orsay: Manet’s Olympia» by wallyg is licensed under CC BY-NC-ND 2.0

«¿Qué sientes?» no es una pregunta que busque respuesta

Querer sentirse seguro de no sentirse herido en los sentimientos, más aún, va contra todo sentido de avance, diálogo y discusión.

Usando a los sentimientos se censurará a la libertad de pensamiento, a la originalidad, a la iniciativa, a toda respuesta a «¿qué piensas?». El que alguien diga o haga algo que va contra lo que uno siente podrá generar emociones negativas, pero ese sufrimiento es buena parte de la vida y, lo mejor, la única manera que conocemos para saber más.

Por supuesto, los buenos modales y la civilidad son un deber, pero eso no puede detener a la libertad de pensar.

Piense en un libro como Las Uvas de la Ira y verá que hay cosas que conmueven, indignan, aterran. Querer vivir en una burbuja protectora de sentimientos propios es dejar de vivir.

Es la colocación de los sentimientos en un lugar que no merecen y los efectos que esto tiene, especialmente uno: la anulación de la razón, de la posibilidad de opinar, valorar, enjuiciar, criticar, investigar y de hacer Filosofía esa gran pregunta humana que busca razones.

Esto es la capacitación de personas educadas para el reclamo, la demanda, la lamentación y la queja; imposibilitadas de pensar, analizar, indagar y reflexionar. Cuya ambición máxima es correr en busca de un protector que tenga suficiente poder para callar a aquel que hiere sus sentimientos.

Cuando usted abandona a la razón, deja de tener sentido el intercambio de opiniones, y la sociedad entera se abandona a los caprichos de ese que se erija en la agencia protectora de sentimientos.

Un ejemplo es muy actual. La persona que critica, se opone, o especula sobre la inconveniencia de redefinir al matrimonio/familia para incluir a personas del mismo sexo, suele enfrentar reacciones sentimentales, como la acusación de homofobia.

«Por qué?» es la pregunta más humana y más riesgosa que podemos hacer. La que es base de nuestra vida porque ella es la que busca encontrarle sentido. Sus respuestas no serán siempre agradables.


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